Útil, oportuna, sintetizada, precisa, puntual, clasificada pero –sobre todo– necesaria. Así es la memoria Teatro UNAM, 2008-2015 que acaba de publicar la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM, a través de la Dirección de Teatro, que este mes termina su ciclo con Enrique Singer a la cabeza, en colaboración con la gestión del doctor José Narro Robles como rector saliente de la Máxima Casa de Estudios.
Teatro UNAM, 2008-2015 es un compendio de 185 páginas que da cuenta de las actividades y la programación completa de este episodio teatral en la Dirección de Teatro, con las diversas producciones que se presentaron, entre las que se cuentan las de los festivales de teatro universitario, de la Red de Teatro Estudiantil Universitario, del Carro de Comedias, los ciclos de conferencias, las incubadoras de los grupos de teatro, del Club de Entusiastas para culminar, la primera parte, con el testimonio del Aula del Espectador.
En la segunda parte se encuentra un listado cronológico pormenorizado con las fichas completas de las obras, y es en esta diversidad de propuestas, estéticas y modos de producción donde mejor quedan evidenciados en estas páginas, el abanico y la pluralidad de los artistas y equipos de realización que se presentaron.
Una definida ruta teatral fue perfilando su vocación cada temporada con curadurías y proyectos que apelaron a distintas preocupaciones y temáticas, definiendo asimismo los espacios propios con los que cuenta el Centro Cultural Universitario y el Teatro Santa Catarina en Coyoacán, además de las giras extramuros que supone el trabajo del Carro de Comedias.
Tal como lo señala Enrique Singer en la presentación, la UNAM ha sido un bastión del teatro mexicano desde su fundación hace cien años, y dentro de la Universidad la “expresión teatral es muy amplia y variada, y requiere de estudiantes, egresados, profesionales e interlocutores capaces de afrontar los desafíos artísticos, administrativos, de producción y gestión cultural propios de nuestro tiempo”.
Este compendio servirá como un documento testimonial del trabajo de todas y cada una de las personas que formaron parte de esta gestión, y de lo que se hizo en estos dos periodos en colaboración con Enrique Singer, gracias a su experiencia de productor, creador y funcionario, director de una política cultural que dio orden y concierto a los diferentes programas que conforman el Teatro Universitario desde este bastión promotor. Si algo caracteriza la totalidad vista en conjunto de dicha labor es un estándar de calidad y una oferta múltiple, para un público también ya muy diversificado.
Una máxima de sabiduría para la Máxima Casa de Estudios
He aquí donde la retórica no tiene cabida, porque los hechos hablan por sí mismos: los elencos, la dramaturgia, los tipos de producciones, las estéticas y los objetivos de cada temporada y de cada plataforma de realidad teatral en diferentes categorías están aquí hablando por sí mismos. Su clasificación facilita no sólo la consulta, sino ‘ver en planta’ la arquitectura de una gestión que no dejó nada al azar, que estuvo presente todo el tiempo cuidando los frentes más importantes que le ocupan a una Dirección como la de Teatro, en el ánimo de una inclusión factible, para que no haya dudas de que se abrió el espectro de posibilidades teatrales. Y más allá de encasillarse en un viejo modelo que identificaba al teatro universitario, hoy en día los derroteros de la propia UNAM han cambiado notablemente y la Dirección de Teatro no tendría porqué no hacerlo. En consonancia con éstos, se fue configurando de una manera en la que hubo que responder a nuevos retos basados en la oferta y la demanda, para satisfacer a un público, más allá del intramuros y en una realidad social y económica contemporánea trascendiendo todo romanticismo setentero, líneas de mercado sostenible, lo que nunca antes se había planteado la propia universidad.
Subrayar esta distinción, me parece importante porque tuve algunas conversaciones con Enrique Singer al cuestionar si no se estaba “pervirtiendo” el sentido original de una Dirección destinada prioritariamente a atender, por sobre todas las cosas, las iniciativas de los profesionales de casa, a partir de los semilleros que tiene la UNAM en materia de educación teatral. Me refiero, desde luego, a dar entrada o “pase directo” a los egresados tanto del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras, como a los del Centro Universitario de Teatro, por encima de otros actores o personal y producciones que no fueran de la Universidad, Singer manifestó su empeño por abrir el espectro con sobradas razones.
Así pues, no obstante que el resultado exitoso de algunas producciones no fue lo esperado, como fue el caso La Tempestad dirigida por Salvador Garcini, con la actuación estelar de Ignacio López Tarso, donde dicho sea de paso, para sorpresa de muchos, incluida yo, el primer actor solo rebasó la dirección, la propuesta y hasta a los actores tanto del CEA como del propio CUT, lo que tornó esta puesta, en otro sentido, memorable para una personalidad como él, ya que fue una forma metafórica de “despedirse” de las tablas.
Más allá del anecdotario crítico de dicha propuesta, estaba en tela de juicio si la Universidad debería o no dar entrada sólo a artistas que fueran alguna vez estudiantes de la UNAM y establecer un “cerco” a lo que no formara parte de dichas filas, como alguna vez sucedió con los propios centros educativos y las producciones y teatros desde los años 70 u 80. Pero la realidad ha demostrado una máxima de sabiduría, en tanto que la Academia de la Máxima Casa de Estudios ha echado mano de una planta docente de todas latitudes educativas, mostrando justamente su apertura y universalidad de oportunidades, en aras de una política democrática incluyente, por lo que esa visión contraria caería en una especie de “chauvinismo” universitario sectario.
Ante esta nueva visión se fueron perfilando las producciones con mayor cuidado; no obstante, parte de esa libertad hizo que no hubiera una línea definida en cuanto a los modos de producción y censura en las propuestas, lo que sin duda es notable, porque, tal como sucede “en la viña del Señor” hubo de todo. Es decir, no existe estrictamente un bloque monolítico de propuestas y tendencioso en la expresión estética. Podemos observar, desde obras de cierta raigambre convencional, como resultó ser el montaje de Garcini (septiembre-noviembre de 2011), hasta obras que rompieron el paradigma de cualquier referente hasta ahora en otros teatros de México, como El Lado B de la materia de Alberto Villarreal (agosto-diciembre de 2013), y en fechas recientes Reincidentes de David Gaitán y Alonso Ruizpalacios (junio-julio de 2015).
Sería ocioso enlistar aquí los montajes, actores, directores, dramaturgos, vestuaristas, escenógrafos, luminotécnicos, etcétera, dado que para eso está esta memoria, que siendo una publicación sobria y bien organizada, servirá para que se pueda analizar con calma, y con la misma acuciosidad con la que ha sido recopilada hacer una lectura a fondo de lo que, hasta ahora, pudo haberse “leído” de forma incorrecta o incompleta como una mera percepción de los hechos. Es decir, algunas afirmaciones sin fundamento suelen ser incisivas pero indemostradas, a la hora de dictaminar sentencias cuando se trata de “señalar” que hubo, o no, favoritismos en la elección de quienes formaron parte de este momento histórico de la universidad en materia de teatro.
Teatro de selección
Una gestión cultural selectiva es siempre lo más equivalente a una antología. Es impensable creer que se puede meter todo y a todos en una selección espacio-temporal, porque está supeditada a múltiples variables, desde los recursos a la disposición, hasta las condiciones de disponibilidad, así como los factores que tienen que ver con quien se suscribe a las propias convocatorias de participación en tal o cual subsistema curatorial. Es decir, si el plan de un gestor a la cabeza ha presentado un proyecto que ha sido aprobado por su factibilidad en un ámbito que no se somete estrictamente a votación, sino a la consideración de un grupo que marca el sello de una rectoría, es entendible que esa sea la ruta a seguir y que los cambios se van dando e integrando con el colectivo, pero las decisiones no están estrictamente sometidas al “gusto” de ninguna facción específica, incluyendo la propia comunidad interna de teatristas, sino que atienden a factores de un todo en el que juega el rumbo mismo del conjunto de la institución universitaria.
La gestión, promoción y difusión cultural han encausado su trabajo para una derrama superior y de mayor alcance que la de sus propios trabajadores, estudiantes y maestros; de no ser así, no tendría precisamente ese liderazgo en una sociedad amplia, abarcadora y necesitada de que la UNAM siga siendo un espacio que auspicie la reflexión, la crítica, el análisis y el coloquio con todos los sectores de una sociedad que tiene voz y resonancia en el acogimiento de una institución como ésta.
Pero volviendo a la edición de la memoria, cabe decir que su diseño es muy básico y sin derroche de materiales; se puede decir que la publicación se deja ver, y si bien no está profusamente ilustrada, sí da cuenta de su reseña gráfica; y aunque dan ganas de que este fichero estuviera comentado, la edición cumple cabalmente su cometido: ser un testimonial debidamente presentado de ocho años de trabajo y de todo el acontecer que dio vida teatral a propios y extraños con una gran dignidad y con un sentido de orientación de quien supo llevar a buen puerto una visión que posibilita que el teatro siga siendo tema de creación, de conversación, de reflexión y análisis, además de tema de crítica y de goce; porque nunca el arte ha sido mero constructo intelectual sino convivio, como nos lo hace saber siempre Jorge Dubatti en sus innumerables y fructíferas pláticas y citas con la filosofía de fondo y forma del teatro como retroalimentación y como fenómeno humanístico de encuentro humano.
Retos cumplidos y programas principales
En la misma presentación de la memoria se hace hincapié en que, a partir de 2007 y hasta la fecha, la Dirección de Teatro ha fortalecido y apoyado las áreas no sólo de la Curaduría, sino de Apoyo a la formación del estudiantado, con acciones que contemplan actividades que además de fortalecer las que se promueven en las escuelas de teatro, suman otras para el resto de las facultades y escuelas de toda la Universidad.
Otros programas como Incubadoras, proyecto a la autogestión administrativa y artística y El Festival Internacional de Teatro Universitario, así como un esquema en la creación y organización de públicos, así como la iniciativa de diseño de una nueva imagen, forman parte de esta visión de conjunto de la Dirección de Teatro, que dio personalidad y sentido a las acciones coordinadas en la función de impulsar el teatro en todos sus frentes.
La Red de Teatro Estudiantil que asesora grupos dentro de la Universidad, El festival de Teatro Estudiantil que fomenta el sano concurso de escuelas que creció y se convirtió en un verdadero foro de debate y encuentro de temas y asuntos de importancia capital para el teatro, así como el trabajo de una iniciativa sistematizada para el público conformado en el Club Entusiasta de Teatro UNAM, amén del Aula del Espectador y el no mencionado pero llevado a cabo concurso de crítica de teatro, Criticón, conforman este gran ciclo que ha dado frutos muy saludables a la institución, y ha consolidado la estrategia de sumar al teatro los distintos niveles de lectura y realización en conexión con el todo cultural que fomenta y promueve la Dirección de Difusión Cultural.
Un reconocimiento público pues, al maestro Singer y a su equipo, a todas esas personas que día con día tras los escenarios y desde el proscenio de la administración, la producción y en general desde todos los frentes que hacen marchar este gran proyecto como un reloj, tal como acontece en cada función, lo que me anima a invitarlos a que se revise y se reflexione, con esta memoria testimonial que es Teatro UNAM 2008-2015, el estado actual de su teatro.
Cuando una labor reúne tantos aciertos, lo único que queda por decir es que quien asuma la Dirección de Teatro encontrará mucho por continuar, y un gran reto por mantener e inaugurar nuevos derroteros, para seguir elevando la indiscutible calidad que el teatro universitario ha tenido siempre y ha significado para el país, como punta de lanza que es, de las mejores producciones de teatro que se llevan a cabo en las filas institucionales de carácter académico y público.