por Gerardo López
A finales de la década de los 60 del siglo pasado surgió en Cuba el Grupo de Experimentación Sonora (GES), como proyecto musical dentro del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
De la mano de Alfredo Guevara (1925—2013), se fundó el ICAIC en 1959, tras el triunfo de la Revolución cubana. Esta institución era de las pocas que regía su criterio cultural independientemente, además de que congregó a toda una generación de jóvenes artistas con un espíritu creativo e inquieto.
La mítica historia del GES abarca la experiencia y los resultados de su labor en la conformación de la Nueva Trova Cubana, renovando la escena musical de la isla.
Generador de influencias elementales, escuela de artistas irreemplazables y fuente vital para la libertad artística, el GES representó un espacio de experimentación, donde el compromiso y el trabajo en equipo abrieron nuevos horizontes a la creación artística colectiva.
El concepto era instruir a los jóvenes músicos nociones básicas como el solfeo, la armonía, la composición y la instrumentación con el fin de explotar la creatividad de cada uno en conjunto. Individualmente, cada artista tenía algo que decir, comunicar y expresar, por esa razón la cineasta Lourdes Prieto decidió recolectar testimonios que formaron parte del ambicioso proyecto y llevarlo a las grandes pantallas en forma de documental.
Leo Brouwer, Silvio Rodríguez, Sara González, Mercedes Sosa, Eduardo Ramos, Noel Nicola y más figuras centrales de esta historia participan en Hay un grupo que dice… (Cuba, 2013), donde cada cual da su percepción individual de esta audaz iniciativa propuesta por Guevara, otorgando al público una vasta visión de lo que fue el GES en ese momento histórico tan trascendental.
En 80 minutos, la directora y guionista da un recuento social, político e ideológico que sirvió de contexto para que se gestara el GES, el cual también se expandió a la creación de música para filmes y otros documentales.
Música experimental, jazz, trova, rock, influencias hindúes, brasileñas y populares formaron parte del laboratorio sonoro que simbolizó el GES.
El tiempo que vivieron —en los albores de la revolución— marcó a cada uno de ellos, positiva o negativamente, lo cual impulsó a que los cantautores sintieran esa necesidad de expresar la época en sus letras: la realidad social que se vivía en la transición de una dictadura, a un cierto comunismo en la vida de Cuba.
Se empezó a sentir el cierre cultural de la isla con el resto del mundo, razón por la cual muchos de los artistas y pensadores fueron acusados de “diversionismo ideológico”, al interesarse por la música foránea.
Por lo tanto, es natural que muchos tuvieran dificultades para difundir sus obras. Fue en ese momento cuando el ICAIC y la Casa de las Américas sirvieron de refugio para muchos artistas: ofrecían conciertos en escuelas y universidades para intentar acercarse al público joven, que sería quien protagonizaría en el futuro próximo los cambios sociales en el país.
De esa manera, con un arduo trabajo, lograron resonar en toda la nación y los medios masivos de comunicación no tuvieron de otra más que otorgarles espacio a estos explosivos artistas.
Una narración inspiradora del arte es lo que nos plantea Lourdes Prieto en su documental. Una historia que demuestra que, en contra de las adversidades y mediante el trabajo colectivo, lograron salir adelante muchos artistas que actualmente son reconocidos a nivel mundial, especialmente en Latinoamérica, donde transformaron la manera de ver y entender el arte con un fuerte compromiso social.
El documental que cerró la edición 35 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana estará exhibiéndose en las salas de la Cineteca Nacional hasta el 22 de octubre.