Arte y Cultura

Revive parte de la historia de la Ciudad de México a través de sus estudios fotográficos, en @mbellasartes

Viaja en el tiempo gracias a las 158 piezas que conforman la exposición Nosotros fuimos. Grandes estudios fotográficos en la Ciudad de México, que aloja el Museo del Palacio de Bellas Artes, en donde se exhibe material inédito entre imágenes, publicaciones, álbumes y otros objetos que datan de entre 1866 y 1936.

Las piezas provienen de diversos coleccionistas en México y de la Ciudad de Puebla, con la idea de rescatar este pasado en forma de documentos visuales.

Miguel Fernández Félix, director del Museo del Palacio de Bellas Artes, comentó que la idea es conocer la microhistoria de finales del siglo XIX, principios del XX y hasta los años 30, de lo que fue el Centro Histórico a partir de estudios fotográficos, la mayoría de los cuales estuvieron ubicados en las calles que ahora conocemos como el corredor Francisco I. Madero, Hidalgo y Donceles.

Casi todo el material es inédito y original de la época y algunos de los fotógrafos son anónimos. “Este recinto, desde los años 20 y 30, tiene una relación muy importante con la fotografía; queremos rescatarla y continuar una historia”, aseguró.

El curador de la exposición, José Antonio Rodríguez, afirmó que el proyecto fue esencialmente un rescate en el que participaron tanto el director como el equipo de investigación, durante más de un año indagando sobre el proyecto.

En la exposición se encuentra el trabajo de diversos fotógrafos, su producción en talleres o agrupaciones familiares y su labor en el retrato. Algunos nombres de estudios fotográficos que conforman la exposición son Fotografía Arriaga, de Ana y Elena Arriaga; Cruces y Campa, de Antíoco Cruces y Luis Gonzaga Campa; Fotografía Francesa, de François La Villete; Valleto y Compañía, de Julio, Guillermo y Ricardo Valleto; Photo Chic, de Catalina Guzmán y Luis G. Guzmán; Maya y Sciandra, de José María Maya, Pablo y Luis Sciandra; Fotografía Nacional, de Natalia Baquedano; The Brooklyn Photo Studio, de José Guadalupe Velasco; Calderón y Compañía, de Antonio Calderón; Fotografía Napoleón, de Adolfo de Porta, y Veraza e Hijos, de Luis Veraza.

Entre las obras que se exhiben hay retratos de personajes populares, como la hermosa Nahui Ollin por Martín Ortiz, o Porfirio Díaz, a través de la lente de Guillermo Kahlo, padre de la pintora Frida Kahlo. Sin embargo, también se pueden admirar imágenes sobre la manera en que la élite y la gente de pueblo se fotografiaba, además de las clases populares, las divas y los travesti. De alguna forma, se da la idea de cómo los diversos sectores sociales se fueron mostrando a sí mismos y cómo se representaban en este espacio. “Todas las calles del Centro Histórico estuvieron pobladas de estudios fotográficos para la élite, el pueblo y los caudillos. La muestra no solo es estética, sino también una serie de cuadros sociales que se convierten en documentos históricos y de memoria”, aseguró Rodríguez.

Había una historia que no estaba escrita aún y fue lo que los investigadores comenzaron a reconstruir. La búsqueda comenzó a partir de los grandes estudios y de ahí fueron saliendo los demás. “Hemos dado un primer gran paso, mostrar una de las múltiples y posibles historias de la fotografía en la Ciudad de México”, dijo.

¿Y por qué este proyecto culminó en el Museo del Palacio de Bellas Artes? Porque tiene una gran vocación de la fotografía a lo largo de toda su historia y por lo que sucedió alrededor del recinto. “Los investigadores trabajamos en esto y descubrimos que, en ese entonces en el Teatro Nacional, estaban dos grandes estudios: el de François La Villete y el de Antonio Moreno”, cuenta el curador.

La primera sección es del siglo XIX y va de 1866 a 1909, luego siguen documentos de los caudillos y finaliza con los  fotógrafos modernos, aquellos que comienzan a transformar la visión del retrato, haciendo fotografías de perfil, de espaldas y desnudos masculinos. El trazo de las sombras se vuelve importante para ellos.

Casi todas las obras son vintage; esto se refiere a aquella imagen que, a la hora de tomarse, se imprimía casi de inmediato o bien dentro de un periodo de 5 años, explica Rodríguez.

Otro de los objetivos de la muestra es que se pudiera mostrar la complejidad que representaba el irse a retratar en ese tiempo, por la carga de ficción que hay en el retrato de estudio; la dificultad de la puesta en escena en donde las alfombras, los objetos y el cuerpo van a cumplir una función de distribución visual, señaló Rodríguez. “Este acto ficcional se vuelve teatralizado y por lo tanto es un espacio de representación, cuenta la composición y la forma en que el cuerpo funciona dentro del espacio”.

En cuanto a los fondos que se utilizaban para tomar una fotografía, empleaban grandes lienzos pintados al óleo de bosques, castillos e interiores de habitaciones, algo como montar una escenografía para el teatro, y esto llevaba al reto de unir pintura y fotografía. En el siglo  XIX se debía utilizar luz natural, ya que no contaban aún con electricidad. Utilizaban lienzos para controlar la luz del sol y solo podían fotografiar de 10:00 a 15:00 horas. Usaban vidrios y espejos para jugar con la luz, aprovechándola al máximo.

La obra que se exhibe proviene de 14 museos y colecciones nacionales, entre las que destacan la Colección Felipe Neria Legorreta, Colección Gustavo Amézaga Heiras, Fototeca Lorenzo Becerril A.C, Fototeca Antica A.C, Colección David Torrez, Colección Graciela Iturbide, Museo de Arte Moderno, Museo del Estanquillo y Galería López Quiroga.

El Museo del Palacio de Bellas Artes ofrece un espacio para la reflexión y discusión de la exposición, un programa de actividades como pláticas con especialistas, talleres, un ciclo de cine y visitas guiadas. 

La muestra estará abierta al público hasta el 31 de mayo del 2015.

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