por José Ignacio Lanzagorta García
Conocer los sellos estilísticos de los arquitectos del pasado hace de cualquier paseo por la ciudad -o incluso el país- un rompecabezas muy interesante; especialmente de aquellos sobre los que no hay tanto conocimiento. Y aún así, sobre notables edificios antiguos o sobre arquitectos más afamados, quedan siempre algunos enigmas. Mientras los historiadores buscan en archivos los documentos que resolverán los misterios, uno como simple curioso siempre puede recurrir a la imaginación y, por qué no, establecer alguna hipótesis aventurada que tal vez ya fue comprobada o desmentida en alguna revista especializada. Se vale.
Pongamos por caso a uno de los grandes del barroco mexicano de principios del siglo XVIII: Miguel Custodio Durán (1680ca-1745). Con toda seguridad y gracias a un documento que el gran Heinrich Berlin dio a conocer hace ya más de medio siglo, sabemos que de su autoría son el templo del hospital de San Juan de Dios, a un lado del acceso principal al Museo Franz Mayer, que era, de hecho, el hospital; el abandonado y triste hospital de San Lázaro, para el que los administradores del predio donde se encuentra se empeñan en dificultar su admiración; el santuario del Señor de Chalma, modificado posteriormente, y los templos de Atitalaquia y de Real del Monte. El sello característico de Durán se observa en sus templos hospitalarios y en todo su esplendor en esa portada abocinada de San Juan de Dios. Ahí, el arquitecto coloca a los santos entre un mar de columnas cuyas estrías son ondulantes, dando un gran movimiento. Un barroco suavecito.
Estos conocimientos fueron suficientes para que el siglo pasado el célebre Gonzalo Obregón hiciera una atribución que hoy se da por hecho en gran número de reseñas: la maravillosa portada de la capilla de la Inmaculada Concepción en el convento de Regina Coeli es de Durán. Ahí las estrías, los pináculos y hasta las cornisas ondulan. Pero también hay algo más: fue financiada por don Buenaventura de Medina Picazo (1659-1731), el mismo e influyente benefactor que fue patrono de los hospitales de San Lázaro y de San Juan de Dios, entre otras obras, como el colegio de Tepotzotlán, donde también consta que trabajó Durán.
¿Así que todo lo que ondula es de Miguel Custodio Durán? ¿Es el caso de la portada lateral de la mole de San Gabriel de Tacuba? Al visitar la actual Catedral de Cuautitlán, en lo que fue el convento franciscano de San Buenaventura, llaman la atención las ruinas de un edificio en el costado izquierdo del templo. Muchos cuautitlanenses suelen afirmar que se trata de la edificación primitiva del convento, pero quien mira con atención encuentra dos elementos que lo desmienten: las columnas con estrías ondulantes y los escudos de la Tercera Orden de San Francisco. Esto es, se trató de una suntuosa capilla financiada por laicos –esa es la característica de la llamada “tercera orden”- y su estilo es más bien propio del barroco de principios del siglo XVIII. Por si fuera poco, sabemos que el nuevo conjunto de Cuautitlán fue reedificado justo a lo largo del primer tercio del siglo XVIII. ¿Será que don Buenaventura, aprovechando que llevaba el nombre del santo patrono de aquél convento contrató a Durán para levantar la capilla de la Tercera Orden?