Por Héctor Fabricio Flores
“I was trying to make art that my son could look on in the future and would realize I was thinking about him very much… but to also embed in these things something that is bigger than all of us.”
Jeff Koons, 2009
Sin duda Jeff Koons es una de las personalidades más interesantes del mundo del arte en la actualidad. Para promocionar sus obras ha empleado lemas provocativos y que se debaten entre la ironía y el fascismo, como “explotar a las masas” y “la banalidad como sabiduría”. Sus piezas adornan algunos de los museos y galerías más importantes del orbe, como el Guggenheim de Bilbao, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Galería Nacional de Arte de Washington, el Museo de Arte Moderno de San Francisco y la Tate Gallery de Londres. Además, se venden en decenas de millones de dólares. Resalta en ellas la monumentalidad, el brillo, lo explícito y el contenido nostálgico e infantil. ¿Por qué?
Tras años de haberse graduado de la escuela de artes del Instituto de Chicago, comenzó a adquirir fama con representaciones de “banalidad” en las que era posible encontrar a figuras del pop, como Michael Jackson junto con su mascota, Bubbles.
“Para mí Michael Jackson ha servido como una especie de autoridad espiritual que podía ayudar a las personas a sentirse seguras con su cultura, cualquiera que fuera”, ha declarado el artista sin omitir subrayar lo difícil que fue hacer una representación del cantante, debido a las muchas cirugías plásticas a las que se sometió.
Vida y carrera del artista estadounidense nacido el 21 de enero de 1955 chocarían entre sí durante la década de 1990. Decidido a protagonizar una serie sobre el amor, buscó a una famosa estrella porno nacida en Hungría y apodada “Cicciolina”, o “cariñosita” –quien además ocupaba un sitio en el parlamento de su país adoptivo– para realizar varias pinturas y esculturas, tituladas Made in heaven. El propio Koons declaró haber “contratado” a quien poco después se convirtió en su esposa.
“La contraté a ella y a su fotógrafo… Quise que usara los mismos atuendos, porque se trataba de un ready-made.”
Pero ella no resultó ser el ready-made que él pensaba. Después de un breve matrimonio, comenzaron a tener problemas, incluso antes de que su primogénito naciera. Entonces la relación se tornó una disputa por la custodia del niño, la cual Koons terminó por perder. De las obras totalmente explícitas que Koons había hecho “en el paraíso” con la “Cicciolina”, muy pronto se halló ideando piezas a través de las cuales comunicarse con su hijo.
“Trataba de hacer arte que mi hijo pudiera mirar en el futuro, por medio de la cual se diera cuenta de que pensaba mucho en él durante aquellos años”.
Así es como Koons se ha referido a varias de las obras que lo han hecho más famoso, como Party Hat, Puppy, y las series Celebration y Popeye, cuyas piezas han alcanzado precios superiores a los 50 millones de dólares.
Por una parte es posible encontrar frivolidad y banalidad en las obras de Koons; pero también se les puede ver como piezas cargadas con la pasión de sus amoríos en el “paraíso” y la infinita nostalgia por su primogénito. Después de aquel matrimonio con la “Cicciolina”, Koons desposó a Justine Wheeler, quien trabajaba en el estudio del propio artista, como colaboradora en la elaboración de piezas monumentales. Ahora tienen seis hijos.
Uno de los trabajos más recientes de Koons está dedicado a las víctimas de los atentados terroristas ocurridos en París en noviembre de 2015. Como para reforzar la nostalgia y añoranza por lo que dejó se ser, se le planea instalar en la plaza que está afuera del Museo de Arte Moderno de París en el transcurso de este 2017.