por Magdalena Carreño
La cámara fotográfica, la máquina de escribir, la radio, el cemento y los estadios cambiaron las formas de crear, así como la percepción del arte y la cultura durante siglo XX. Múltiples estudios sobre el papel de las máquinas en Estados Unidos y Europa han sido realizados; sin embargo, no existía un precedente sobre esta temática en México.
Rubén Gallo, ensayista y catedrático en Princeton, se dio a la tarea de realizar una investigación que profundiza en el impacto de algunas tecnologías en este país a principios del siglo pasado. El resultado fue publicado con el nombre de Máquinas de la vanguardia, a través de la editorial Sexto Piso, en coedición con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través de la Dirección General de Publicaciones.
“Me di cuenta que en México el tema estaba muy presente, por ejemplo, leyendo a los estridentistas quienes tenían un gran pasión por las máquinas. Diego Rivera pintó muchísimos murales donde las máquinas tienen un papel protagónico; incluso los contemporáneos como Salvador Novo, quien trabajó en un programa de radio, uso una máquina de escribir y le interesaban los automóviles. Me di cuenta que era un libro que hacía falta en México”, comentó el autor en entrevista para Arte y Cultura.
En este trabajo se manifiestan las distintas posiciones que tomaron los intelectuales de la época con respecto a las tecnologías. Rubén Gallo establece claramente en sus ejemplos que no era una situación sólo de amor-odio.
“Parte de lo que me interesó pensar es que había dos campos: los amantes y los enemigos de la tecnología, pero el caso de Rivera ilustra muy bien que las cosas son más complejas, y había gente como él que, aparentemente, apoyaba la tecnología, pero se rehusaban a emplearla en su trabajo o en su vida personal.”
Este caso lo estudia a través del mural que pintó Diego Rivera para la Ford en Detroit, ya que previamente requirió de un gran análisis e investigación en las fábricas, teniendo como resultado una réplica exacta de las maquinarias y su funcionamiento. Sin embargo, el mismo Diego Rivera no sabía manejar, y en sus técnicas de pintura no se atrevió a utilizar nada más que las herramientas por él ya conocidas. Otro ejemplo, es el del escritor Mariano Azuela, quien probablemente fue el primer autor mexicano de su generación en terminar una novela utilizando una máquina de escribir, aunque tenía una visión tradicional de la escritura.
Aunque Máquinas de vanguardia se centra en los albores del siglo XX, en la actualidad se viven cambios tecnológicos cuyos debates resultan similares. Para Rubén Gallo existe un grupo de pensadores conservadores que creen que las redes sociales van a matar la literatura y la concentración de las sociedades, pero esto mismo se escuchaba a principios del siglo pasado.
“Georges Duhamel escribió un libro que se llamaba En defensa de la literatura, donde exponía que la radio y el cine iban a matar a la literatura con los mismos argumentos. Nadie se puede concentrar cuando se puede cambiar la sintonía de un programa a otro y se puede pasar de la ópera a un anuncio de jabón. Esta heterogeneidad y esa falta de tiempo para la concentración va a matar la literatura, lo que obviamente no ocurrió. Actualmente, lo que veo que falta es que, por ejemplo en los años 20, había gente como Salvador Novo o como Luis Quintanilla, el estridentista, quienes tenían un entusiasmo por la radio y querían pensar en un nuevo tipo de literatura que estuviera en sintonía con esa nueva terminología. Con el Twitter o con Facebook o los teléfonos móviles hace falta este tipo de experimentos más arriesgados; si ha habido un par de intentos por escribir novelas en Twitter, pero me parece que falta el tipo de intensidad de pensamiento colectivo que se dio en los años 20.”
Por otra parte, tecnologías como el cemento o la fotografía (también tratados en el libro) fueron objeto de transiciones creativas, entre las que se trataba, por un lado, de dotarlos de “tradicionalidad”, y por el otro, darles su propia identidad y usos.
“El cemento es exactamente como la fotografía. Cuando se introduce la fotografía mucha gente no quería aceptarla, porque era una máquina. Decían que eso no era arte, se aprieta un botón y ya salía la imagen. El arte es algo que el pintor hace con la mano, entonces la reacción de algunos fotógrafos fue tratar de hacer fotografías que parecieran pinturas. Hubo fotógrafos como Hugo Brehme o Gustavo Silva que pintaban sus fotos, sacaban una y después la coloreaban a mano para demostrar que eso podía ser un trabajo artístico; había otros fotógrafos que quisieron hacer imágenes que solamente se podían hacer con una cámara, que tenían acercamientos o ángulos raros, que jugaban con una técnica que solamente la cámara podía hacer.”
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En la arquitectura ocurrió lo mismo ya que, explicó el autor, con el cemento se trató de reproducir materiales como la piedra. Sin embargo, algunos arquitectos lo utilizaron para hacer construcciones nuevas. “Hicieron un tipo nuevo de arquitectura funcionalista, moderna, con techos volados; con toda una serie de elementos que no se podían fabricar antes. La colonia Condesa es un gran ejemplo de esa arquitectura de cemento y, de hecho, en la revista Cemento se pone como un ejemplo de la arquitectura nueva, la cual podía ser interesante desde un punto de vista estético también, sin copiar los modelos del pasado”, añade el compilador de México DF, lecturas para paseantes.
Entre esos artistas que menciona en el libro, el más sorprendente para el autor fue Salvador Novo, ya que su imagen se quedó en el de los años 60 y 70. “Aunque el Novo de los años 20 es un personaje maravilloso, que salía a hablar por radio, que escribía para la radio. Estaba interesado en los automóviles, estaba leyendo a Freud. Octavio Paz dijo que era alguien que tenía la voluntad de ser moderno. Es muy fácil olvidar a ese Novo joven, y yo creo que, pensándolo aquí a través de las máquinas, es uno de esos personajes que más me gustan.”
Máquinas de vanguardia se presentará este 11 de noviembre a las 19:30 hrs. en Casa Bosques, ubicada en la calle Córdoba 25, colonia Roma, México D.F. Se contará con la presencia del autor así como Luis Felipe Fabre y Eduardo Rabasa.