Arte y Cultura

#MiércolesDeCine Una nueva versión del clásico de Oscar Wilde en la cinta “El gigante egoísta”

por Gerardo López

@grardolpzlm

La vida en el naciente siglo XXI no es fácil para muchos, especialmente para los habitantes de las zonas marginales que rodean a las grandes urbes. En El gigante egoísta (The Selfish Giant, 2013) ‒cinta escrita y dirigida por la cineasta británica Clio Barnard‒ la trama se desarrolla en Bradford, Inglaterra, donde los protagonistas Arbor (Conner Chapman) y Swifty (Shaun Thomas) se dedican a recoger chatarra para ganar algo de dinero y así ayudar a los problemas económicos que asedian a sus familias.

Levemente basado en el cuento homónimo del escritor, poeta y dramaturgo irlandés Oscar Wilde, el filme se centra en la vida de estos dos adolescentes alrededor de la relación de explotación laboral que tienen con Kitten (Sean Gilder), un chatarrero local. Digo levemente, porque el trabajo de Barnard se aleja del mundo fantástico que plantea Wilde en su historia. La directora toma el nombre y los personajes para llevarlos a un contexto contemporáneo, con fuertes tintes de realismo social.

Arbor padece de un desorden de hiperactividad que le acarrea muchos problemas. Por otro lado, Swifty es un muchacho “blando” ‒como lo menciona numerosas veces a lo largo de la película‒ y de buen corazón. Ambos son mejores amigos y su relación se equilibra para el carácter de cada quien.

Ante la incertidumbre que experimentan al ser expulsados de la escuela por estar involucrados en una pelea, Arbor y Swift se meten de lleno al negocio de la chatarrería. Con un caballo y una carreta recorren las calles en busca de pedazos de metal para después vendérselos a Kitten, quien toma provecho de la situación y los utiliza para robar cobre de los cables de telecomunicaciones, las vías ferroviarias y hasta las fuentes eléctricas de la población.

El oscuro entorno y la visión social de la historia logran evocar miradas al estilo cinematográfico de Ken Loach, a diferencia de que Clio Barnard muestra su distintivo sello autoral en la forma en que presenta su más reciente filme. El cuento de Wilde toma al gigante como su protagonista. Sin embargo, la cineasta opta por otorgar ese rol a los adolescentes ‒niños en el cuento‒, profundizando en sus vidas, sus problemas e inquietudes.

Clio Barnard saltó a la fama con su trabajo previo The Arbor (2010), un documental experimental sobre la dramaturga Andrea Dunbar. Especializada en artes visuales decidió adentrarse al mundo del cine para presentar una visión innovadora a través de sus películas. Ha sido acreedora a premios en el Festival de Cine de Tribeca, el Festival de Cine de Londres y el Festival Internacional de Cine Documental de Sheffield.

En palabras de Barnard, la historia trata sobre el peligro de excluir a los niños que, en este caso, viven en el seno de una comunidad marginal. De esa manera, el filme aborda las consecuencias de adoptar el dogma de toda sociedad capitalista, el cual es tomar la avaricia como una virtud y no como un vicio. En ese contexto, Kitten es el que ejemplifica mejor esa ideología que termina por contagiar a Arbor.

Al principio, los muchachos se emocionan al ganar sus primeras libras, pero conforme progresa la historia, los hilos narrativos se van tensando hasta el punto en que todo explota y cada personaje debe afrontar las consecuencias de las elecciones que tomaron ya que no hay vuelta atrás.

El gigante egoísta (The Selfish Giant) es un filme de fuerte contenido dramático, estrenado en el Festival de Cannes del año pasado y exhibido en muchos otros festivales de cine alrededor del mundo. En México se exhibe en la Cineteca Nacional y otros cineclubes. Síguelos en Facebook para enterarte de las próximas proyecciones.

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