Arte y Cultura

#LunesdeLibros Roma, la reconciliación de Nikolái Gógol con Rusia

Por Magdalena Carreño
@nuitaile

La mujer más bella de Roma se llama Annunziata de Albano. Cientos de ojos se posan en su fresco rostro y definida silueta; de entre estos destacan los de un joven príncipe quien, embelesado por esta presencia, necesita encontrarla.
“Quiero verla, no para amarla, no, sólo quisiera verla, verla toda, ver sus ojos, ver sus manos, sus dedos, su cabellera resplandeciente. No quiero besarla, sólo quiero verla. ¿Por qué no? Así debe ser, es una ley de la naturaleza. Ella no tiene derecho a esconder su belleza ni a sustraerla. La belleza absoluta es concedida al mundo para que todos puedan admirarla y para que conserven eternamente la idea de ella en sus corazones. Si fuese sólo bella y no una perfección suprema, tendría derecho a pertenecer a un solo hombre que podría llevársela al desierto y ocultársela al mundo. Pero la belleza absoluta debe estar a la vista de todos”.
Y para llegar a esta divinidad el joven príncipe tendrá que recorrer sus propios recuerdos, descubrir entre las calles de la ciudad la esencia de un pueblo cuyo espíritu se despliega en la rutina de sus habitantes, y que denota un carácter más noble de lo que había concebido.
Roma es una coedición de la Dirección General de Publicaciones (DGP) del Conaculta y Almadía. Pero, ¿por qué el lector tendría que acercarse a esta breve historia, etiquetada como inconclusa por el mismo Nikolái Gógol?
Ana Negrí, editora de la DGP, explicó a Arte y Cultura que, a pesar de ser un texto breve, es “crucial en la trayectoria y obra de Gógol”. Debido a sus críticas feroces a Rusia, las cuales siempre estuvieron llenas de humor e ironía, el autor de cuentos como La nariz, tuvo que marcharse de su patria.
“Cuando el gobierno y la gente empiezan a leerlo, comienzan a resaltar todo lo grotesco y lo despreciable de un sistema político que no aceptaba ninguna crítica, en ese momento Gógol se da cuenta de lo que ha hecho y entra en una especie de crisis, porque finalmente había un cierto amor por Rusia. Aunque se daba cuenta que, al mismo tiempo, estaba destruyendo lo que había tratado de construir y se va, en una suerte de autoexilio, a vivir un tiempo a Italia y ahí no sólo escribe Roma, también Las almas muertas, que es su obra cumbre.”
Sin embargo, comenta la editora, Roma se trata de “una suerte de reconciliación con Rusia, que no deja de ser aguda, tenaz y satírica. (…) En Roma se ve el proceso de reconciliación.”
El joven príncipe detalla:

“Mientras más atentamente miraba, más le sorprendía esta fertilidad extraordinaria…”

Exactamente, Nikolái Gógol “no te está contando su vida, no es autobiográfico. Sin embargo, se cuelan cuestiones personales. Por ejemplo, al principio del texto el príncipe va primero a París y llega fascinado, después se empieza a dar cuenta que en realidad es una idealización. Cuando regresa a Roma, el cual podría ser el Gógol de Rusia, empieza a ver de otra manera y lo que hubiera podido parecerle en un principio vulgar, empieza a dibujarse como caracteres particulares, distintivos y este paralelismo que hace con la mujer de la cual se enamora, de la cual está fascinado, es un paralelismo con Roma. Se podría hacer la semejanza con Rusia.”
Asimismo, otra de las singularidades que el lector puede encontrar en la escritura de Roma es que a diferencia de otras obras, Gógol deja las descripciones de los personajes para concentrarse en la contemplación de los paisajes. Para Ana Negrí esta pieza filtra paisajes con personalidad, lo cual es característico en el autor. Aunque sus comparaciones no se centran en la gente, los mismos paisajes revelan el temperamento de la gente que los habita.
“En Roma es mucho más contemplativo, es una rareza, pero al mismo tiempo pienso que es un texto de crisis, de decisión. Villoro en el prólogo menciona que podría decirse que es un texto no concluido, así lo definía Gógol, pero no sé si en efecto es tan así. Creo que en realidad de eso se trataba el texto, no creo que tenga que haber una anécdota que rebase lo que está puesto ahí; finalmente el personaje se desarrolla, cambia, se transforma y por ahí no es una conclusión en el estricto sentido de narrativa.”
La capacidad de observación de Gógol lo hace reconstruir atmosferas que trascienden la temporalidad, más allá del aspecto físico de sus calles o puentes, reconstruye los colores, la gente… “Se vuelve una cosa envolvente que creo que plasmó, una Roma ruidosa, desfachatada, con carcajadas”, agrega la editora.
Asimismo, detalla que “su escritura y su forma de ser eran bastante irónicas. Se le fue de las manos y se dio cuenta de qué era genial y que tenía consecuencias.”
El viaje de vida de Nikolái Gógol fue duro; aunque era un gran observador fue una persona retraída y socialmente torpe. En el prólogo de Roma, escrito por Juan Villoro, se comenta que incluso sus amigos terminaron convirtiéndose en sus enemigos debido a la falta de tacto con la que decía las cosas.
El riesgo de ser un autor tan crítico, explicó Ana Negrí, fue que sus puntos de vista no tuvieron marcha atrás, lo cual le llevó a volcarse en un cristianismo recalcitrante por el cual murió de inanición. “Es devastadora la muerte de Gógol, supongo que no tuvo otra forma de perdonarse él mismo.”

“…en ese momento el príncipe lanzó una mirada a Roma y se interrumpió: frente a él se extendía, en una maravilloso y radiante panorama, la ciudad eterna.”

“El auténtico artista no imita la realidad, le agrega algo”, explica Juan Villoro en el prólogo de Roma. Justo eso fue lo que hizo Nikolái Gógol, agregar el sentido del humor que tantas veces parece faltar.
Roma de Nikolái Gógol forma parte de la colección Cartografías, editada por la DGP del Conaculta y Almadía, la cual actualmente está próxima a publicar París, 1900, de Rubén Darío, con prólogo de Álvaro Enrigue.
“La idea por la que aparecen estos libros tiene que ver con autores de los que sabemos son clásicos”, detalla Ana Negri. “Son recorridos, encuentros en ciudades muy conocidas. El humor está en todos ellos, ninguno deja de lado la burla, la sátira… la inclinación por el humor y hacer un discurso crítico. Voltear el discurso tradicional y darle un poco de movimiento, lo que lo hace más digerible como lector.”
Los prólogos de cada uno de los títulos están realizados no sólo por especialistas, sino por ávidos lectores de la obra a la cual hacen referencia, es el caso de Roma, realizado por Juan Villoro. Asimismo, también están Mi descubrimiento de América, de Vladimir Mayakovski, con prólogo de José Manuel Prieto; Impresiones de Viaje, de Guillermo Prieto, con prólogo de Vicente Quirarte,

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