Seguramente has visto en algún lugar de la Ciudad de México más de una de las esculturas arquitectónicas de la exposición El retorno de la serpiente. Mathias Goeritz y la invención de la arquitectura emocional, que se presenta en el Palacio de la Cultura Banamex.
Las Torres de Satélite, el Sol Rojo de Alexander Calder, así como las obras de la Ruta de la Amistad se encuentran en exhibición junto con otras pequeñas maquetas, fotos y bocetos que, en cuanto los observas, te llevan a reconocer las figuras y tal vez el lugar exacto en donde se encuentran en nuestra ciudad. Hay otras que puede que no sean muy familiares, pues se exhiben piezas procedentes de España, Estados Unidos e Inglaterra, y de otros estados de la República.
Mathias Goeritz nació en Polonia en 1915. Después vivió un tiempo en Alemania y España, en donde inició como pintor independiente y fue uno de los promotores culturales que experimentaban con nuevas perspectivas estéticas en el contexto de la Guerra Fría. Más tarde viajó a México y decidió quedarse aquí hasta su fallecimiento en 1990.
El punto principal de la muestra es el concepto de arquitectura emocional, un manifiesto en donde Goeritz apelaba por la arquitectura como arte sólo si provocaba una conexión emocional con el público que interactuaba con ella. ¿Y a quién no le impacta ver una escultura gigante de color en medio de la calle?. Es por esto que hizo bastantes obras públicas, porque su idea era que las personas interactuaran con su trabajo, aunque en varias ocasiones no se les dé la suficiente importancia, siendo descuidadas y maltratadas. Algunas han sido declaradas Patrimonio Artístico, como las Torres de Satélite en el 2012.
“Este proyecto de esculturas en la vía pública realmente logró de alguna manera crear una presencia, lograr una especie de presencia impasiva dentro de la ciudad que desplazó a otro tipo de manifestaciones de arte publico, incluido el de los muralistas”, comentó el curador de la exposición, Francisco Reyes Palma.
La exposición está integrada por alrededor de 540 obras en diferentes formatos y series de trabajo más emblemáticas de Mathias Goeritz, Alexander Calder, Lucio Fontana, Yves Klein, Kati Horna y Germán Cueto, entre otros. “Ha sido pensada en función de la gente, que se acerque, que no se sienta atemorizada frente a formas abstractas”, comentó Francisco Reyes Palma, curador de la exposición.
Desde sus primeros bocetos, hasta cuadros, dibujos, esculturas y maquetas, son los testigos del trabajo y la aportación de Mathias Goeritz al arte, al diseño y a la arquitectura, y demuestran sus procesos de producción. “No es aislada ni quiere una obra interna doméstica de consumo conservado; es una obra que sale, se confronta y tiene un discurso. La exposición esta pensada muchísimo en transmitir los procesos de producción del artista”.
El recorrido por la muestra es lúdico y muy atractivo visualmente por todos los colores y las formas con las que te encuentras, desde pequeñas maquetas hasta colosales esculturas, como en el caso de La serpiente de El Eco o Ataque (1953), obra desarrollada en el contexto de la guerra fría como un manifiesto de la misma y del arte que comenzaba a surgir (1961), pues consideraba que era egocéntrico y aburrido cuando el arte debería emocionar y ser más significativo. De ahí el enfrentamiento del arte con mensaje frente a la abstracción.
La muestra El retorno de la serpiente. Mathias Goeritz y la invención de la arquitectura emocional se expuso en el Museo Reina Sofía, en Madrid (2014-2015), y después viajó a la Ciudad de México por la importancia que el artista tiene en nuestro país.
“La exposición desde Madrid estuvo pensada en un sentido de no privilegiar a un objeto como un objeto estético aislado, sino dar cuenta de cómo trabaja un artista creativo con una propuesta novedosa, en el sentido de cuáles son sus procesos de producción de la obra y que la gente pueda entender estos procesos simplemente con la mirada”, explicó el curador.
Asimismo, el Museo Experimental El Eco es obra del arquitecto, realizado en 1954 con el principio de arquitectura emocional, de tal forma que le interesó plasmar la emoción por encima de lo funcional. En el 2004 la UNAM adquirió y recuperó el edificio, pero no el concepto de arquitectura emocional.
Asimismo, tiene su lado juguetón y divertido, Goeritz era alguien a quien le interesaban los públicos jóvenes e infantiles y la posibilidad de diálogo con ellos. Esto se refleja en algunos cuadros en donde tiene rostros felices, mucho color y personajes peculiares.
Pero eso no es todo, Goeritz también se involucró con la poesía visual e hizo un mural de un poema llamado Pocos Cocodrilos Locos, que lamentablemente se destruyó a causa del terremoto del 1985; y los Mensajes de Oro, en donde la arquitectura dialogaba con el lenguaje y el concepto del dorado tiene un trasfondo de confrontación con las vanguardias e inclusión dentro de las mismas, además de que el artista se sintió identificado con el color.
“Desarrolla un manejo del lenguaje, me parece importante señalar que es un agente que sufre un desdoblamiento, pasa de ser un intelectual y se transforma en un artista plástico mucho mas definido, pintor, escultor y promotor cultural”.
Ahora que veas una de sus esculturas por la ciudad, detente a observarla y disfrutarla. Con eso harás que el trabajo de Mathias Goeritz siga vigente, y no te pierdas la exposición en el Palacio de Cultura Banamex (Palacio de Iturbide) hasta el mes de septiembre.