En la cultura mexicana hablar de la muerte es hablar de fiesta, de colores, olores, y sabores. Tanto así que una de las tradiciones que más nos caracteriza es el Día de Muertos, fecha en que recordamos a nuestros seres queridos cocinando lo que más les gustaba y adornando nuestras casas con altares donde ponemos su fotografía, comida, bebida y muchas flores de ricos aromas.
El proceso de la muerte es algo muy natural y, como bien dicen por ahí, es lo único que tenemos totalmente seguro. Como todas las especies vivas de este planeta, los seres humanos también cumplimos un ciclo y, ya sea por cuestiones inesperadas o bien como parte de un proceso natural, todos vamos a morir. Los mexicanos nos reímos de la muerte, bailamos con ella, le componemos canciones, la retratamos, la vestimos de colores y la celebramos año con año.
Desafortunadamente nuestro país, al igual que muchos otros en el mundo entero, atraviesa por un momento terrible de asesinatos, feminicidios y desapariciones; hay miles de familias, de madres, padres, hermanos, esposas y esposos que han tenido que emprender una dolorosa campaña de búsqueda para encontrar a todos aquellos que un día salieron de casa y ya nunca más regresaron. Las historias son muchas y definitivamente no se cuentan solas. En medio de recetas, anécdotas, olores y sabores que nos recuerdan a esas personas tan cercanas y queridas, la puesta en escena Cuando todos pensaban que habíamos desaparecido nos demuestra que no hay violencia que pueda borrar un recuerdo.
España vivió una guerra civil en los años 30, misma que además de pobreza, destrucción y desestabilidad interna, trajo consigo el inicio de un régimen dictatorial que, entre sus tácticas, desaparecía a opositores y a todas aquellas personas que luchaban por tener un país mejor, en donde la libertad de expresión, de asociación y de elección de sus gobernantes fuera una realidad.
En México los presos políticos y los desaparecidos también han sido una constante; las cifras, dolorosamente, han aumentado en los últimos años, y si a eso le agregamos el factor crimen organizado, la crisis social y la falta de los mecanismos adecuados para hacer frente a estas situaciones de excesiva violencia y deshumanización de las comunidades que lo viven día con día, estopareciera un cuento de nunca acabar.
Cuando todos pensaban que habíamos desaparecido deja en claro que todas esas voces, al menos mientras aun tenían aliento, tuvieron un nombre y hubo alguien que pensó en ellos, sin duda. Ahora hay alguien a quien le faltan y se llamaban Juan, Rafael, Antonieta, María; todas y todos tenían una historia y con sus nombres podríamos escribir libros completos.
La obra de la compañía Vaca 35 Teatro en grupo es, además, un ejercicio culinario, una muestra gastronómica entre México y España, donde se cuentan en voz alta las terribles historias que separaron familias y grupos de amigos, dejando en claro que estos dos países aún después de la colonia siguen teniendo tanto en común.
Además de ser un espacio que definitivamente llama a la reflexión, los actores de esta puesta en escena gritan, lloran y se desvanecen como producto de la intensidad que puede generar una pérdida y además, en un acto puro de solidaridad, no sólo nombran a quienes faltan en estos dos países; también al refugiado Sirio, a la madre judía en medio del holocausto, a la abuela palestina en la franja de Gaza, a los 43 normalistas, al padre chileno, al amigo argentino.
Con las actuaciones de Diana Magallón, Mari Carmen Ruiz, Irene Caja, Maite Urrutia, José Rafael Flóres, Luis Alberti y el músico Alejandro Gonzalez, y bajo la genial dirección de Damián Cervantes, Cuando todos pensaban que habíamos desaparecido, una producción de Vaca 35 teatro en grupo se presenta en el Teatro El milagro por una corta temporada con funciones jueves y viernes a las 20:30 horas, sábados a las 19:00 horas y domingos a las 18:00.
Fotografías: Vaca 35 teatro.