Arte y Cultura

A 100 años de su nacimiento, una mirada hacia las mujeres que pintó Raúl Anguiano

Este año se cumplen 100 años del natalicio del pintor, muralista y grabador mexicano José Raúl Anguiano Valadez (1915-2006), valorado como uno de los artistas más distinguidos de la segunda generación de muralistas mexicanos.

Tras una revisión de las distintas etapas de su quehacer plástico, el Museo Nacional de San Carlos presenta la muestra El eterno femenino de Raúl Anguiano.

El homenaje al pintor, que mantuvo vigentes los postulados de la Escuela Mexicana de Pintura en sus obras, ofrece al público el discurso que fue fundamental para el desarrollo de la plástica del México post revolucionario a través del siglo XX, ya que no incluye al arquetipo indígena como el protagonista sino como parte de las comunidades contemporáneas, donde la mujer está en primer plano.

“Supo utilizar la línea y el color de manera verdaderamente majestuosa. Nos va a permitir ver en esta exposición la grandeza de su obra; un gran dibujante, además de haber sido muralista, pintor, litógrafo, grabador”, dijo María Cristina García Cepeda, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes.

En El eterno femenino de Raúl Anguiano, las piezas enfatizan el interés del artista por apoyar los ideales de grupos populares y denunciar la difícil condición de campesinas y madres a través de los gestos y miradas que acusan a sus opresores. Sin embargo, también representan una alabanza a la belleza de mujeres provenientes de distintas razas y clases sociales que habitan México. Esta conmemoración a Raúl Anguiano funciona a manera de apología de la belleza femenina, que es tan heterogénea que puede ser apreciada desde distintas personalidades y rostros en un país tan plural como éste.

El pintor jalisciense obtuvo su formación artística en la Academia de San Carlos, desplegando una portentosa capacidad para retratar personajes y momentos significativos de su pueblo. En resumen, su deseo fue retratar a México.

Considerado el último muralista de la Escuela Mexicana de Pintura, Anguiano dejó su marca en la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México, en el Museo de Antropología e Historia, en la Secretaría de Relaciones Exteriores y en la Procuraduría General de la República, principalmente. Además, dejó un legado en dibujos, litografías, aguafuertes, aguatintas y óleos, los cuales componen la muestra.

“Aquí nos vamos a encontrar obras que facilitaron el Museo de Arte Moderno, desde luego el Museo de San Carlos, el Palacio Nacional, el MUNAL, la Academia de las Artes, desde luego, y la curadora de la exposición, Louise Noelle”, agregó García Cepeda.

En este corpus artístico se puede apreciar el particular enfoque que tuvo Raúl Anguiano, retratando al México rural e indígena con sus fiestas, tradiciones, paisajes, religión y, en general, su quehacer cotidiano.

Fiel a los postulados vasconcelistas, la vocación pública de su arte impreso en edificios, tanto en Estados Unidos como México, se extiende a su vasta producción en el Taller de Gráfica Popular —fundado en 1937—, que da cuenta de la tenaz crítica y el uso de recursos expresivos en su trazo, al lado de Leopoldo Méndez, Alfredo Zalce, Pablo O’Higgins y Fernando Castro Pacheco.

Su carácter polifacético lo llevó a expediciones arqueológicas en 1946, durante los descubrimientos de la zona arqueológica de Bonampak, donde su registro gráfico fue de invaluable importancia tanto para las artes plásticas como para los estudiosos de la arqueología nacional.

Asimismo, fue cofundador del Salón de la Plástica Mexicana, el Taller de Gráfica Popular y de la Escuela Nacional de Pintura y Escultura “La Esmeralda”; miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y de la Academia de las Artes. Cabe resaltar su participación en la realización de programas dedicados a la formación de escuelas de arte en el país durante las décadas de los 20, 30 y 40, fungiendo como maestro de dibujo e inspector de artes plásticas.

Fue maestro de renombrados artistas como Vicente Rojo, Fanny Rabel, José Hernández Delgadillo, Susana Noriega e Ignacio Barrios.

Un auténtico artista del pueblo, los rasgos que imprimió a sus personajes son resultado de su interés por acercarse a las comunidades. Era un hombre que mantenía contacto con la gente.

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