Arte y Cultura

¿Qué tanto arte es demasiado?

Por Patricia Cordero

@lacordero

Imagina que vas a un restaurante en esos que puedes comer todo lo que puedas por un precio módico en una sentada. Comienzas saboreando uno que otro platillo; de repente ves tantas cosas en la barra que quieres probarlo todo; das dos vueltas con el plato rebosante de comida hasta tu mesa, pero piensas que hay que llegar al postre. Total, que hasta en los postres pruebas los más posibles, y terminas con tal empacho que no puedes ni moverte.

Algo así pasó la semana anterior, en que la Ciudad de México se llenó de arte. El banquete fue tal que los días y las horas no fueron suficientes para poder disfrutar de la gran oferta que nos dieron las ferias de arte, las galerías y los museos.

Comenzamos con un maratón en el que recorrimos 10 galerías en una noche. El reto se antojaba difícil, pero conforme visitábamos una y otra y otra más, sabíamos que todavía quedaba mucho por ver.

La primera parada fue Tal Cual, una pequeña casa en la colonia Juárez que presenta obra de artistas jóvenes, como Daniel Monroy y Kathryn García. Seguimos a la OMR, una de las galerías mexicanas más reconocidas, que presenta la exposición (f) con obra reciente de Gabriel de la Mora. Cruzando la calle, sobre la plaza Río de Janeiro, una pieza del Visual Art Week atraía la mirada de los transeúntes, por las luces y los colores.

A unas calles encontramos Fifty24, que sacó de sus bodegas algunas joyas de Saner, Ciler, Ericailcane y Kenta Torii. De ahí brincamos al Hotel CondesaDF, que en su patio interior presentó la instalación sonora I love, I hate de Octavio Abundez, de la galería Curro y Poncho. En EDS galería encontramos Interkosmos de Vargas-Suárez Universal, con antenas de televisión satelital intervenidas. Fifi Projects abrió su espacio íntimo a los visitantes, con la obra de Aldo Chaparro y Alexis Zambrano. En Ethra nos maravillamos con el universo de Máximo González en su Templanza de las cosas distantes. La galería Arróniz reunió a Ricardo Rendón y Almudena Lobera, y cerramos el tour con Simon Fujiwara, Ryan Gander y Mario García Torres en Proyectos Monclova.

El postre llegó hasta el día siguiente con Zona MACO. Mucho se habló en estos días sobre si las piezas presentadas eran en realidad lo mejor del arte contemporáneo mundial, si las obras son una burla a la sociedad o al intelecto de los visitantes, o si son puras ocurrencias para darle valor a los objetos cotidianos. Lo cierto es que es un gran escaparate para conocer lo que le aqueja, interesa, duele y mueve a la sociedad, a través de la visión de los artistas. Para ir a Zona MACO (o a cualquier otra feria de arte, museo o galería) no hace falta ser un experto en arte, sino dejar los prejuicios afuera y la sensibilidad abierta para dejarse sorprender.

La gran decepción fue Material Art Fair. Si bien su premisa es presentar arte emergente, eso no quiere decir que por tratarse de artistas jóvenes o de obras con precios accesibles deban presentar cosas de mala calidad o que parezcan una broma al público. Me preocupa pensar que este tipo de arte es reflejo de la posible pobreza intelectual de las nuevas generaciones de artistas, o de un vacío discursivo de la posmodernidad que lleva a presentar cualquier objeto disfrazado de obra maestra.

No fue así en el Salón ACME, cuya cuidada selección presentó obras de artistas mexicanos emergentes, con propuestas interesantes y bien logradas, que tienen un discurso estético, social y político muy claro, que no necesita mayor explicación.

El banquete del arte siguió con el debut en el color de Carlos Amorales en Kurimanzutto; la excelente museografía que la Galería Hilario Galguera dio a la obra de Bosco Sodi; la invasión colorida de Héctor Falcón en Central Projects, y la sutil belleza y poder de las piezas seleccionadas para celebrar 80 años de la Galería de Arte Mexicano.

Después del empacho de ver tanto arte en tan corto tiempo, siempre queda la duda de si habrá vida suficiente para poder disfrutarlo todo. Mientras llega la respuesta, no queda más que saborear el fugaz instante de perderse en una obra de Anish Kapoor y pensar que, al llegar a casa, no habrá un Alka Seltzer que ayude a aliviar el exceso en el consumo visual y sensorial. Provecho.

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