“Si vas a preguntar sobre violencia mejor pregúntale a alguien más, porque ese no es mi tema. A mí pregúntame del festival”.
Lo dice Lucía Egaña, mientras hace un ademán para alejar algo. Se le ve hastiada.
Es una artista famosa y pobre, sobre todo porque critica que los artistas en el mundo se autocensuran para obtener becas y premios. Es chilena radicada hace diez años en Barcelona. Es fundadora de la Muestra Marrana, la cual agrupa filmaciones y ponencias transfeministas esta semana en Ex Teresa Arte Actual.
Entre otras curiosidades, invita a talleres donde hombres y mujeres se desnudan para descubrir sus cuerpos en formas que no repliquen un video porno. No se trata necesariamente de producir placer ligado a orgasmos, sino del placer de liberar “algo más”.
El festival difunde la movida del post-porno, un análisis y una crítica de cómo la pornografía es una industria que produce una idea única, poderosa y controladora (hegemónica) de cómo “debemos” los humanos dar y obtener placer.
La idea es que la actividad sexual es un espacio controlable y controlado para transformar placer en consumo, con el fin de obtener resultados específicos, un espacio de control político.
De pronto Egaña suelta que el festival, que viene por primera vez a México en su séptima edición, lo fundó para sacar de la cárcel a “una amiga”.
“Al final se suicidó así que eso salió mal pero aquí estamos aún con el festival”.
Su amiga se llamó Patricia Heras. Fue una poeta feminista española. La metieron a prisión en 2006 acusada de lanzar una maceta contra un guardia español durante el desalojo de un edificio.
Los desalojaban por hacer una “fiesta ilegal”. La agresión jamás se comprobó, pero Amnistía Internacional documentó tortura de Heras antes de su suicidio, en 2011.
Hasta hoy hay un movimiento social contra el llamadao 4F (fue el cuatro de febrero de 2006 cuando se produjo el desalojo), y la versión oficial en España, que culpa de la muerte del guardia a Heras y otros jóvenes.
Pero Egaña prefiere no hablar de eso.
“En Barcelona el festival se nos llenó demasiado y no dábamos abasto con tanta gente. Teníamos muchas ganas de hacerlo aquí porque era nuevo, había otra gente colaboradora, mexicana. Por eso estamos aquí”.
“Me dedico a los transfeminismos, a la lucha del drag king. De eso muero de hambre”.
No se ve escuálida. Andrea Barragán, “artivista” colombiana, es más bien corpulenta. Usa cabello corto, en mohicana, rosa. Pantalones holgados, piercings, lo habitual.
Recientemente se dedica a visibilizar cómo el Estado colombiano, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el narcotráfico en Colombia comparten la misma lógica de género.
“Es una relación de guerra y de masculinidades en pugna. Las relaciones que se establezcan en la guerra entre machos y lo que venga, violación a mujeres y salidas de cuerpos de territorios en conflicto de todo lo que políticamente sea menos que un hombre”.
‘Menos que un hombre’.
En su ensayo Capitalismo gore: narcomáquina y performance de género, la tijuanense Sayak Triana, a quien Andrea cita en la Muestra Marrana, define en qué sentido muchas de las guerrillas, las fuerzas armadas colombianas y el narcotráfico son los mismos: hombres que viven su masculinidad como violencia.
“Entendemos como performance de género masculino a la obediencia acrítica de los varones al desempeñar (performar) las normas de género dictadas por la masculinidad hegemónica, la cual tiene entre sus postulados más arraigados: la respetabilidad económica, “la indiferencia ante el peligro, el menosprecio de las virtudes femeninas y la afirmación de la autoridad en cualquier nivel”(Monsiváis 1981, 9).
En lugar de decir todo esto, en la Muestra Marrana VII exhibe un video.
Es una mujer con el rostro cubierto. Viste indumentaria militar. Nada le cubre la vulva.
Habla sobre la sangre, sobre la sed que tienen los hombres de sangre. La guerra y su placer de derramar sangre. Luego se saca un tampón de la vagina. Derrama sangre.
Saca la lengua, chupa el tampón. En el templo católico que el Ex Teresa fue, y donde se desarrolla la Muestra Marrana, todos asienten con la cabeza. Nadie manifiesta el asco que siente.
El asco por la sangre de la menstruación. La expectativa de que la mujer menstrúe para darnos hijos y no menstrúe para darnos placer, pero que lo oculte y se avergüence.
“Por creencias que nos impide tocar objetos y personas, por explicaciones médicas que describen a las mujeres menstruantes como focos de infección. Son usadas como insulto, por una larga lista de eufemismos. Que asocian la volubilidad de las personalidades y son usadas como insultos”.
La Muestra Marrana terminará en un tono menos lúgubre, con una fiesta en el Foro Alicia para celebrar que hombres y mujeres de todas las denominaciones sexuales abren los ojos para evitar esta violencia del Estado y asociada a la masculinidad. Será una especie de venganza colectiva por la muerte de Patricia Heras.
Consulta el programa completo de la Muestra Marrana.
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