Arte y Cultura

En memoria de Derek Walcott, Premio Nobel de Literatura 1992

El poeta Derek Walcott, Premio Nobel de Literatura en 1992, falleció este viernes 17 de marzo en su natal Santa Lucía a los 87 años. En su memoria, recuperamos esta entrevista, publicada en el periódico Excélsior en abril de 2008.  

Los parajes tropicales de la isla antillana de Santa Lucía, país natal del poeta Derek Walcott (1930), inspiraron varios de sus poemas.

“Lo que vagamente recuerdo es una línea de arena blanca y vetas en la caoba de rostros curtidos y guijarros que murmuran en un río pedregoso”, escribió en Cul de Sac Valley (III), que describe aquellos espacios en los que creció en la ciudad de Castries.

Sin embargo, actualmente esos escenarios se han convertido en la principal atracción turística, situación que alarma al escritor que recibió el Nobel de Literatura en 1992.

Photo by Horace OvÈ, giclÈe colour print, 2003. http://images.npg.org.uk/800_800/7/1/mw79471.jpg

“Se ha vuelto demasiado turístico, excesivamente. Me preocupa mucho porque el turismo deja a un lado a la población. (El gobierno) se preocupa más por los visitantes, y si dedicas tu filosofía económica a escuchar a la gente del exterior, rechazarás a la gente local”, lamenta.

Si bien el poeta reconoce que puede haber beneficios económicos, dice que no es justo que las playas ahora parezcan ser propiedad de los viajeros.

“No me gusta que eso le pase a mi isla. No me gusta lo que está pasando. Sueño con que la gente que maneja al país lo haga mejor y no se deje llevar por las tentaciones del turismo, que es una cosa malévola si no se controla bien”, considera.

Walcott percibe esa situación también en México, ciudad a la que llegó para recordar a su colega Octavio Paz en un homenaje por el décimo aniversario luctuoso en el Palacio de Bellas Artes, y para leer una muestra de su trabajo en el Museo Nacional de Arte.

“Octavio fue una persona hermosa, en su paciencia, en su voz. Fue muy amable, un hombre muy dulce. No lo conocí muy bien, pero durante ese corto tiempo fue un hombre generosos de espíritu, parecía no tener ningún tipo de envidia o arrogancia”, afirma.

Walcott aún vive en Santa Lucía. Recuerda que se inició desde temprana edad en la literatura, apoyado por sus padres.

“Mi padre escribía y mi madre era maestra. Empecé escribiendo poemas a los nueve años y mi mamá siempre me alentaba, mucho, entonces supe que debía continuar con la labor de mi madre. Eso sentía al escribir”, dice.

El autor de obras como “Omeros”, “Verano” y “La abundancia”, quien publicó su primer poema a los 15 años, admite que parte de su vida cambió cuando recibió el Nobel, “por una obra poética de gran luminosidad, basada en una visión histórica que es el resultado de un fecundo mestizaje cultural”.

“No fue una gran sorpresa porque el año anterior había un rumor muy grande de que sería para mí. Pero aún así es una cosa tremenda que pase. Desde que sucedió, el teléfono no ha dejado de sonar, recibo numerosas invitaciones y he estado muy ocupado”, cuenta.

Eso, abunda, lo ha hecho viajar mucho. “Es el precio que hay que pagar por el Nobel: viajar. Pero no disfruto tanto el viaje como la llegada. Tiene la ventaja de poder conocer a otros escritores o artistas”.

Aunque en el fondo, el también dramaturgo sabe que todo sigue igual. “Tengo los mismos amigos, vivo en Santa Lucía que no es tan grande, y mi vida no ha cambiado tanto. Pero así es la vida, no hay un gran contraste entre cómo vivía antes y ahora”.

Walcott ha publicado unos 20 libros de poesía, escrito más de 30 obras de teatro y un sinfín de ensayos en torno a temas como el mestizaje y la búsqueda de identidad.

Y, para él, cualquier terreno literario es cómodo pues, dice, “todos parten de la poesía”.

“Siempre quise escribir poesía, es lo que espero hacer mejor y lo que he hecho toda mi vida”, comenta.

Pero, cuando se le pregunta si es que en verdad ha hecho todo lo que ha deseado, responde entre risas:

“Nunca he bailado con Jennifer López. Es broma. He hecho todo lo que he querido”.

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