El escultor Jorge Yázpik (Ciudad de México, 1955) recuerda que, cuando era joven, visitó el Museo Anahuacalli por primera vez. Quedó sorprendido por la imponente arquitectura y la misteriosa estructura al interior.
“Me impactó verdaderamente. No es cualquier cosa el lugar. La lectura era de una masa rotunda, y tener que entrar por esa masa era algo extraño, divertido, pasmoso. Lo recuerdo claramente”, cuenta.
Muchos años después vuelve a este lugar, ahora para presentar la exposición Anahuacalli, que reúne 49 piezas—42 al interior y 7 en la explanada del museo—.
La muestra, que estará del 14 de mayo al 30 de agosto en el Museo Anahuacalli, es presentada con el apoyo del Museo Fernando García Ponce-Macay.
Desde hace algunos años, el Museo Anahuacalli ha albergado importantes exposiciones de escultura y arte objeto, que permiten que las obras tridimensionales de artistas nacionales y extranjeros dialoguen con la arquitectura del recinto, diseñada por Diego Rivera.
“Los espacios en el Anahuacalli son muy efectivos, a veces difíciles, a veces muy espléndidos. Es una delicia trabajar en la plaza abierta; entrar por los resquicios de los corredores, con el cambio de luz solar total por fuera hacia canales de luz, siempre resulta un reto muy interesante para generar piezas”, dice Yázpik.
La amplitud y la altura del estudio del Museo le implicaron un gran placer y reto al artista, por la posibilidad de dar nueva vida al espacio. El piso de esta sala fue intervenido con un plano del Lago de Texcoco, en el que siete maquetas de madera con formas abstractas recrean algunas de las comunidades que habitaron ese lugar.
Además, en diversos espacios al interior del museo se integran las esculturas de Yázpik, en un juego de luces y sombras, vacío y materia.
“La forma del espacio que da el museo se presta perfecto. Es una zona pétrea, tanto el piso como la edificación, generan un entorno tridimensional, de una fuerza telúrica y que permite un goce por el espacio y por la luz”, considera.
Yázpik eligió las piezas de acuerdo con los espacios del museo. “El entorno es el que te da las reglas del juego y por ahí das la respuesta para lograr que funcione”.
El artista, que ha presentado más de 30 exposiciones a lo largo de su carrera, encuentra la sensualidad en los materiales con los que trabaja, los cuales transforma en piezas de formas abstractas que buscan un equilibrio perfecto entre el vacío y la materia.
Y si bien ha trabajado con diferentes tipos de piedras y maderas, no encuentra preferencia en uno u otro material.
“Todos los materiales son universos que a mí me interesan. Cuando trabajo con un material estoy encantado con ése y no pienso en qué otro podría gustarme más, porque entonces pierde relación directa con lo que estoy haciendo. Es el amor a la materia, no a un material en específico”.
Para Yázpik, el contacto con los materiales se relaciona con el placer y el gozo. “Toda la materia es muy sabrosa cuando estás gozándola. Cada una implica retos, una observación y respeto hacia la materia y el material. Automáticamente conoces el objeto y empiezas a respetarlo, amarlo y manejarlo, y a tratar de unir tu modo de expresión con ese material.
El artista lamenta que el público no esté acostumbrado a acercarse de manera física a la escultura, pues museos e instituciones por lo general impiden tocar las piezas. “En el momento que tocas o te encueras y abrazas la piedra, sientes más la textura, el calor y mil cosas. La gente lo necesita, aunque están acostumbrados a no generar comunión con las cosas, y la escultura, como evidentemente es táctil, es para ciegos también”.
Yázpik se ha presentado en recintos como el Centro Cultural Jardín Borda en Cuernavaca, Museo de Arte Moderno, Museo Soumaya, Museo Rufino Tamayo, Museo Federico Silva, Casa Barragán, Museo Nacional de Antropología y el Museo Fernando García Ponce-Macay.