Arte y Cultura

La quintaesencia de los clásicos rusos con la Mariinsky y la revelación de una joven promesa

La riqueza de la extensa historia de la Orquesta del Teatro Mariinsky (OTM) la ha posicionado como una de las mejores del mundo. Su excelencia reside en las notables figuras que la han dirigido: desde Berlioz, Wagner y Von Bülow —considerado el primer director de orquesta especializado—, hasta Chaikovsky, Mahler, Rajmaninov y Schoenberg.

Estas y muchas otras más personalidades emblemáticas de la música sinfónica han aportado con su talento al enaltecimiento de la calidad de la OTM, a pesar de que distintas generaciones de músicos han transitado por ella.

Desde 1988, la Orquesta antes llamada Kirov por mandato de Stalin, ha estado encabezada por Valery Gergiev, quien se ha encargado de enriquecer y diversificar el rango de obras que ha interpretado. Asimismo, ha contribuido a que se dé a conocer por todo el mundo. De esa manera la OTM inició una gira que la ha llevado, entre muchos otros países, a presentarse por primera vez en México; y la calidad que le precede se vio reflejada en su debut de anoche en el Palacio de Bellas Artes (PBA).

Guiada por la directora invitada Elim Chan, la OTM se lució en la Sala Principal del recinto con lo más representativo de la música sinfónica rusa, arrancando con la Obertura festiva (1954) de Dmitri Shostakovich, uno de los compositores más importantes del siglo pasado.

La breve, pero no por eso insignificante duración de la composición concebida para conmemorar la Revolución de Octubre, fue idónea para el estreno de la Mariinsky en México. La grandilocuencia de la Obertura reverberaba en la elegancia de la destreza de los músicos al tocar sus instrumentos, al igual que en los vigorosos movimientos de Chan.

La enérgica interpretación fue sucedida de manera contrastante por la parsimoniosa —sin dejar de lado las sorpresivas explosiones altisonantes— y exquisita Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934) de Sergei Rajmaninov, uno de los más grandes exponentes del Romanticismo en Rusia y el resto del mundo.

Las composiciones de Rajmaninov se caracterizan por un excepcional protagonismo del piano, ya que también fue considerado como uno de los mejores intérpretes de este instrumento. Sin embargo, el joven Behzod Abduraimov confrontó el desafío portentosamente, ofreciendo una interpretación conmovedora.

La pieza, inspirada en los 24 caprichos para violín del compositor italiano Nicolò Paganini, es considerada una de las más íntegras del repertorio de Rajmaninov, debido a la capacidad que tuvo el compositor ruso en replantear las formas musicales concebidas por Paganini y presentarlas bajo una nueva luz al estilo del Romanticismo tardío.

Tras esta pieza le siguió un breve intermedio como preámbulo a lo más extenso del programa: la Sinfonía núm. 2 en mi menor (1906-07). Siendo una de las composiciones más admiradas de Rajmaninov, encierra todo un mundo en la polifonía que participan todos los instrumentos de la OTM con una impecabilidad digna de la fama que le precede.

La musicalidad de los clásicos rusos y la elegancia que caracteriza a la Mariinsky peinaba las líneas y curvas arquitectónicas de la extraordinaria Sala Principal del PBA, mientras que el rítmico meneo que ejercían los músicos hacía parecer que bailaban sutilmente en consonancia con lo que tocaban. De esa manera, el discurso poético de la música que emanaba de ellos oscilaba como si fueran olas, en un ir y venir separado por una ligera, pero profunda estela de silencio que dejaban.

Como si domara una bestia con sus cadenciosos movimientos, Elim Chan coordinaba a la vasta agrupación rusa, recorriendo la riqueza de la obra dividida en cuatro movimientos a lo largo de una hora.

Después de concluir el programa anunciado, Chan y el resto de la OTM tenían preparada una sorpresa para la audiencia mexicana: la interpretación de Huapango (1941), la icónica obra sinfónica de José Pablo Moncayo, símbolo del nacionalismo mexicano en la música.

El público embelesado fue testigo de la interpretación de uno de los clásicos nacionales en manos de la agrupación rusa y, al finalizar, correspondieron con aplausos, gritos y el merecido vitoreo tras la prodigiosa interpretación de la noche.

Como reemplazo de Gergiev, Elim Chan relució por su intervención. Las últimas dos fechas —una en el PBA y otra en el Auditorio Nacional— de la Mariinsky en México estarán a cargo del conductor ruso.

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