Una dictadura perfecta es aquella que se ha sabido mantener en el poder, a pesar del autoritarismo que ejerce en la población, quien, confundida, no logra reconocerla. Es la que arroja la piedra y esconde la mano entre una multitud, para que los agredidos no puedan reaccionar. De esa manera, los ostentadores del poder se perpetúan continuamente.
El escritor latinoamericano Mario Vargas Llosa fue quien acuñó dicho término para referirse al Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien estuvo más de 70 años en el poder, y en este sexenio volvió al control de la presidencia.
El siglo XX se caracteriza en Latinoamérica por el surgimiento de numerosas dictaduras en distintos países. México no experimentó ninguna dictadura militar. Sin embargo, Vargas Llosa destaca el hecho de que, si bien no existió un régimen dirigido por una persona, sí existe un partido que lo ha hecho de manera discreta, pero evidente, además de que supo mantener controlado al sector intelectual mediante una apertura al diálogo con ciertos límites.
En ese momento ‒1990‒ el comentario causó polémica, en especial molestia por parte de Octavio Paz, quien era conocido por una ideología conservadora. No obstante, el término prevaleció; no se ha olvidado y esta vez el cineasta Luis Estrada lo retoma en su nuevo filme homónimo.
Primero lo mencionó en la conversación de una escena de La ley de Herodes (1999), lo cual trajo como consecuencia la censura de su estreno en el Festival de Cine Francés en Acapulco, aunque al final las autoridades mexicanas no tuvieron de otra más que aceptarlo.
Esta vez, Estrada le otorgó a la frase un papel primordial como título de su más reciente obra cinematográfica, la cual se encarga de satirizar las ya conocidas fallas del gobierno nacional. Así como en sus trabajos previos, La dictadura perfecta (2014) se basa en el argumento de un sistema regido por la corrupción y el cinismo, el cual tiene como poderoso aliado a los medios de comunicación personificados por la televisora más grande del país: TV MX.
Las obvias similitudes a instituciones reales son las que provocaron polémica incluso antes de su estreno, el cual fue retrasado desde mayo hasta ahora.
El comentario racista de Vicente Fox, los famosos videos de políticos recibiendo exorbitantes sumas de dinero, la recreación del arresto a Florence Cassez, la desaparición de la niña Paulette, las conversaciones entre funcionarios públicos y la delincuencia organizada. Todo forma parte del guión escrito por Jaime Sampietro para la película, pero adaptado a un contexto distinto.
En la historia, el Presidente de México (Sergio Meyer) protagoniza un escándalo por una conversación con el embajador estadounidense. Como consecuencia, el comentario se vuelve viral en internet y para taparlo, TV MX se encarga de provocar otro escándalo, afectando al gobernador de Durango, Carmelo Vargas (Damián Alcázar).
Para salvar su pellejo y asegurar la continuidad de su trayectoria política, Vargas recurre a los servicios de TV MX a cambio de un millonario pago. Quien se encarga de maquillar la imagen del gobernador es el productor Carlos Rojo (Alfonso Herrera) junto con el reportero estrella (Osvaldo Benavides).
Tapar un escándalo con otro escándalo, es el método de “la caja china” que utiliza TV MX para hacer funcionar la política nacional. Su director (Tony Dalton) es el que hilvana los hilos que someten a cualquier figura política ante el poderío y la influencia que la televisora tiene hacia su audiencia. De sirviente a amo, la televisión se encarga de colocar al presidente en turno; de ahí el eslogan de la película: “La televisión ya puso a un presidente… ¿Lo volverá a hacer?”
Las similitudes a la realidad son bastante claras, en especial el triunfo de las pasadas elecciones presidenciales, con una actriz como primera dama.
El final tiene el sello distintivo de Luis Estrada, provocando risas, pero a la vez una honda reflexión sobre la situación política y social en México: ¿Qué tanto es real y qué ficción? ¿Cuál es la diferencia?
La dictadura perfecta recaudó en su primer fin de semana 55 millones 574 mil 371 pesos, colocándose como número uno en la taquilla nacional. Puede encontrarse en la mayoría de los cines mexicanos con diferentes horarios, desde las salas comerciales hasta la Cineteca Nacional y cines independientes.
El momento del estreno no pudo ser más oportuno con todo lo que ha sucedido en el país. El regreso de un viejo grupo político al poder no es cualquier cosa y el panorama que plantea la película es desalentador. Empero, cabe resaltar una frase del escritor y político francés Montesquieu: “Cuando un gobierno dura mucho tiempo se descompone poco a poco y sin notarlo”.