por Eduardo Pérez
Dice Claudia Gorbmann en su libro Unheard Melodies que el cine mudo nunca existió como tal, ya que de una u otra manera siempre estuvo acompañado por la música. Cuenta que una de las razones por las que la música en vivo acompañaba a la proyección de una película era para amortiguar el ruido del proyector, pues eran tan ruidosos que destruían la magia de la narración fílmica.
Mi editorialista consentida me ha dicho de todo –y no muy amablemente- acerca de mi sentido estético. Sin embargo, lo que más me dolió fue que me llamara desafinado; y peor aún, que me dijera que eso se arregla afinando el oído. Aunque sé que en secreto reconoce que tengo buen oído, y que sé leer la música.
Ambas historias, tal vez discordantes, vienen a cuento por lo siguiente: el sábado pasado fui a escuchar a la Orquesta Sinfónica de Minería en la Sala Nezahualcóyotl.
A mí, la “Neza” me parece espectacular; me recuerda mucho la época en que podía ver los conciertos en vivo, transmitidos en televisión abierta, mientras hacía la tarea, y ese recuerdo viene a mí cada vez que entro a esa maravillosa sala.
En el programa de ese día estaban Berlioz, Grieg y Strauss, y dirigía Carlos Miguel Prieto. A Berlioz le cumplieron. La obertura a El Rey Lear fue lo que esperaba, y como entrada fue bien recibida.
El concierto para piano y orquesta en La menor, de Grieg fue bien llevado, y fue durante el primer movimiento en el que pude encontrar la calma. El ruido del proyector de la película que corre todos los días en mi cabeza se apagó. La música ganó por unos instantes, y el piano de Marc-André Hamelin se encargó de hacerme olvidar la vida diaria. Esa vida que vivimos en esta ciudad, esta ciudad que nos satura y que nos envuelve. En el tercer movimiento, Hamelin y Prieto lo volvieron a hacer: me dieron esos minutos, aunque pocos, de plenitud y gozo.
La Doméstica de Strauss sonó como un compañero cómplice de los músicos, quienes se veían unos a otros divertidos, sonriendo, disfrutando entre ellos de ese juego de sonidos y silencios. Alguien que coincidió conmigo en la sala, y a quien por desgracia no pude ver, pero que sabe de música más que yo, me comentó después que consideraba pobre la interpretación.
Debido a lo desafinado de mi oído, no puedo ser tan crítico como ella, pero sí tengo la posibilidad de decir que en más de una ocasión, la primer violín salvó tanto la interpretación como a la orquesta completa.
No sé bien si tengo buen o mal oído. No sé si el estrés del habitante promedio de esta ciudad hace que mi cabeza suene como esos proyectores viejos de los que Claudia Grobmann habla; pero sí puedo decir que la música siempre es un alivio para el alma, y si en ella encuentras pequeños momentos de grandeza, como los que me regaló la Sinfónica de Minería, puede hacerte olvidar todo el ruido que hay en ti.
Ir a la sala Nezahualcoyotl es un espectáculo en sí. Encontrar en ella pequeños momentos de paz es inigualable, pero compartirlos es una maravilla.
Este fin de semana se llevará a cabo el Concierto de Gala, bajo la batuta de Carlos Miguel Prieto. Se interpretarán a Brahms con La Canción del Destino y el Concierto para violín, y a Beethoven con su Novena Sinfonía, “Coral”.
Vayan, estoy seguro de que encontrarán momentos en los que todas las voces internas y los ruidos que rondan en nuestros cerebros se apagarán por un momento y nos darán la oportunidad de gozar, no importando si tienen buen o mal oído.
Orquesta Sinfónica de Minería
Sala Nezahualcoyotl
Centro Cultural Universitario
Insurgentes Sur 3000, Ciudad Universitaria
Sábado 30 de agosto 20:00 horas
Domingo 31 de agosto 12:00 horas