Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica.
– Salvador Allende.
La juventud de un país representa la esperanza de tener un mejor futuro. Los estudiantes son aquel ingrediente secreto indispensable en la formación social de una población educada y próspera. ¿Será por eso que el 2 de octubre no se olvida?
El tema ha sido abordado por muchos artistas e intelectuales a través del tiempo. Sin embargo la exposición Lecciones del 68. ¿Por qué no se olvida el 2 de octubre? en el Museo Memoria y Tolerancia, hoy tiene un significado simbólico, pues hace ya un año de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, Guerrero.
El guion de la exposición, desarrollado por Sergio Aguayo, rinde homenaje a los estudiantes caídos el 2 de octubre de 1968, después de que el entonces mandatario Gustavo Díaz Ordaz personalmente ordenara a las fuerzas armadas disolver el mitin que se llevó a cabo aquella tarde de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. El académico es enfático al decir que sin verdad no hay justicia; sugiere, además, que “ningún suceso se ha investigado tan rápido como el caso Ayotzinapa. Es una buena señal”.
La modernidad que México tanto anhelaba llegó de golpe en 1968 tras la organización de las celebraciones Olímpicas que se llevarían a cabo en el país y, con ellas, peticiones por parte de los estudiantes que exigían una mejor educación. La guerra en Francia impulsó a la juventud mexicana a alzar la voz para exigir lo que respectivamente les pertenecía como parte de una sociedad, pues el artículo número 3 de la Constitución Mexicana manifiesta que todos merecemos el derecho a la educación. Eso, aunado a la Revolución cubana, marcaron a toda una generación de jóvenes, al ver que un grupo de hombres pudieron transformar un país al enfrentarse a la mayor potencia de la historia.
El objetivo de la exposición es manifestar el uso de violencia ilegal contra los estudiantes y la sociedad en general, pues está dedicada especialmente al conocimiento, a la libertad de expresión y a los jóvenes como principales actores del avance y futuro de México.
La muestra es una crónica contada a través de objetos que formaron parte del autoritarismo que se vivía en México bajo el mandato de Díaz Ordaz. Por una parte están las preparaciones para las Olimpiadas, uniformes, publicidad y las sonrisas falsas del mandatario. Pero detrás de esa cortina de humo se encontraba una verdad que los jóvenes querían sacar a la luz, para así poder enseñar a México lo que se estaba haciendo a escondidas. Fotografías de movilizaciones encabezadas por el entonces rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, quién negaba en lo absoluto el uso de violencia ante la autonomía, y que con sus mensajes transformó una protesta juvenil en una movilización cívica-estudiantil, cubren el segundo núcleo de esta muestra.
Una instalación audiovisual proyecta el recuento de los daños de la tarde del 2 de octubre sobre una simulación arquitectónica de la Plaza de las Tres Culturas, utilizando material inédito.
En las paredes reviven los rostros de los caídos, de los arrestados, de los golpeados, de los chavos. A través de un vidrio en el piso se observan objetos pertenecientes a todos aquellos que fueron absorbidos por el abuso de poder durante las marchas.
Un cuarto hipnotizante que grita “Impunidad” por doquier se aloja bajo el techo cubierto por libros abiertos, los cuales simbolizan la necesidad de educación requerida para combatir los rincones oscuros de la impunidad que acecha al país. Y en el piso, la pregunta del siglo: ¿Por qué? 1968-2015, señalando el periodo entre la primer masacre de estudiantes hace 47 años hasta ahora.
Seguimos al pasillo del tiempo. Paredes grises manchadas de tristeza y un piso blanco con una línea del tiempo que indica cada una de las atrocidades que se han cometido en el país, entre ellas la matanza de Acteal, la masacre de Aguas Blancas y el infame Halconazo de 1971.
La pieza final es quizá lo más escalofriante y doloroso, pues no retrata un suceso que ocurrió hace 47 años; es tristemente la realidad del presente. Una silla escolar envuelta en flores respaldada por los 43 rostros de los estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 nos deja con nada qué decir y mucho que sentir.
“La muestra se activa, no al momento de instalarse en las salas temporales del Museo de Memoria y Tolerancia, sino cuando el público visita la exposición y reflexiona sobre el caso aterrador que se ha vivido por muchos años en el país”, comentó Linda Alach, directora de exposiciones temporales del museo.
Antes del movimiento del 68 hubo diversos grupos que en colectividad exigían justicia al gobierno con marchas y manifestaciones, como los ferrocarrileros de 1958 y el movimiento médico de 1964. Sin embargo, el movimiento estudiantil se llevó a cabo con convicción y vivió una vida vasta y llena de lucha, hasta que fue terriblemente asesinado.
¿Fue la paranoia de Díaz Ordaz contra los estudiantes en 1968? ¿Fue la ineptitud de Peña Nieto, al otorgarle un estado completo a criminales? La respuesta está ante los ojos de todos los que quieren ver la cruel pero cierta situación del gobierno mexicano, y es por eso que el 2 de octubre no se olvida, al igual que el suceso que paralizó al país entero hace un año en el estado de Guerrero. Cabe mencionar que los hechos del 26 de septiembre de 2014 se llevaron a cabo tras la salida de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa hacia la Ciudad de México, donde se unirían a la marcha que se realiza el 2 de octubre como cada año, para recordar a los caídos en 1968.
La directora del Museo, Sharon Zaga, señala que la memoria no se trata de recordar, nos sirve para aprender y no permitir que sucesos como los genocidios vuelvan a pasar.
Lecciones de 68 ¿Por qué no se olvida el 2 de octubre? permanecerá abierta al público, de manera gratuita, hasta enero 2016.