Para Joan Donermann, coach de la Ópera Metropolitana de Nueva York, lo mejor de la ópera es que todos los que se mueren se levantan al final.
“Puede sonar muy tonto, pero todos aquellos que en escena pasan por estas situaciones trágicas, te hacen sufrir y sentir emociones tan fuertes como cuando se te muere alguien cercano; y después vas detrás del escenario y los abrazas y sabes que ahí están”.
La especialista, que ha trabajado con cantantes como Kiri Te Kanawa, Montserrat Caballé, Deborah Voigt y Renée Fleming, se encuentra en México para ofrecer una clase magistral en el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes el jueves 17 de marzo a las 17 hrs. Además, está impartiendo un taller para los becarios del taller de perfeccionamiento operístico y el programa de entrenamiento para coaches de la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano (SIVAM), institución que desde hace 20 años se dedica a la educación y entrenamiento de cantantes y músicos, entre los que destacan Olivia Gorra, Rolando Villazón, Arturo Chacón y María Katzarava.
Después de 40 años trabajando para la ópera, de conocer todo el repertorio operístico y de entrenar a algunos de los intérpretes más importantes de la historia, Donermann reconoce en entrevista con Arte y Cultura que para ser un buen cantante no se requiere sólo de una buena voz.
“Algunas personas tienen una estructura física en sus cuerdas vocales, en su garganta, en sus mejillas, que les permite cantar. No cualquier está hecho para cantar en un espacio destinado a recibir más de 2 mil ó 4 mil personas; nadie está hecho para cantar sobre una orquesta. Lo que tenemos que hacer es desarrollar nuestra propia especie de micrófono, que es algo difícil y complicado”.
Construir una voz no es tan sencillo como construir un violín, pues al tratarse de algo intangible es “como estar a oscuras todo el tiempo”. Sin embargo, con el entrenamiento adecuado y la consciencia sobre el cuerpo, se puede lograr.
“Generalmente la gente que está consciente de su cuerpo aprende a respirar de forma especial y a usar los músculos debajo del diafragma, pero otros tienen voces muy lindas nada más y si ocupan un micrófono, entonces se vuelven grandes cantantes de Broadway”.
Entonces recuerda cuando audicionó para ingresar al Met Opera y tuvo que cantar un poco. “El maestro me dijo: ‘Joan, no cantes más’, pero mis dedos están hechos para ser rápidos y fuertes”.
El no tener una buena voz no le impidió formar parte de una de las casas de ópera más importantes del mundo, en donde se ha convertido en figura primordial, no sólo como maestra sino como apuntador en las funciones.
Donermann recomienda que, quienes estén interesados en cantar, lo hagan. “Como mi hermana, que canta en el coro de la iglesia y lo ama. No es cantante de ópera, pero canta. Para los niños, por ejemplo, es muy emocionante hacer música con su voz. Entonces todos somos cantantes, pero lo importante es unirse a algo y cantar”.
Y es que si uno quiere entrar en la ópera no necesariamente tiene que ser como cantante pues, a decir de Donermann, el mundo de esta disciplina es enorme y maravilloso.
“Hay gente que no tiene voces extraordinarias, pero sí muy buenas. Hay pequeños roles en la ópera que son muy importantes. Los coros del MET tienen voces maravillosas, pero si no puedes cantar, puedes hacer vestuario o escenografía, ser parte de la ópera”, dice.
Sin embargo, admite que cada vez hay menos cantantes de ópera y mucho de ello se debe a que, cuando son jóvenes y están interesados, tal vez no tengan el dinero suficiente para mantener su educación artística y entonces la abandonan.
“Cuesta mucho convertirse en un doctor y cuesta mucho convertirse en un cantante. Pero si vas a ser doctor, tus padres no se angustian tanto, como si piensas ser cantante. A Luciano Pavarotti, que era un personaje maravilloso, una vez le preguntaron: ‘¿Por qué cantas en una arena tan grande si eso no es arte?’ y él contestaba: ‘Es música, es dinero y es entretenimiento, y no creo que los artistas debamos ser pobres’ ”, lamenta.
A propósito, la maestra que ha trabajado con el Gran Liceo en Barcelona, el Festival Spoleto, la Ópera de la Ciudad de Nueva York, la Ópera Nacional de París y la Ópera de Kirov, enfatiza que, de no apoyar esos jóvenes talentos, se perderá no sólo la cultura que se ha construido, sino la que vendrá.
La profesora reconoce que los cantantes mexicanos tienen una genética apta para desarrollar voces magníficas, como el caso de Ramón Vargas, Fernando de la Mora y Javier Camarena, éste último que ahora está en temporada con el MET Opera con gran éxito.
“Los mexicanos y los italianos tienen una tendencia génetica para que sus cuerdas vocales y su condición física les permita cantar”.
Dornemann compara los estilos de ópera con la gastronomía, lo cual le ha facilitado entender y explicar a quienes entrena.
“El estilo francés de la música es muy complicado. El estilo italiano es más simple, como su comida. Una vez que te das cuenta de estas cosas, todo se vuelve más interesante. Además es divertido”.
La maestra sueña con que su labor de entrenar talentos continúe y se extienda a otros lugares. “Pero uno de mis grandes sueños es pasar dos meses en México”.