Arte y Cultura

#ElTelónDeLaDiabla Ubu un gobernador con antojitos de poder

Gordo, mofletudo, narigón, vulgar, grotesco, bilioso, vengativo, soez, avaricioso, rapaz, cobarde, oportunista, trepador, cretino, prepotente, cruel, traidor, enfermo de poder, y para acabarla, estúpido.

Así es el personaje del Padre Ubú, de la emblemática obra Ubú rey, la obra cumbre de Alfred Jarry, trasladada en esta ocasión a la realidad morelense, aunque ya sabemos que “todo parecido con la realidad es mera coincidencia…”.

Óscar Flores lleva a escena este clásico del teatro universal, que delata los abusos del poder y la inquina entre un ser innoble y su relación con las huestes que conforman un reino –Polonia, Morelos, da igual–, basándose en esa realidad aumentada que sugiere este gran guiñol y que hoy, como trama  e intriga política, está más vigente que nunca en México.

En Ubu un goberndor… un presidente municipal es el Padre Ubú (Óscar Flores), quien con su no menos avariciosa y siniestra mujer, la Madre Ubú (Esther Orozco), pretenden llevar a cabo un golpe de Estado y usurpar la silla del gobernador en turno, para luego, quizá, urdir un plan más maquiavélico y lanzarse a la presidencia de la República…

Eso lo intuimos, porque la obra esboza este aspecto inicial donde vemos a este sátrapa envalentonado con su Mando Único haciendo de las suyas y robando a sus vasallos con violencia, y operando extorsiones a cambio de sumas estratosféricas de dinero, ya que de lo contrario suele cortar –literalmente– las cabezas de aquellos que no se someten a sus caprichos o se interponen en su salvaje, feroz y ascendente carrera política. No se deshace de un rector universitario mandando secuestrar a su hija, porque en la trama no hay un personaje que se adecue a esta figura, pero la metáfora de la prepotencia y la impunidad son suficientes. Ya sabemos que, al buen entendedor, pocas parodias teatrales.

Parodia sobre ambición y poder

El Ubú de la Compañía SextoSol, fundada en 1993 en Cuernavaca por Óscar y Sergio Flores Acevedo, ha elegido un momento clave del fallido estado de Morelos para denunciar lo que está a ojos vistas. Y como si fuera su puesta un homenaje a otro clásico, El traje nuevo del Emperador de Hans Christian Andersen, nos muestra sin cortapisas y al desnudo el ridículo y la ignominia de un gobernador errático y megalómano, actuando en contra de un pueblo sometido a sus arbitrariedades. Muy parecido a lo que sucede en materia de inseguridad con Morelos, sometido al terror de un sistema que oculta la desfachatez con la que Graco Ramírez, el Gobernador Constitucional del Estado,  y su equipo de Gobierno, se han manejado, desatendiendo sus principales obligaciones y en cambio se han abocado a depauperar las instituciones –sin pies ni cabeza– con funcionarios ineptos en su dirección. Tan solo hay que ver que la Secretaría de Cultura es una burla, con Cristina Faesler de titular, parapeto, según se dice, de las decisiones tras bambalinas de la Madre Ubú, digo, de Elena Cepeda, esposa del gobernador, quien es la verdadera artífice de las políticas culturales. Eso explicaría que a Faesler se le vea despachando en Coyoacán, donde vive, en vez de estar en las oficinas del centro de Cuernavaca.

Es sabido ya por muchos que no sólo no contesta los correos y las propuestas que la dirección de enlace con los Estados del INBA le envía, sino que no recibe a nadie. Que mientras la delegación de artistas, se fue sola al 43 Festival Internacional Cervantino como estado invitado, la señora Faesler mejor estaba comprando su boleto para ir a ver el concierto de Sting en la Arena Teques, dejando en manos de improvisados “productores” la representatividad oficial y oficiosa que toda autoridad cultural debiera tener para con sus creadores, a quienes la Secretaría DEBE servir, y no servirse de su puesto para hacer espectáculos y emulaciones de difusión y promoción cultural, como si estuviera en el Zócalo de la Ciudad de México. Para muestra de ironía basta un botón.

En un espacio gubernamental como el de la Cultura, sirve como ejemplo para hacer notar cómo esta clase de prepotencia de un gobernador que mete a toda su familia a trabajar en la administración, sin dejar laborar al talento y la experiencia de gente que conoce la realidad interna desde hace años, afecta el rumbo de toda una entidad.

Hay que recordar que, si hay una población concentrada en Morelos, es la de intelectuales, artistas y creadores renombrados, y que forman parte en la estadística nacional que ostenta el mayor número de doctorados en el país, y muchos de ellos se encuentran en la también –mayoría– de centros de investigación de la República Mexicana. Esto únicamente para subrayar que personas en el estado capacitadas y con cultura sobran, pero que han confinado su propio interés por involucrarse en el arte y la cultura, no solo por estar a una hora de la Ciudad de México, el corazón de todo lo ‘progre’, tal parece, sino porque no dan opciones laborales ni de vida cultural en esta ciudad convertida en tierra de nadie, terruño cada vez más azotado por el narco, los secuestros, las extorsiones, el robo con violencia, los feminicidios, el desempleo, la falta de infraestructura económica, la equidad social y los derechos humanos.

Así que este Ubú de Óscar Flores, nos sirve como un catalizador para transmutar la inanición política, social y cultural en la que nos encontramos, sobreviviendo bajo la bota de un poder que “ni nos ve, ni nos oye” (a la vieja usanza priísta), pero sí nos reprime y nos sojuzga.

No obstante, dejar que la obra corriera toda su suerte a plegar el argumento para magnificar los errores de un gobernador sería desperdiciar el talento de un grupo muy aplicado. Afortunadamente, el planteamiento didáctico de esta obra deja de lado la parte anecdótica, para centrarse en las fauces de un argumento que va dibujando nuevos perfiles y personajes con gracia y soltura, a medida que transcurren las escenas y lo que brilla es el genio de Jarry y el histrionismo del equipo actoral.

Escenoplástica y actuación

Así, en la convención del teatro de máscaras, el guiñol y la sátira del teatro del absurdo, SextoSol, una compañía particularmente orientada a fusionar las artes escénicas y las artes visuales, mantiene su sello logrando que toda la historia suceda en un espacio de elementos escenoplásticos muy sencillos: bancos de madera, guacales, palos de escoba y ganchos de ropa, convertidos en versátiles accesorios multimodales, en los que los personajes sitúan sus principales acciones.

Uno de los hallazgos más expresivos, de gran valía estética y logro escénico es la combinación de las expresivas máscaras y el atrezzo a cargo de Rocko Flores, quien demuestra su gran talento como creador visual, además de ser un buen actor, quien interpreta al Gobernador Faustino, al Gobernador Alexis, a Cornelio, un Soldado, el Fantasma de Matías del Castillo y un Edecán, de manera fluida y orgánica.

En el caso de Jorge Betancourt (Procurador Vergara, Saturnino, Pascualovich, Soldado) ratifico mi apuesta por un actor al que conozco desde sus inicios como alumno de la escuela laboratorio La Rueca, en el extinto Centro Cultural Dragón de Jade; a mi juicio, uno de los grupos de mejor preparación teatral en el estado, lástima que su concepto no ofrece una constancia teatral hacia al público como se requiere.

Jorge ha crecido enormemente en su trabajo, es visible su preparación corporal; sus años de training fructifican con éxito esta ocasión, porque es capaz de transformarse de un personaje a otro limpia y vitalmente, conectando de inmediato con el espectador.

En el caso de Esther Orozco (Oso, Soldado), no existe desperdicio; su papel de Madre Ubú está en la tesitura de lo que se espera del personaje, y su larga trayectoria como actriz le permite desenvolverse con total profesionalismo. Consciente de la adaptación de la obra, no obstante, nunca soslaya que su personaje es esencialmente una arpía con ínfulas de gran reina, que es tan tramposa y avariciosa, que no tiene empacho en manipular a su marido, al tiempo que ambos se desprecian mutuamente, aunque trabajen codo a codo, para robar las arcas de la nación y repartirse el botín.

Por último, Óscar Flores, en el papel de Padre Ubú, o ese Ubu estilo precioso ‘gobernator‘ de peripatética fantasía patafísica, que se le parece mucho al gober del PRD, es un muy buen director que ha estado en el estreno más preocupado por su grupo y los pormenores de la función, que por pulir su propio personaje. Un típico equívoco (menor, pero notorio) de los directores que dirigen y actúan al mismo tiempo. Tuvo momentos realmente puntuales, me parecía estar viendo a Gerard Depardieu en escena (sin exagerar); su máscara guiñol favorece incluso su parecido, pero hubo distracción y, a ratos, se lo come su tradición de clown, de animador de teatro de calle, y quizá necesite una purga de lo que mejor sabe hacer. Es decir, creo que llegó la hora de depurar sus recursos histriónicos que amenazan con encasillarlo en el cliché de lo que ya es su “zona de confort actoral”, con soluciones algo manidas para conquistar al respetable y lanzarse a nuevas aventuras escénicas, antes de que termine purgando la condena de esos grandes actores y actrices que, cuando uno los ve, siente que se quedaron en el “viaje” de sus personajes más grandes. Léase lo que sucedió con Ofelia Medina luego de Frida Kahlo, Susana Alexander de su Madre Judía, Kate del Castillo con su Reina del Sur, con actuales y peligrosas consecuencias…

Porque conozco la trayectoria de Óscar Flores desde 1997, un teatrista emprendedor que se desempeña como tal desde hace 30 años, lo que explica haber sido becado por el gobierno Francés y el INBA a nivel posgrado para realizar estudios en L’Ecole Jacques Lecoq en París en los años 80, y actualmente ser becario del FONCA por su trayectoria; me puedo permitir –con cariño y respeto– lanzarle este reto público, dado que Morelos necesita más actores como él, más equipos de trabajo como la Compañía SextoSol, puestos al día. Y también de un espacio como el de La Morada, cuya característica es que la familia Flores hizo de su espacio particular, su propia morada, un centro cultural, y eso habla de que en ese lugar lleno de vegetación y follaje, con un escenario que tiene cuando menos unos 10 o 15 metros de frente, cuente además con un hostal, con clases de yoga y pilates, y diversas actividades artísticas, además del teatro, que arropan a propios y extraños en la ciudad de Cuernavaca con gran bonhomía.

Ubu un gobernador con antojitos de poder se presentará una vez al mes en Calzada de los Reyes 42, Tetela del Monte, y se requiere reservar con antelación al 3174161 o al correo lamoradacuernavaca@gmail.com porque, aunque usted no lo crea, se llena, y no dude ni un minuto que la catarsis teatral vale su precio en oro.

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