El enigmático núcleo de la capital y del país mismo esconde muchos secretos. Considerado el conjunto monumental más extenso de Latinoamérica y declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1987, el Centro Histórico de la Ciudad de México contiene en sus 10 kilómetros cuadrados vestigios y edificaciones antiguas de civilizaciones que la han habitado durante siglos.
Uno de tantos espacios simbólicos es la de la Plaza de Santo Domingo, lugar donde la práctica del escritor público ha florecido desde el siglo XIX y se mantiene hasta la actualidad.
Sus antecedentes datan desde el siglo XVIII, cuando los evangelistas —eclesiásticos católicos— se valían de plumas y tinteros para auxiliar a la población —en su mayoría iletrada— con la elaboración de cartas y demás documentos. De hecho, en el Diccionario de la lengua española de la RAE, la palabra evangelista tiene una definición proveniente de México la cual se refiere a un “hombre que tiene por oficio escribir cartas u otros papeles a la gente que no sabe hacerlo”.
Hoy en día, estos escribanos se encargan de elaborar documentos para eventos sociales y tesis, hasta comprobantes fiscales, títulos, cédulas profesionales y demás textos de índole ilícita. Aunque también se encargan del llenado de formularios burocráticos, transcripciones y demás actividades que satisfacen las necesidades y demandas en torno a la lengua escrita.
Con el propósito de indagar en el lenguaje como espacio común a través de este peculiar oficio, Fernanda Barreto (1988) y Ricardo Cárdenas (1981) han desarrollado una investigación artística con la colaboración de los escribanos (Unión de Mecanógrafos y Tipógrafos del D.F.), mediante diversos ejercicios de escritura y con el apoyo de la residencia que tienen en Casa Vecina, institución encargada de desplegar múltiples prácticas enfocadas en el arte actual y la cultura en general. Tra[Di(c)ción] es el nombre de este proyecto, que busca desentrañar la relación entre escritura y oralidad.
“La residencia de Casa Vecina está enfocada en trabajo comunitario específico en alguna comunidad del Centro Histórico. Fernanda y yo estamos haciendo un programa de estudios juntos. La idea es tratar de juntar un par de intereses que tenemos en común. A mí me interesa lo conceptual; Fer trabaja mucho con la comunidad. La idea es realizar una reconstrucción de la memoria a partir de los mismos escribanos. La historia de la Plaza (de Santo Domingo) contada por los mismos actores”, comentó Ricardo Cárdenas en entrevista para Arte y Cultura.
Fernanda Barreto añadió: “A nosotros nos interesaba la figura del escribano en un primer momento como un efigie de resistencia, de permanencia de las tantas transformaciones de la ciudad. Cuando tuvimos la idea de trabajar con esta comunidad nos acercamos a ellos y surgieron otras capas de intereses para desarrollar. Nos interesa el trabajo del escribano en la actualidad. El hecho de que sigan existiendo y ofreciendo ese tipo de oficio en el portal, pero sobre todo nos interesa cada uno de ellos, desde sus individualidades, sus construcciones de mundos personales”.
La plaza pública delimitada al sur por la calle República de Cuba, al norte por Belisario Domínguez, al oriente por República de Brasil y al poniente por el emblemático edificio conocido como los Portales de los Evangelistas, se ha vuelto el espacio de trabajo de estos dos jóvenes artistas, donde buscan profundizar en las relaciones existentes entre la oralidad y la escritura, así como encontrar los vínculos empáticos que se producen entre los individuos y las tensiones entre el escribano y su “cliente”.
“Empezamos el acercamiento el año pasado con Miguel que es el representante de la unión de escribanos. Nos introdujo con los demás, alrededor de 10, 11, pero ahorita estamos trabajando con ocho. Se les invitó a todos, pero hubo un par de personas que prefirieron no participar, y a partir de eso planteamos un ejercicio semanal con ellos durante cuatro meses. Van de diferentes formas, desde una entrevista a reescribir algún trabajo que les haya sido significativo. Son detonantes muy sencillos, con instrucciones sencillas que ellos interpretan y trabajan a su manera”, detalló Ricardo.
Asimismo, resaltaron la importancia de respetar los tiempos de los escribanos participantes y entender que tienen otros encargos como parte de su oficio. Sin embargo, mientras más se involucraban con ellos más sabían sobre la vida de cada uno, y de esa manera lograron encontrar puntos significativos en sus individualidades, que pueden ser potencializadas para otro tipo de proyectos.
“Uno de ellos, Romel, fue corrector de estilo en la SEP y tiene una ortografía impecable y una redacción increíble. También está Juan que trabaja más con el llenado de formularios burocráticos; hay una cuestión de escrituras técnicas. A partir de eso estamos tratando de conglomerar estas dinámicas dentro del trabajo”, describieron.
En cuanto a la fama que tiene la Plaza de Santo Domingo de lugar donde se falsifican documentos, Fernanda enfatizó en la presencia de los coyotes, la cual era imposible de ignorar.
“En algún momento pensamos en meterlos en el proyecto. De alguna forma vincularlos, pero empezó a tomar cuerpo y optamos por trabajar con los escribanos y con la idea de escritura creativa y colaborativa, pero de alguna forma ellos están ahí y conviven. Incluso algunos de los compañeros escribanos hacen servicios que tienen que ver con la ilegalidad y puede ser que en algún momento eso se vincule. Lo interesante del portal es que no sólo están los escribanos y los coyotes, pero hay una infinidad de servicios y tipos de gente”.
“Es un espacio de convivencia muy importante. Tampoco podemos obviar que hay otro subsistema ahí. Está implícito en el mismo espacio y en el trabajo de ellos de ciertas formas”, añadió Ricardo.
Y más que un problema, este continuo flujo de actividades en la Plaza les ha hecho ver que en ella existe la posibilidad de trabajar más temas y proyectos. No obstante, para el resultado final de su investigación solamente presentarán una publicación a manera de memoria impresa, que será compartida con los escribanos y el público interesado.
“Eventualmente es un oficio que va a expirar muy pronto, pero tampoco queremos abordarlo desde una cuestión tan romántica o trágica de la figura del escribano que desaparecerá”, de ahí la importancia paralela de mantener una memoria impresa de su proyecto.
“Ellos tienen una claridad de lo que están aportando a la sociedad, así nos lo han dicho. Mientras la sociedad los siga solicitando, ellos van a seguir existiendo”, acentuó Barreto.
Fernanda es una artista visual proveniente de São Paulo que se encauza en la investigación de contextos urbanos, espacios de encuentro y relación. Gran parte de sus proyectos mantienen una esencia colaborativa con comunidades específicas. Es egresada de la Fundación Armando Alvares Penteado y del Centro Universitário Belas Artes. Ha vivido en Buenos Aires y actualmente se encuentra en la Ciudad de México.
Ricardo también es un artista visual. Se basa en reflexiones y cuestionamientos relacionados con la construcción de la memoria, el olvido y el archivo para su producción artística. Es egresado de la Escuela Activa de Fotografía y de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM.
Por su parte, Casa Vecina es un espacio generado a partir de la experimentación, investigación y producción de obras que toman en consideración temas relevantes en la actualidad. Se centran en la construcción de vínculos comunitarios, su diversificación y enriquecimiento por medio de diálogos artísticos y culturales de carácter interdisciplinario.
Además de las residencias culturales, ofrecen seminarios, un centro de documentación, diversas colaboraciones y programas como Microurbanismo CH, en colaboración con académicos, gestores culturales, estudiantes, artistas y científicos.