“Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro.”
Octavio Paz
Caminando por el sur de la ciudad me encontré con un puesto de libros viejos instalado en la avenida. Al curiosear entre las columnas de letras de diversos tamaños, hallé una antología de poesía titulada Poesía en movimiento (Siglo Veintiuno Editores, 1966). Lo que llamó mi atención fueron los autores y el inigualable precio —$50 pesos—. Sin dudar le di el billete a la vendedora y me lo llevé.
Comencé a hojearlo mientras seguía caminando y, entre más leía, más me daba cuenta de la joya literaria con la que me había topado. El compendio de poesía mexicana abarca el periodo de 1915 a 1966, y las selecciones y notas están a cargo de cuatro grandes de la literatura nacional: Octavio Paz (1914-1998), Alí Chumacero (1918-2010), José Emilio Pacheco (1939-2014) y Homero Aridjis (1940).
Inicialmente, en 1965, la concepción de la antología fue un proyecto por parte de Paz y el editor argentino Arnaldo Orfila Reynal (1897-1997), entonces director del Fondo de Cultura Económica. La propuesta era una compilación que propusiera algo diferente a las demás, a manera de reflexión sobre la poesía mexicana, especialmente sobre la poesía moderna.
Al recorrer las páginas reunidas en un agradable estilo de bolsillo, resalta la estructura dividida en cuatro partes. La primera está destinada a los entonces jóvenes; la segunda a una generación marcada por la Segunda Guerra Mundial; la tercera a los poetas maduros de aquella época; y la cuarta a los sembradores de la modernidad en la poesía mexicana, conformados por cuatro poetas: Julio Torri (1889-1970), Alfonso Reyes (1889-1959), Ramón López Velarde (1888-1921) y José Juan Tablada (1871-1945).
Cabe destacar el carácter no-antológico de Poesía en movimiento; se puede leer en la contraportada: “La presente selección no es, ni quiere ser, una “antología”. Se limita a recoger el espíritu innovador que en ciertos momentos —desde el año 1915— ha prevalecido en la continuidad de la poesía mexicana”.
El contenido en verso y en prosa se mantiene bajo el criterio, no de ejemplificar las corrientes literarias, sino de detallar la persistencia de la vena modernista caracterizada por la preferencia hacia la mutación en contra del establecimiento de lo heredado.
Se habla de “la tradición de la ruptura” como eje rector en el prólogo, escrito por Paz, quien fungió como coordinador. Las notas estuvieron a cargo de las plumas de Chumacero y Pacheco, mientras que Aridjis se desempeñó como consultor y aportó su punto de vista en la selección de autores.
Al hablar de poesía mexicana se entra a un terreno ambiguo. En este caso, los recopiladores buscan aproximarse al espíritu de la época, al estilo universal del modernismo a la tradición nacional. Bastante interesante es la perspectiva esbozada por Paz, afirmando dicho estilo como polémico, en constante lucha con la tradición española y consigo mismo. La poesía mexicana aspira al cosmopolitismo, a “una voluntad de ser americano”, como “consecuencia del gran fracaso de las guerras de independencia”. De esa manera el libro se sitúa como aportación al diálogo hispanoamericano.
“La modernidad es una decisión, un deseo de no ser como los que nos antecedieron y un querer ser el comienzo de otro tiempo.” Asimismo afirma la singularidad de los instantes: “Nada es nuevo sobre la tierra, excepto el hombre que cambia cada día.”
El proceso de la poesía moderna aspira a lo circular, a los ciclos en búsqueda de un futuro que termina con la reconquista del pasado. “Nuestro libro pretende reflejar la trayectoria de la modernidad en México: poesía en movimiento, poesía en rotación”, afirma Paz.
La composición de la antología se basa en el I Ching o Libro de las mutaciones, producto de la milenaria civilización china. En ella se pretende condensar en trigramas los cambios del cosmos y la humanidad. Octavio Paz lo utiliza como guía a manera de juego, estimulando la percepción y la imaginación al asociar poetas con signos como el fuego, el agua, el viento y la tierra.
La vinculación con la cultura oriental quizás se deba a la estancia de Paz en la ciudad de Delhi como embajador en aquella época, además de que se conecta idealmente a la concepción primordial del compendio poético como un engranaje que se hace y deshace al momento de interactuar la obra con el lector, quien se encarga de alterar las significaciones. De esa manera se habla de una “obra abierta” en referencia a un “organismo en perpetua rotación”.
Concretando, el libro no es una antología, es un experimento que no se concentra en resaltar las mejores obras de autores consagrados dentro de la poesía mexicana. Al contrario, se aventura a explorar una nueva manera de abordar los contenidos poéticos para evitar el estancamiento, promoviendo la continua reinterpretación de los mismos.
Obviamente, Poesía en movimiento se queda inmovilizado en una época. Es necesario la continuidad por parte de las nuevas generaciones de poetas para incentivar la interacción entre generaciones y entre épocas, alimentando esa eterna conversación entre los muertos, los vivos y los no nacidos.
Asentado como lectura necesaria para curiosos y especialistas, a pesar de las deficiencias que pueda tener, el libro representa un hito en el lirismo nacional. Poesía en movimiento puede encontrarse en librerías y en tiendas en línea para los que estén dispuestos a profundizar en el impacto del modernismo en las letras de nuestro país.