por Gerardo López
En el siglo XVI, cuando comenzaba la Conquista de América, el misionero franciscano fray Bernardino de Sahagún se dedicó a recopilar poemas cantados en náhuatl, bajo el nombre de cantares mexicanos. Ninguno presenta el nombre de su autor, por lo cual se cree que provienen de una antigua tradición oral.
Entre ellos resalta Xochicuicatl cuecuechtli (Canto florido de travesuras), que contiene un profundo sentido existencial, amoroso y erótico, considerado por investigadores como el antecedente del albur mexicano.
La ópera homónima, que se estrena este sábado 6 de septiembre en el Teatro de las Artes del Cenart, está basada en dicho cantar, y es fruto de una exhaustiva investigación por parte del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez (Cenidim).
Gabriel Pareyón (1974), musicólogo mexicano, es el compositor de esta maravillosa obra que celebra la cultura náhuatl, mediante la unión entre poesía, baile, música y canto.
Específicamente, Pareyón se basó en el libro Cantares mexicanos, obra del antropólogo e historiador mexicano Miguel León-Portilla que, de acuerdo con él: “son composiciones escritas en náhuatl que comparten lo que originalmente se comunicaba por la oralidad o por los códices con caracteres glíficos y pinturas”.
El nombre de cantares se debe a que se trata de composiciones en verso que no sólo se recitaban, sino que se cantaban al son del teponaztli (percusión de madera) o del huehuetl (tambor con membrana), acompañados por danzas y cantos. Estos poemas de honda reflexión eran la conjunción de bailes, cantos, fiesta y copal.
“La recopilación de estos textos conocidos como cantares mexicanos, hechos por el equipo de fray Bernardino de Sahagún, sobrevivió prácticamente sin censura porque los textos que comprenden esta colección están casi en su totalidad; no están manipulados por el proyecto evangelizador del siglo de la conquista de México”, destacó Pareyón en conferencia de prensa.
El montaje de la ópera contemporánea está estructurado por una profunda investigación musical, literaria y lingüística, realizada a lo largo de una década por el compositor mexicano.
La obra narra la llegada de un extranjero vendedor de chiles llamado Tohuenyo, proveniente de Cuextlán, el país de los huastecos. Este joven ágil, alburero y atractivo seduce a las ahuianimeh (jóvenes alegradoras), quienes tras un jugueteo erótico lo abandonan, dejándolo sumido en un avasalladora tristeza. Xochipilli, deidad mexica de las flores, la música, el amor juvenil y las enfermedades venéreas, le obsequia al afligido Tohuenyo una huilacapiztli (ocarina en forma de ave) para que se alegrara con su música, haciendo una alusión al carácter fugaz de la vida.
Las ahuianimeh eran compañeras de baile de los guerreros mexicas; cumplían una función específica en la élite social del México precolombino, que era darles placer. Sin embargo, no eran consideradas prostitutas como lo entendemos en el mundo occidental. Fray Bernardino de Sahagún las llamó “alegradoras”, porque el verbo ahuia significa alegrar en náhuatl.
En distintos documentos históricos hay pistas o referencias sobre Tohuenyo, quien era famoso por enamorar mujeres en sus viajes. Fue un personaje muy popular en el México de los siglos XIV al XVI.
La característica principal de la ópera es que la musicalización está a cargo de una orquesta compuesta únicamente por instrumentos de origen prehispánico, para la cual fue creada una partitura con una notación original desarrollada a partir de símbolos de la iconografía mesoamericana, muy diferente al pentagrama europeo tradicional.
El percusionista y compositor José Navarro Noriega es el director de la orquesta Kuauhkiauhtzintli (Lluvia de palos), la cual utiliza principalmente instrumentos como el teponaztli y el huehuetl, así como ocarinas, sonajas, flautas y hasta molcajetes, pero también la danza sobre tarima de artesa, originaria de los estados de Guerrero y Oaxaca.
Respecto a los instrumentos, Navarro Noriega comentó: “Son creados como acompañantes de las ceremonias que se realizaban en el México precolombino. Estos instrumentos son dos grandes percutores principales, que son el huehuetl, un tambor vertical de diferentes tamaños; es un instrumento muy antiguo, en todas las culturas existe el tambor y aquí se le fue dando la forma final que tiene, siempre posado en el piso; un instrumento creado probablemente desde antes del preclásico. El teponaztli, es una especie de xilófono con dos lengüetas.”
“Este par de instrumentos tienen su origen en el relato mítico. Son instrumentos que formaban parte de los dioses y que, por una situación especial, terminaron viviendo junto a los hombres para que con ellos rindieron homenaje a los dioses. Es decir, que estos instrumentos no son representaciones de lo sagrado, sino que son sagrados por sí mismos.”
La coordinadora general y diseñadora escénica de la obra, Enid Negrete, resaltó las innovaciones de la ópera Xochicuicatl cuecuechtli, la cual introduce componentes que no se habían usado ni en la ópera europea ni en la mexicana de los últimos cinco siglos: la danza como instrumento musical, la invención de una escritura dependiente de la relación instrumental con la vocalización del náhuatl y la estructuración dramática.
“A los cantantes se les tuvo que entrenar en diferentes cosas, tanto vocal, corporal como dancísticamente; tuvimos también un apoyo enorme por parte del Centro Cultural El Tecolote –ubicado en Arcelia, Guerrero- que nos ayudó en el entrenamiento del baile sobre tabla y además tuvimos el lujo de estar ahí una semana para poder hacer la primera presentación de esta obra entre pueblos indígenas que hablan náhuatl (más de 300 personas). Eso ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de este proyecto”, destacó.
Xochicuicatl cuecuechtli tendrá dos únicas funciones, este sábado 6 de septiembre a las 19:00 horas y el domingo 7, a las 18:00 horas.
El costo del boleto es de $150.00 pesos e incluye el acceso, una hora antes de cada función, a una conferencia magistral sobre este magnífico cantar, impartida por Gabriel Pareyón y otros especialistas en cultura náhuatl.