Ante la arquitectura conceptual cuántica y la unión del teatro físico con la tecnología de punta más exquisitamente hilvanada con la danza, quedamos en estado prácticamente catatónico. Sí, eso pasó con Missing, de la Gecko Theatre Company de Inglaterra, un espectáculo que une diversas artes y que se presentó tres días en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.
Lili es una mujer que busca en las ensoñaciones de su pasado, una vida que transcurre de la infancia a la adultez en una deconstrucción histórica que va y viene, emulando la visión de una cinta o video, cuya característica es que puede ser adelantado y regresado como buscando un momento preciso de la memoria. Dicho así, Missing parece fácil, aceptable, digerible, entendible a primer toque de una idea que todos tenemos a la mano, pero cuya realización resulta ante nuestros ojos un hallazgo teatral monumental en su ejecución.
Por medio de una historia no lineal, esa mujer que parece estar en total decadencia, traumada de infancia por la ausencia de su madre, sueña con realizar muchas cosas en su vida; las mismas que entran en atmósferas de fantasía y que se mezclan con la realidad. El alma de esta mujer, un círculo de luz que se revela en una radiografía, es también un motor de búsqueda de sí misma.
Sin ningún antecedente nacional, este teatro que dan en llamar de “clase mundial”, en el entendido de que su calidad es superior a lo excelente, y con el ingrediente secreto del uso casi mágico de la tecnológica al servicio de un arte impecable en todos sus elementos, no obstante, nos remite a experiencias de grandes directores teatrales anteriores, que también conmocionaron en su momento. Me refiero a Tadeuz Kantor con la obra La clase muerta, que llegó al mismo CCB en los años 80, y que con esta peculiar estética entre elementos de posguerra, títeres como niños petrificados en el tiempo y de factura casi decimonónica, tienen un vínculo estético y escénico con Missing, sólo que en esta puesta los objetos se alternan con una variedad de efectos visuales, escenográficos y luminotécnicos con un método de ensamblaje de alta precisión, con una técnica imaginativa y refinada que deslumbra en su ilusionismo.
También es innegable la referencia al teatro de Le Page, en esta utilización económica de recursos tecnológicos que se transforman de manera polivalente y polisígnica en un dos por tres ante el público, aportando nuevas visiones y funciones a objetos conocidos.
Missing utiliza ‘sets’ escénico-plásticos como secuencias vivenciales; se trata de una forma de espectáculo producido con base a ‘workshops’, donde actores-bailarines, luces, escenario y la escenografía están coordinados en un ordenamiento perfectamente sincronizado. Pero aquí es donde la actuación no cede campo a la tecnología, sino que refuerza su poderío en la escena: aspectos que sólo podemos ver en un video, son impecablemente reproducidos e interpretados en evoluciones sorprendentes por el manejo del cuerpo. Por eso resulta tan impactante la ecuación entre los aspectos técnicos que se despliegan con toda naturalidad, ayudados y contextualizados por una corporalidad que transforma la visión y transtorna los sentidos, con una precisión de relojeros suizos.
Más de 15 años respaldan esta compañía que dirige Amit Lahav, la cual se ha presentado en más de 20 países del mundo, con ciertas adaptaciones a idiomas y músicas de cada lugar. Su director asociado, Rich Rusk, subraya la específica intencionalidad de mostrar una historia inacabada que se completa con la propia visión proyectiva del público. Este modelo para armar lo es en tanto que cada espectador se hace su propia historia. Las secuencias narrativas son fractales de poéticas imágenes que cada quien teje para otorgarles una trama singular.
La obra libera de la atadura unívoca de la narrativa convencional, para ser vivida en una sucesión de acontecimientos estéticos en continuidad. No hace falta saber qué se dice en el poco texto hablado que funciona más como un guión, porque las escenas nos cautivan por sus efectos de encantamiento, a través de cuadros como ventanas lumínicas; especie de aparadores donde nos asomamos a realidades íntimas. Es así como somos llevados a un universo psicológico y psicográfico, como si estuviésemos metidos en una cabina de cine que exhibe la mente del personaje y, al mismo tiempo, donde accedemos también a nuestro propio enjambre de pensamientos y fantasías.
Gecko es considerada como una de las mejores exposiciones artísticas en relación a su producción y por la alta ejecución de sus intérpretes, como los que actúan en esta puesta: Anna Finkel; Amit Lahav; Chris Evans; Georgina Roberts; Ryen Perkins-Gangnes y François Testovy, quien ha señalado que la idea central es “no dictar al espectador lo que tiene que entender”.