“Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”.
Walt Disney.
El cine y la literatura nos han hecho pensar que los sueños se hacen realidad como por arte de magia; que de pronto se aparecerá un hada madrina, alguien agitará una varita o saldrá un genio de una salsera para cumplir lo que uno desea con todas sus fuerzas.
La realidad es que los sueños se cumplen a partir de la constancia, del trabajo y de poner todo el empeño en lograr el objetivo.
Este año viajé a Japón. Alguna vez había soñado con conocer ese país y, antes de ir, un buen amigo me dijo: “hay un antes y un después de ir a Japón”. Y así ha sido, porque viajar es encontrar una nueva versión de ti en otra parte del mundo.
Me encontré con palacios que sólo ves en libros o fotos, con gente extremadamente amable y paisajes que sólo podrían encontrarse en películas. Se convirtió en algo tan cercano y real que era difícil de creer.
Entre todos los momentos que viví durante los 12 días que pasé recorriendo varios lugares de esa nación, hubo dos que confirmaron la realidad de la situación. Un día en Tokio, perdida afuera de una estación del metro, un monje budista se acercó a mí, casi como hada madrina. Me dio una estampa dorada con un Buda y la frase “Work Smoothly Lifetime Peace” (Trabaja sin problemas. Paz para toda la vida) al reverso. Me pidió anotar mi nombre y mail en una libreta y dar algún donativo. Busqué en el bolsillo de mi pantalón algunas monedas y se las di. El monje hizo una reverencia, se dio la vuelta y se perdió entre la multitud. Lo curioso es que, al día siguiente, me di cuenta que tenía una pulsera de cuentas de madera. ¿Fue magia? Por más que revisé la escena en mi mente una y otra vez, no supe en qué momento el monje la puso en mi muñeca.
En otra ocasión, al llegar al gran templo del buda en Nara, supe que estaba en el lugar y el momento correctos. Estar frente a un monumental Buda, de cerca de 15 metros de altura al interior de un templo construido totalmente de madera, ha sido una de las experiencias más asombrosas que he vivido. Me sentí pequeña, pequeñísima, ante la magnitud de la figura, como Alicia en el País de las Maravillas después de ingerir la botella que decía “tómame”. Comprendí que los sueños se hacen realidad y que se puede llegar tan lejos como uno quiera, sólo trabajando para lograrlo. Ahí, entre los amuletos que venden como souvenirs para poder mantener la conservación del templo, compré un omamori (amuleto en japonés) que, dice, ayuda a hacer los sueños realidad. No es magia, pero es un recordatorio para saber que aún hay objetivos por cumplir.
Varios años atrás, en una entrevista de trabajo, me preguntaron cómo me veía en un futuro, qué planes profesionales tenía. Mi sueño era tener una revista. Claro, en aquel entonces las plataformas digitales no tenían la presencia ni el poder que hoy tienen, y era como de Los Supersónicos pensar en tablets, smartphones y revistas electrónicas. Y por supuesto que también sabía que no aparecería un genio maravilloso a ponerme una prensa para cumplir mi deseo.
Arte y Cultura es justo eso: un sueño hecho realidad. Son casi seis años de compartir mi pasión por el periodismo, el arte y la cultura con un equipo comprometido, un grupo que ha creído en el proyecto, que comparte y disfrutan este gusto. Es un equipo que ha ayudado a hacer realidad y a hacer crecer este sueño, desde que comenzó con un tuit experimental por allá de enero de 2009. Así que gracias (en orden de aparición) a Diego, José Ignacio, Magdalena, Daniela, Gerardo, Greta, Marimar, Eduardo, Nallely, Damian, Jesús, y a todos aquellos lectores, seguidores en redes sociales, promotores y gestores culturales, creadores, artistas, funcionarios públicos en el sector cultural y amigos que han creído en este pequeño monstruo, el cual nos da la esperanza de saber que, entre los cientos de malas noticias diarias, hay varias buenas nuevas que ayudan a creer en la posibilidad de renovar esta sociedad, esta ciudad, esta país y este mundo.
Soñar con que el arte y la cultura cambien el mundo no es imposible. Hacerlo realidad, tampoco. Y en ese camino estamos.
Porque sé que los sueños se cumplen, en esta Nochebuena, deseo que tengan un montón de ellos por cumplir.