La profunda pero cansada introspección existencial y la vacuidad del tan desgastado “humor mexicano” son los extremos opuestos del cine nacional. Repetido insistentemente, dichos enfoques en la mayoría de las películas han generado cierto hartazgo en gran parte de los espectadores y, tras la decepción de ver siempre lo mismo, voltean la mirada hacia las propuestas extranjeras. Sin embargo, generalizar nunca es bueno.
Existe un puñado de propuestas que vale la pena rescatar, y tal es el caso de Güeros (2014), que reaviva el interés sobre la producción cinematográfica de nuestro país.
La trama se basa en la reunión entre Sombra (Tenoch Huerta) y su hermano menor Tomás (Sebastián Aguirre), quien lo viene a ver a la capital del país desde el puerto de Veracruz.
Al llegar al departamento en el sur de la ciudad, Tomás encuentra a su hermano y a su amigo Santos (Leonardo Ortizgris) inmersos en total pereza, sólo movidos por el ocio. Ninguno de ellos va a clases porque la UNAM se encuentra en huelga y se niegan a asistir a las clases extramuros o a las asambleas del movimiento. “Estamos en huelga de la huelga”, le explica Sombra a su hermano menor.
Angustiado por el ambiente aletargado del departamento, además de la falta de comida y luz eléctrica, Tomás les presenta a los campeones de la hueva universal una oportunidad de salir de la monotonía, para buscar a una mítica figura del rock nacional: Epigmenio Cruz, el cual está desahuciado por una cirrosis letal.
La intención de la travesía está cargada de cierta fuerza sentimental, ya que la música del legendario músico es el único lazo que tienen los hermanos con su padre fallecido, e igualmente buscan tácitamente un cambio a sus vidas. Lo importante no es el destino del viaje sino el devaneo del mismo.
Después de la sensación estática con la que arranca la cinta, poco a poco se va volviendo una road movie urbana, aunado al formato monocromático que hace alusión a la época dorada del cine nacional. Estos elementos exhiben lo que hay detrás de la historia de Güeros: una sutil crítica a la historia del cine en México, regulada por momentos cómicos que mantienen el ritmo de la película.
Lo que logra Alonso Ruizpalacios en su ópera prima —con la ayuda de Gibrán Portela en el guión— es excepcional. De alguna manera fusiona los extremos opuestos que caracterizan la producción cinematográfica de nuestro país, para demostrar que se puede salir de las propuestas habituales y abordar temáticas de la idiosincrasia mexicana con una mirada fresca.
En el transcurso de la travesía de los personajes, éstos se involucran indirectamente con la huelga estudiantil en Ciudad Universitaria, de 1999, y donde se toma una postura crítica ante la desorganización de los huelguistas y el verdadero compromiso ante un cambio. Sin embargo, el filme se caracteriza por la atemporalidad, de modo que coexisten eventos de distintas épocas en un mismo espacio.
En una asamblea de los huelguistas es donde se encuentran a Ana (Ilse Salas) —amor platónico de Sombra—, quien decide unirse al viaje.
Como toda road movie, la película contiene una esencia rockera que inevitablemente provoca la confrontación y el cuestionamiento de la sociedad. La rebeldía sin causa de callejear por la megalópolis que representa la Ciudad de México y el área metropolitana va revelando sus secretos, al recorrer barrios peligrosos, calles devastadas y la deshecha periferia, consecuencia de un neoliberalismo a la mexicana.
Dividido a manera de capítulos, el filme se integra en Sur, Poniente, Ciudad Universitaria, Centro y Oriente, donde cada uno presenta pequeños relatos urbanos que cualquier persona que ha vivido en grandes ciudades es capaz de percibir. Desde la violencia doméstica, el bulling, los inmigrantes, la contracultura, el encarcelamiento de la fauna en zoológicos, hasta los diferentes estratos sociales que coinciden en el mismo espacio. Este último punto es fundamental en el desarrollo temático del argumento.
Como lo dice el mismo título, el término güero tiene una connotación peyorativa respecto al color de la tez de un individuo. Si se tiene una tez clara se asume que dicha persona tiene una vida fácil y es superior a alguien de tez más oscura, por lo tanto se le desprecia y admira implícitamente. Asimismo, devela la predominancia en la sociedad mexicana de juzgar a alguien solamente por su apariencia física.
Más que las risas que suscita la película en ciertas partes, su carácter estético es meta-cinematográfico, es decir, que Güeros es un filme sobre los filmes mexicanos. Ruizpalacios se encarga de presentarlo sorpresivamente en momentos que perturban al espectador embebido en una atmósfera de perplejidad. Como cuando los personajes se ponen a discutir tanto sobre hitos del cine nacional como de la película misma.
Seguramente, entre los espectadores surgirán una serie de opiniones tan diversas que provocarán discusiones, y la oportunidad de debatir en torno a lo que significa la cinta y la intención del director, debido al carácter íntimo, inspirador y desafiante que Güeros plantea a la audiencia mexicana.