Aturde este estrepitoso silencio
el de la matanza de Apatzingan,
el de los 43 desparecidos de Ayotzinapa,
el de la censura de Aristegui,
empezando el ignominioso recuento por la A
hasta llegar directo
–en el abecedario de los crímenes de Estado–
hasta los Zetas.
Estrépito telúrico y jurídico de nuestra política fantasmagórica
y con este habitual silencio de silicio ciudadano
surge un silencio asesinando en su omisión los sonidos de la libertad,
un silencio ruidoso en los abusos de la masa uniformada,
un silencio en los telediarios y en las radiotransmisiones del mutismo,
un silencio gritón que no dice nada ante la injusticia del silencio,
el mismo de la boca ocupada mordiéndose la lengua y mordiéndose la cola,
un silencio sin honra ni habla.
Para no callar
hay que tener albeando el alma de toda podredumbre,
y alzar la cabeza sin huecos para poder decir,
para que el silencio no sea un avasallador zumbido de estallidos
+++++++++++++++—indiferentes—++++++++++++++++++++
material de desecho silencioso de cobardes
y silencio de traidores.
Hay que tener una voz hablante y no habladora,
voz comprometida con la palabra empeñada,
ofrecida en prenda como tributo a la justicia,
palabra sólidamente construida con la verdad,
para poder edificar realidades nuevas,
hechos hablantes y valientes,
dichos desde el amor profundo a la humanidad
++++++++++++++sin eludir las respuestas+++++++++++++++
concreciones de sonidos dispuestos y atentos a las preguntas,
a dar solución a las vidas de los que fusilan a diario
++++++++++++++ante nuestros ojos mudos++++++++++++++
ante la inaudita explosión de balas expansivas
+++++++++++sobre sus frágiles cuerpos+++++++++++
mientras nuestros ensordecedores silencios se funden
con la voracidad de los sistemas que enseñan a callar,
+++++++++++++++++en casa+++++++++++++++++++
a nombre de la inclemente violencia pasiva
+++++++++++++++++en la calle+++++++++++++++++
a nombre de la obscena violencia exultante y social
ese constructo ideopático entre narcomaleantes y mafias de cuello blanco,
que nos aturden en el más estrepitoso e insultante de los silencios.