Arte y Cultura

En esto ver aquello… o un día en el parque

 

Sin volver la cara, pregunte:

-¿Qué quieres?

-Sus ojos, señor –Contestó la voz suave, casi apenada.

                                              

                                                                      El ramo azul

                                                                      Octavio Paz

 

 por Eduardo Pérez

@eduardo_dice

Siempre me ha parecido que la imagen de Octavio Paz se ha solemnizado en este país; tal vez por la necesidad de crear ídolos, o por la necedad de algunos profesores de no profundizar en su obra y no transmitir la esencia de ella a los jóvenes.

No puedo decir que lo que escribo sea una certeza. Sin embargo, la respuesta de los usuarios de las redes sociales ante los posts y tweets que publicamos aquí en Arte y Cultura, no fue la que yo hubiera querido, lo cual refuerza mi muy personal teoría.

Ayer, en la inauguración de la exposición En Esto Ver Aquello. Octavio Paz y el arte, el Museo del Palacio de Bellas Artes estaba abarrotado. Lo que se contrapone con mi teoría inicial.

Estaba tan lleno que las edecanes nos enviaron a otro piso a recorrer la exposición, rompiendo por completo el orden planeado para la muestra.

No es una queja. Realmente, para mí fue una fortuna que pudiéramos romper la regla, y lo agradezco profundamente. Lo hago porque eso me dio permiso de ser libre. Usaré ese permiso de libertad para describir mi experiencia en el Museo del Palacio de Bellas Artes.

¿Recuerdan la primera vez que sus papás los llevaron a Chapultepec o al parque? ¿Recuerdan la primera vez que vieron tantas cosas atractivas reunidas en los andadores de ese lugar? ¿Recuerdan la sensación de ver tantos algodones de azúcar juntos y tratar de alcanzar un hilo de caramelo que salía desprendido de la máquina que les daba forma? ¿Recuerdan el sabor de ese primer encuentro afortunado con el caramelo en el aire?

¿Recuerdan haber visto tantos globos de tantos colores, que uno podía pensar que en cualquier momento el hombre que los sostenía podía elevarse hacia el cielo?

¿Se recuerdan a ustedes mismos persiguiendo burbujas de jabón en el aire, impulsadas por el aliento de su papá o su hermano?

¿Recuerdan la primera vez que entraron al Museo de Antropología y vieron esas figuras impresionantes que no dejaban de verlos?

¿Recuerdan el primer dibujo que hicieron después de volver de esa visita a Chapultepec?

¿Recuerdan esa emoción tan grande que los invadió el resto del día, y que incluso los hizo tener el recuerdo durante el sueño de la noche?

¿Lo recuerdan?

Eso sucede en En esto ver aquello, Octavio Paz y el arte; sucede algo mágico, lleno de color, de imágenes, de sensaciones, de obras que hemos visto antes, de obras que no hemos visto antes en vivo, pero que nos encontramos unos años después.

La sensación de la primera experiencia en el centro de la felicidad es inigualable; el volver a vivirla es simplemente asombrosa.

El folleto de la exposición tiene otra cita de Paz: “Esto nos deja ver aquello y, a veces, esto se transforma en aquello”.

La, tal vez incoherente, analogía que hago entre el primer día que pasearon por el parque y la exhibición En esto ver aquello, es la más clara muestra de que el arte bien puede ser un día en el parque.

Es necesario que vayan a ver esta exposición, y que si tienen hijos, los lleven con ustedes. Y cuando lo hagan, entréguenle sus ojos a la muestra, a esa voz suave, casi apenada que se parece tanto a la voz de Octavio Paz.

 

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