Hay algo que todas las personas que nos dedicamos al sector creativo tenemos en común: las miles de ideas que nos surgen todas las noches para crear o mejorar un producto o servicio, y que visualizamos concretar algún día. Esa idea maravillosa que siempre imaginamos para hacernos de una marca, y por qué no, generar empleos y por lo tanto, ingresos.
Ya sea que trabajemos para nosotros mismos o para el proyecto de alguien más, todos hemos pasado por algún momento de creación y entonces, el entusiasmo nos arrebata, imaginamos logotipos, locales, clientelas, websites, procesos, etc. Todo sucede tan rápido que vemos la idea realizada en menos de 10 minutos, pero ¿por qué nos detenemos?
Joy, dirigida por David O. Russell, es una película que retrata la historia de vida de una chica, inventora del “mop milagroso” (Miracle Mop) en los 90. Podría ser la historia de cualquier persona que levanta una empresa desde cero; sin embargo, esta cinta retrata de forma muy digerible el peor enemigo que todo emprendedor tiene: la rutina.
Y es que, a pesar de que los libros, revistas, y artículos nos cuentan que el miedo es uno de los principales factores de fracaso de los emprendimientos, es en realidad la rutina la que hace que regresemos a ella cuando nos topamos con algo que no sabemos cómo enfrentar.
La rutina es como un oasis de tranquilidad, estabilidad y confort en medio de un ambiente caótico, repleto de falta de apoyo, de dinero, de inversores y dirección. Repleto de falta de gente que crea en la producción de arte como una forma de producir empleos, pero este ambiente es, también, ante todo, donde debemos enfocarnos en generar más ideas que nos ayuden a romper cualquier barrera y cumplir nuestro objetivo financiero.
Joy podría ser una diseñadora industrial de nuestros días que trabaja en algo que no es diseño, pero también podría ser la chica que busca instalar su compañía de teatro, el estudiante de cine que quiere producir, el diseñador que sueña con crear su agencia, o el bloguero que ha ideado una plataforma de difusión de la que piensa vivir.
La gente inmersa en el sector de los emprendimientos culturales y creativos, por su novedad (más en término que en estilo de negocio), es más susceptible a no ejecutar su idea de negocio, pero no por falta de ganas, sino por falta de esa guía que sugiere que se va bien, o por la falta de ejemplos de negocio similares que ya han tenido éxito; sin embargo, es necesario ver al sector del arte y la creatividad como completamente rentable, cuyos procesos se asemejan a aquellos de la empresa convencional.
Una película que merece un vistazo, no por sus méritos cinematográficos, sino como una biografía de la que podemos aprender y que enfatiza que, como emprendedores del sector, tenemos que asumir que nuestra idea de negocio, no es más que un juego en el que efectivamente, podemos perder, o ganar, pero el coraje y el entusiasmo con el que la desarrollemos, de la mano de las relaciones que vayamos generando, pueden hacer la diferencia.
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