“Sencillamente quiero hacer música que no tenga reglas. Esa es mi intención como jazzista”.
La espontaneidad y la rítmica improvisación, partes esenciales del jazz, fueron llevadas a un nuevo nivel, a un marcado abstraccionismo musical concebido por el baterista mexicano Antonio Sánchez (1971) que, entrelazándose con el simbolismo visual de Birdman, se impregnó en la memoria colectiva de millones de espectadores por la originalidad de la propuesta y por destacar la importancia de la batería como instrumento de gran versatilidad y capacidad expresiva.
La más reciente producción del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu le dio a Antonio el empuje de su carrera musical, hasta ser reconocido internacionalmente por su destreza para la improvisación, pero ser el autor de la musicalización que ganó el premio Sound Stars del Festival de Cine de Venecia, el Hollywood Music in Media, el Critic’s Choice, el Satellite y el de la Sociedad de Críticos de Phoenix no es todo lo que ha hecho.
Nacido en la Ciudad de México, Antonio Sánchez estudió piano clásico y composición en la Escuela Superior de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes, pero más tarde se dio cuenta de su pasión por la batería y el jazz, así que optó por este instrumento para poder crear sus propias composiciones.
“Empecé a componer, empecé a tocar piano, pero la batería siempre fue mi amor principal y no sé decir qué es lo que me atrajo. Simplemente una atracción animal, visceral, terriblemente intensa y por suerte nunca se ha disminuido esta intensidad y esa pasión”, declaró Sánchez.
“Siempre he tenido la firme convicción de que no escogí la batería sino la batería me escogió a mí. Fue tan obvio que yo estaba destinado a tocar la batería que me parece que no tenía otra opción realmente y nunca me ha parecido que tuviera otra opción”.
Después de estudiar en el Berklee College of Music en Boston y posteriormente en el Conservatorio de Nueva Inglaterra, se incorporó a la Orquesta de las Naciones Unidas, gracias al apoyo del pianista y jazzista panameño Danilo Pérez (1965).
En 1999, durante una gira en Europa con el trío de Pérez, conoció al guitarrista de jazz Pat Metheny (1954) y se unió a su agrupación colaborando en ocho álbumes.
Con el tiempo, Antonio ha tocado al lado de figuras como Chick Corea (1941), Michael Brecker (1949), Charlie Haden (1937-2014), Gary Burton (1943) y Toots Thielemans (1922), lo cual ha expandido sus conocimientos y experiencias en la escena del jazz. Por ello es que en 2007 se aventuró a lanzar Migration, su primer disco como líder de grupo y Live in New York en 2010.
Tres años después estrenó New Life, producción conformada en totalidad por composiciones propias. Le siguió Three Times Three en 2014 y este año salió The Meridian Suite, el cual representa el acto principal de Sánchez en su presentación en el Festival Internacional Cervantino, quien además se muestra emocionado por estar una vez más en la celebración guanajuatense.
“Una vez toqué ahí con mi grupo, la otra vez toqué con Wynton Marsalis y la Lincoln Center Jazz Orchestra. Es un festival increíble al que me encanta ir. Y esta vez voy con un proyecto muy especial que es mi última producción que se llama The Meridian Suite y es el proyecto más ambicioso que he hecho hasta la fecha, porque es una composición continua. El concepto de esta pieza está basada en los meridianos, que son líneas imaginarias que cruzan la esfera celeste, nuestros cuerpos, nuestras mentes; y entonces trato de hacer una analogía con los temas, las melodías, los ritmos de esta pieza. Es un proyecto bastante conceptual”, detalló sobre lo que ofrecerá el 17 de octubre en la Explanada de la Alhóndiga.
Al lado del saxofonista Seamus Blake, el pianista John Escreet, el bajista Matt Brewer y la cantante Thana Alexa, Antonio busca partir de conceptos definidos para explorar y expandir los límites musicales del jazz libre.
“Siempre uno está preocupándose por la duración de los temas para poderlos tocar en radio, pero esta vez dije: ¿Sabes qué? No me importa cuánto dure el tema, lo que quiero es desarrollar la música como si fuera una historia, como si fuera una novela en lugar de cuentos cortos básicamente. Yo me he dedicado casi toda mi vida como compositor a escribir cuentos cortos, esta vez quise escribir una novela”, expresó respecto a la necesidad por salir de la línea musical a la que está acostumbrado.
“Lo que me dio libertad de hacer este concepto es de mezclar instrumentos eléctricos con acústicos y es parte de la misma la historia. Entonces lo que realmente estoy tratando de contar es mi historia, mis influencias y mi vida desde que empecé en México hasta que terminé aquí en Nueva York”.
Y más que contar su historia personal, su proyecto es una afronta contra la concepción estereotipada del baterista en la música, usualmente visto como un instrumento de relleno, de base, que no tiene capacidad de protagonizar melodías jazzísticas como otros instrumentos icónicos del género.
“Otro reto que siempre he tenido y sobre todo lo estoy viviendo más ahora como líder es que soy baterista. La batería generalmente no se considera un instrumento solista, siempre está hasta atrás en el escenario y apenas ves al pobre baterista. Así es que, tratar de hacer algo como si fuera un cantante o un saxofonista es muy difícil, pero creo que poco a poco lo voy logrando y poco a poco también están saliendo más bateristas que son compositores y que son líderes de grupo. Así es que espero que el estigma que tenemos los bateristas se borre pronto”, comentó.
Sobre su presentación en el Cervantino, Antonio incita al público a relajarse y tomar una actitud animada, pero sobre todo abierta a lo que van a ver y a escuchar, que será algo memorable por tratarse de un músico mexicano que interpreta un instrumento poco convencional en un Festival que es reconocido por sus programaciones, que siempre dejan de qué hablar.
“Lo que estamos tratando de hacer nosotros es alimentarnos de la energía del público, así es que aplaudan cuando quieran, si quieren ir al baño aguántense porque si no se lo van a perder”.