Un montaje minúsculo de papel, un recuerdo en la memoria de la infancia, una ciudad ida al caos por la violencia, una magia de prestidigitadores frente a nosotros y la más alta calidad tecnológica puesta al servicio del arte, la animación in situ y el teatro de títeres. Todo eso y más es Feral.
En el Teatro Cervantes de Guanajuato se llevaron a cabo dos funciones que sirvieron para calentar motores, antes de presentarse en La Teatrería, en la Ciudad de México. Este espectáculo de la compañía escocesa Tortoise in a Nutshell, que ha recorrido todo el Reino Unido y que ha sido uno de los más reconocidos del Fringe Festival de Edimburgo en 2013 y 2014, llega al 43 Festival Internacional Cervantino, para deslumbrar con su ingenio y frescura al público.
Alex Bird, Matthew Hall y Arran Howie son los titiriteros que juegan en la escena con la magia del video y el movimiento –paso a paso– dando vida a Joe, su personaje principal; una pequeña niña de papel que nos llevará por esta historia personal, a manera de una transfiguración temporal. Desde los apuntes, los dibujos, bocetos y garabatos de un cuaderno de infancia, se desprende una secuencia animada donde se levanta frente a nuestro ojos, y en tiempo real, toda una ciudad con sus habitantes.
La mezcla de video y dirección a cargo de Ross Mackay y el no menos protagónico ambiente sonoro a cargo de Jim Harbourne están allí, también presentes, para hacernos partícipes de este laboratorio de video-teatro-animación en títeres de papel que alumbran una nueva forma de transitar el arte multimedia, pero sin perder uno de los oficios teatrales más antiguos: los títeres, con esa pátina del trabajo meramente artesanal y lúdico que es recrear figuras en papel. Además retoma el aspecto naíf de la caligrafía y el dibujo infantil, mezclado con la magnificencia de la imaginación creadora de los niños, sólo que los de hoy ya vienen “cargados” con otro software y otro chip.
En tiempo real la metáfora de un tiempo real
Estamos frente al escenario, que no está vacío sino con cuatro estaciones de trabajo montadas, desde donde la puesta de Feral se nos mostrará íntegra en su composición de principio a fin. A la izquierda, dos escritorios; uno de ellos es un espacio de sonidos incidentales y efectos que se generan in situ. Otro, más atrás, donde presenciaremos algunas de las escenas de enlace, y a la derecha, otro núcleo donde se funden también aspectos de las ambientaciones sonoras y la música. A centro al frente, un pequeño, pero complejo escenario de múltiples planos, donde están instaladas las escenografías, los diminutos foros y muñequitos de esa puesta en movimiento que nos deslumbrará, con sus personajes a la espera de ser animados, todos en blanco y negro; y en medio, una tableta de dibujo de donde parte todo. Sobre esta consola, arriba, está la pantalla para ver el resultado del trabajo, que lamentablemente en el Teatro Cervantes resultó pequeña en proporción a la sala,;al menos esa fue la percepción generalizada, aunque no sabemos si esto fue deliberadamente escogido por el grupo.
En esa misma estación central comienza el “operativo títeres” de Feral, y desde allí también penden de una estructura, lámparas tipo arquitecto, con movimiento para ir alumbrando las zonas y creando contrastes lumínicos, además de revelar en tiempo real texturas, proveer dramatismo a las escenas y generar profundidades en varios planos de representación de esta realidad contemporánea. La historia se muestra, lo mismo de frente de los edificios, como dentro de las habitaciones de las casas y los espacios que conforman esta ciudad que comienza en un simple despertar de la memoria de la protagonista, y va creciendo en intensidad por lo que acontece en la urbe, hasta llegar al estallamiento social y la confrontación de una dictadura militar en la que se enfrentan ciudadanos y un cuerpo de granaderos que intenta sofocar el levantamiento en masa.
Arte de la transición
Uno de los ejes temáticos del FIC es la ciencia del arte y el arte de la ciencia. Otro es el fenómeno de la transición como proceso individual y colectivo del cambio permanente. Sea en lo social, en las tradiciones, los valores o la ecología y la propia tecnología, estamos ante un momento donde todo puede ser transformado, trastocado por líneas de intersección que convierten la realidad en un agente móvil de realidades diversas y diversificadas. Feral es, sin duda, un espectáculo que responde notablemente a esta nueva forma de asumir la sensibilidad creativa, en un nuevo orden de ideas que buscan el equilibrio entre la realidad y la ficción, y entre la artesanía y un arte actual altamente tecnologizado.
Si antes Bertold Brecht revolucionó el teatro rompiendo el involucramiento emocional del espectador con el llamado “distanciamiento brechtiano”, que hacía un paréntesis en medio del drama para concientizar al público de lo que acontecía en el escenario, este espectáculo lo hace a su manera, de forma contemporánea, pero en una visión donde hace al público partícipe de este complejo know how que es desarrollar una animación.
Una imagen, una lengua, una gramática para un nuevo mundo
Todo está a la vista de nosotros para valorar ese momento “mágico” en que la historia pasa de una simple idea (vemos inicialmente al actor haciendo sus dibujos primarios y preparatorios en una hoja en blanco), la “hoja en blanco de Mallarmé”(espectáculo ideográfico de una crisis), para después ir desarrollando un story board de donde se desprende el guión de las secuencias de la animación y saltar a lo que será propiamente el cine digital en movimiento y observar su construcción en tiempo real.
Tal vez para el público adulto que no está habituado a ver la belleza de estas nuevas lecturas de la realidad creativa, Feral haya sido algo “poco emotivo” o incluso hasta “pesado” de ver en los 55 minutos que dura la función. Sobre todo porque esta estética en transición que desvela nuevos recursos imaginarios, lo hace desde la observancia del vehículo mismo de la tecnología que se integra al discurso de la historia; lo que hay que ver como un portento y no como un estorbo de la ficción. Lo cierto es que ya no es al público al que está dirigido este trabajo, porque quizá este espectador, que si bien nos va es un migrante digital y no un nativo digital, está acostumbrado a una convención teatral que resguarda la mecánica teatral, el cómo, la complejidad del montaje, para ser solamente hechizado con el resultado y no con esta transición de mostrar el modus operandi del espectáculo, donde se gesta una imagen al tiempo que una lengua y una gramática para subrayar la estética de un nuevo mundo.
Ruptura de paradigmas
No obstante, hay que ver el gozo del público más joven, el deslumbramiento, el ánimo que generó en quienes su lenguaje habitual –casi en cualquier aparatito portátil– es jugar a hacer animaciones de todo cuanto imaginan. Este teatro-cine-animación es lo más próximo a su realidad cambiante. Es una salida perfecta a su imaginario; es encontrar un referente en la “alta cultura” de lo que los chicos hacen cotidianamente, pero con la maestría de un laboratorio de alta tecnología que concreta en la realidad, esos sueños y aspiraciones de dar vida al universo dibujado que se alza desde una hoja de cuaderno.
Así que la historia responde a este momento de transiciones que viven los creadores, sean músicos, bailarines, teatristas, escritores o artistas visuales, porque estamos ante un proceso histórico de ruptura de paradigmas. En un cruce de caminos donde se hace –literalmente– “camino al andar”. Las versiones sumarias respecto a lo que sí y a lo que no en el arte, son hoy más que nunca una senda no sólo fangosa, sino un blanco móvil en el que un día aparece en una parte y al siguiente ya se encuentra en otro lugar.
Estamos ante la presencia de una transformación total en la sociedad, los modelos que se regían antaño por cartabones casi inamovibles en el quehacer estético hoy saltan hechos añicos en una superposición de estilos, técnicas, poéticas y búsquedas colectivas y personales, que incluso se hacen evidentes hasta en los aspectos más íntimos, con la factibilidad de los transgéneros sexuales y estéticos.
Estamos pues en ese momento polisémico numen de lo que no permanece, del efecto de lo efímero contra la estructura sólida de lo sumario, estable y eterno. Y es justo en ese fino portal entre lo esencial del hombre y lo que está cambiando que Feral demuestra su eficacia en su inteligencia emocional y tecnológica, haciendo un guiño sustantivo de atención al mundo, donde parece que se nos deshoja la vida entre los dedos, arrancada como “si fuese nada” de un sencillo cuaderno de espiral.
Feral se presenta el 20 y 21 de octubre a las 20:00 hrs. en La Teatrería.