Arte y Cultura

¡Todos bailamos! Así vivimos el concierto de AfroCuba de Matanzas en @FestivalMexico

Además de su sistema político, Cuba es conocida mundialmente por su efervescente cultura, principalmente por su música y danzas. Los géneros tradicionales más reconocibles son el chachachá, el danzón, el son cubano, el mambo y la rumba, en la cual se desenvuelven los miembros de la agrupación AfroCuba de Matanzas.

Como lo dice su nombre, surgieron hace 58 años en los barrios populares de la provincia norteña de Matanzas, fuertemente caracterizada por su herencia africana. Ahora, en el contexto del Festival del Centro Histórico de México, se presentaron por primera vez en este país, el pasado 2 de abril en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

Normalmente, los percusionistas, bailarines y cantantes de AfroCuba de Matanzas, liderados por Francisco Zamora, Minini, interpretan sus piezas rumberas en foros sociales como hospitales, plazas públicas y escuelas, pero donde se sienten más cómodos es en las casas y barrios que los vieron crecer.

Su música se sustenta por la interrelación de tradiciones africanas, españolas y caribeñas, dedicadas principalmente a los dioses de distintos panteones afrocubanos, como los yoruba, abakuá, arará, yessa y bantú. Dichas tradiciones son herencia de las culturas de los primeros africanos traídos a la isla, dando lugar a un peculiar sincretismo religioso que practican y difunden fielmente hoy en día.

Su objetivo no es mitificar los toques, bailes y cantos a los diversos orishas —divinidades equivalentes a los santos católicos— de las religiones afrocubanas, sino portar con orgullo la tradición como la vivían sus ancestros y ellos mismos en la actualidad.

La rumba está fuertemente vinculada a la santería y sus múltiples variantes hacen complicado al género. El programa que presentaron en la capital estuvo estructurado en torno a las variantes del yambú, el guaguancó y la columbia, además de concluir con un ritmo creado por ellos: la batarumba.

La noche de rumba matancera se abrió paso en el simbólico edificio de estilo neoclásico con el canto, toque y baile a Elegua, el “niño” de la religión yoruba. Representado por los bailarines con su vestuario de colores rojo y negro, se le considera el dueño de los caminos y el destino.

Posteriormente, le siguió la pieza ofrendada a Yemayá, dueña del océano y esencia de la maternidad, razón por la cual la vestimenta predominó por el color azul y las largas faldas de las bailarinas que contoneaban al ritmo de sus pasos y sus caderas.

Lo mismo se llevó a cabo haciendo referencia a Ogún —dueño yoruba del monte—, Oyá —dueña yoruba de la muerte—y Changó —dios yoruba de la guerra y los truenos—.

Después, de forma separada realizaron rezos y bailes a la representación de Dios en la tierra, Obatalá, y a Ochún, orisha de las aguas dulces, de la fertilidad y la sexualidad femenina.

Pasada la mitad del evento, AfroCuba de Matanzas prosiguió a presentar piezas pertenecientes a la religión arará, también conocido como vudú cubano, a la sociedad secreta masculina del abakuá, y a la expresión religiosa de la regla de palo monte, de origen bantú.

Percusiones, bailes y voces se fundían en una sola energía que alimentaba los rezos que se vociferaban al puro estilo rumbero, provocando continuamente aplausos y movimientos por parte del público que se dejaba llevar por la música.

Pasados los rezos, los percusionistas comenzaron un solo de tumbadoras —instrumentos inherentes en la rumba y otros ritmos latinos— para abrir paso a la rumba guaguancó y, finalmente, cerrar con broche de oro la noche con su batarumba, compuesta de toques de tumbadoras con tambores batá, que crearon una desbordante melodía llena de distintos matices y que, sumada a las invitaciones de los músicos para que la audiencia se levantara y los acompañara con el ritmo de sus palmas, se desencadenó una auténtica fiesta rumbera en el icónico recinto.

Esta magnífica agrupación autodidacta ya se había presentado en Estados Unidos, África y Europa, pero para ser su primera vez en México obtuvieron el reconocimiento del público a pulso. En palabras de Minini, los rumberos matanceros se sintieron agradecidos con los presentes “como pueblo” y “como mexicanos”.

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