Ejercicios de lenguaje vueltos literatura es una forma de definir Facsímil, del escritor Alejandro Zambra. Esta obra, editada por Sexto Piso, se inspiró en la Prueba de Aptitud Verbal aplicada en Chile desde 1967 hasta el 2002 a los postulantes a las universidades.
El también autor de La vida privada de los árboles explicó a Arte y Cultura cómo surgió esta obra, además de otras cuestiones relacionadas a su labor.
“Facsímil tiene varios orígenes, y seguro que viene de otros libros que no resultaron. En especial recuerdo el deseo de definir algunas palabras, histórica y subjetivamente, en lo que tenían y tienen de marca: cómo hemos convivido con algunas palabras. Después, hace poco, más o menos cuando terminaba de escribir los relatos de Mis documentos, empecé una especie de novela sobre el año 1993, el año en que di la Prueba de Aptitud Académica, pero no me gustaba, sentía que de algún modo ya había escrito ese libro. Una noche me puse a parodiar ejercicios, jugando, y el espacio se proyectó insospechadamente, se amplió. Supongo que sentí la alegría de la parodia, pero una alegría también fúnebre, o amarga. Era como pintar bigotes en las fotos de la gente, pero también como pegarme unos tajos y hacerme moretones en los ojos. Estuve meses escribiendo ejercicios, parodias de los reales, luego parodias de mis parodias. Un amigo me dijo que le gustaban, porque era como si “el escritor de la prueba” se hubiera vuelto loco. Esas pruebas las escriben varios, tienen varios “autores”, pero en ese tiempo creíamos que era sólo uno, un único Dios-dictador-autor que sabía todas las respuestas correctas y te las escondí”.
¿Qué objetivos se creó al escribir Facsímil?
No hablaría de objetivos. Bueno, casi siempre al escribir siento que el objetivo es perder el control de lo que estoy haciendo. Y quizás en este caso era también investigar de qué manera esas formas bastardas y esa lógica de la respuesta única seguía habitando mi cabeza.
“Decir que Facsímil es una novela sería tan aventurado como decir que no lo es”. ¿Qué es?
No quise “normalizar” esta escritura, hacerla caber en alguna estantería, reforzar la ilusión novelesca, meterla a la fuerza en algunas tradiciones. Si esto fuera un formulario debería responder “no sabe/ no responde”. Pienso que no es importante esa clasificación. Bueno, es un libro y hay ficción, eso seguro.
Hay temáticas muy sensibles en esta obra, como el abuso, la soledad, la conciencia, la identidad… ¿qué encontró de sí mismo mientras escribía?
Mucho. Los temas que aparecen en el libro son los temas en que pienso todo el tiempo. No como escritor, no son temas “literarios”, sino como sujeto. No me planteé “voy a escribir sobre este tema”, no creo mucho en esa manera de enfrentar la escritura, como si lo supieras todo desde antes y escribir fuera simplemente desarrollar un pensamiento previo. Pienso que la escritura es un estado de incertidumbre, y que al concretar un texto de algún modo deshaces el plan. Y luego, cuando aparecen en el texto uno conjunto de temas, de obsesiones, es porque todo eso estaba ahí, en estado de inminencia.
¿Qué representan para usted escritores como Georges Perec? ¿Existen autores latinoamericanos cuya narrativa admire y considere arriesgada?
A Perec lo leo desde hace años. Me impresiona su capacidad de ir más allá del juego, pero jugando. Su fidelidad al momento en que, como diría Nicanor Parra, “el saber y la risa se confunden”. Y el tono, su tono. Curiosamente, más que a La vida instrucciones de uso, soy fiel a Las cosas y a Un hombre que duerme, novelas que leí muchas veces.
Todos los escritores que admiro son arriesgados, de distintas maneras. Supongo que este libro viene más bien de la poesía, de la poesía chilena, que es la literatura que mejor conozco. Pienso en Parra, en Juan Luis Martínez, en Gonzalo Millán. Lo digo más bien como lector, porque son autores que he leído mucho.
Mientras leía Facsímil sentía que las posibilidades de lectura se sentían infinitas. ¿Le pasó lo mismo al escribir? ¿Cuál era su límite?
No me puse límites. Lidiaba con esas camisas de fuerza, con esas estructuras. Escribir era traspasar esos límites.