El Antiguo Colegio de San Ildefonso ha transitado por numerosas etapas a lo largo de su historia. Ha pasado de ser un inmueble concebido por los jesuitas —de la mano del catolicismo— a ser un museo que alberga, a partir del 25 de junio, 13 siglos de una cultura tan rica y milenaria como el Islam.
¿Quién presagiaría que los caprichos de la historia causarían que el arte islámico se confrontaría con el cristianismo —personificado por la arquitectura barroca del San Ildefonso— en esta nueva y extraordinaria exposición?
Manuscritos, textiles, cerámica, cristales, elementos arquitectónicos, adornos y utensilios sintetizan una estética sustentada de regionalismos, influencias y complejas innovaciones que constituyen la prosperidad del arte islámico, en la muestra Lo terrenal y lo divino: arte islámico de los siglos VII al XIX.
Son 192 piezas procedentes de los territorios de Marruecos, Siria, Irán, Irak, Egipto, España, Turquía y Afganistán las que están repartidas en nueve salas, imbuidas del misticismo del Islam, tanto religioso como seglar.
En el ámbito religioso predomina la presencia de la caligrafía y la decoración con motivos geométricos y florales. En lo laico se encuentran obras fuera del vínculo de la idolatría, como retratos y representaciones zoomórficas, al igual que ilustraciones de sucesos históricos.
Y no es la única razón por lo que la exposición toma el título sino por el hecho de que el arte islámico ha logrado fusionar a la perfección lo divino y lo terrenal, lo cotidiano y lo etéreo, lo conocido y lo inconcebible. Esta singlar mezcla es notable en todo el espectro de sus manifestaciones artísticas, desde la joyería a la alfarería doméstica, como los aguamaniles o los tableros de juego que formaron parte de la cultura de la población islámica, y aún así reflejan una belleza incomparable, digna de veneración.
La intención de la exhibición es indagar en dicha particularidad, sirviéndose de la colección de arte proporcionada por el Museo de Arte del Condado de Los Angeles, y acentuar el nexo de lo utilitario con lo estético, además de resaltar la diferencia del arte islámico con el cristiano, el cual se compone de una menor cantidad de obras religiosas, a diferencia del segundo.
Tampoco hay que olvidar el nivel de ostentación de las obras islámicas, demostrando la innegable demanda dentro de la sociedad musulmana, tanto por su practicidad como por su impecabilidad, definiendo la cultura material de las clases pudientes por más de un milenio y abarcando desde el sur de España y el norte de África, hasta la zona occidental de Asia central.
Alfarería barnizada, vidrios esmaltados y bañados en oro, metalistería con incrustaciones, piedras y maderas talladas, soberbios textiles y alfombras, manuscritos ilustrados… Estas obras brindan al público la oportunidad de acercarse a una cultura cuyo imaginario social supo fijar los espacios decorados por la abstracción y trascender hasta lograr influir a otras culturas, como la mexicana, a través del arte del periodo virreinal.
“México, como se sabe, a través de la conquista y durante el periodo colonial recibió una notable herencia proveniente del islam, y esta muestra es una valiosa oportunidad para conocerla a fondo, más allá de mitos y aproximaciones vagas”, comentó Griselda Iglesias, de Difusión Cultural UNAM.
Entre lo más destacado de la colección se encuentra un panel tallado en hueso proveniente de Egipto, la pieza más antigua de la exposición (Siglo VII-VIII). También se incluye un casco y una cota de malla con placas, fabricados en Irán alrededor del siglo XV, lo cual enfatiza el desarrollo artístico incluso en objetos militares.
La pieza de mayor dimensión es la fastuosa alfombra de Ardabil (7.19m x 4m), de principios del siglo XVI, considerada un ejemplo claro del arte clásico de Persia, que ostenta vistosos patrones geométricos.
En fin, la extraordinaria calidad de cada pieza es innegable y aunque algunas son muy similares por los patrones geométricos y la caligrafía que presentan, son únicas en fondo y forma. Observando cada una y el contexto en el que fueron creadas uno se da cuenta de que hay una historia detrás; historias tan particulares y emociones tan profundas transmitidas por las manos que las concibieron, y que se perpetúan a través de los siglos para que podamos contemplarlas los del siglo XXI y las futuras generaciones que nos seguirán.
Además de la exposición que permanecerá hasta el 4 de octubre, habrá coloquios, conferencias, visitas guiadas interactivas, actividades para niños, un ciclo de cine, talleres y cursos.