En cuanto la leyó, el editor Rafael Giménez Siles sólo atinó a decir: “No, René, yo no me voy a la cárcel por tu culpa, no puedo publicar tu novela”. Pero René era necio e intentó darle salida a su texto en otro lado. Mala suerte. Joaquín Diez-Canedo le aconsejó quemarla, mientras que la editorial Joaquín Mortiz lo invitó a destruirla. “Hazlo o tendrás muchos problemas”, le advirtieron.
El autor era un joven de 26 años que respondía al nombre de René Avilés Fabila (1940-2016) y su novela, Los juegos (1967), la que había despertado tanto alboroto al hacer una dura crítica a “La Mafia” que reinaba en ese entonces en la escena cultural de nuestro país. El autor falleció el 9 de octubre a los 75 años y lo recordamos con esta entrevista.
No era una crítica superficial, sino una con pelos y señales en la que ninguna vaca sagrada quedaba a salvo. Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y José Luis Cuevas fueron sólo algunos de los autores que pasaron por la filosa cuchilla de Fabila.
Él mismo admitía: “Con esa novela me fui directo al cuello de los famosos y critiqué a los grandes funcionarios del país empezando por el presidente de la República (Gustavo Díaz Ordaz) a quien le decía ‘el gran verga’ y otras cosas que por ese entonces no eran usuales”, mencionó el también autor de El gran solitario de Palacio (1971) y Tantadel (1975).
“Recuerdo que un día, José Luis Martínez, que entonces era el director de Bellas Artes, me preguntó: ‘¿Ya se le pasó el odio?’. Yo le respondí: ‘No, si no es odio, así soy, de veras’”. No mentía. Así era y podía ser peor, cosa que no previeron el editor Giménez Siles y el crítico literario Emmanuel Carballo, quienes en un principio le habían solicitado la novela para incluirla en una nueva colección.
“Cuando llevaba las primeras 50 páginas se las leí y estaban muy contentos, pero, meses después, deberías de haber visto las caras que pusieron cuando conocieron el final. Se negaron a publicarla”.
DE GOLPES Y RENCORES
Entonces Fabila se dio a la tarea de ir a fiestas y cantinas donde se reunían escritores enemigos de “La Mafia” para recolectar dinero y así poder costearse una edición de autor. Con ese dinero sacó la primera edición que, a su vez, le dio ganancias para sacar una segunda. Fue entonces que se soltaron los odios y enemistades.
El mismo Benítez retó a golpes a Fabila. “Me lo encontré en la calle y me desafió. Yo venía con Ricardo Garibay, quien dijo: ‘Pues cuando quieran les rompemos el hocico’”. A Benítez lo acompañaba Cuevas y Fuentes, quien miraba asombrado la enorme agresividad de Fernando. “Lo curioso es que Benítez era una cosita de un metro cincuenta, además un viejo para los 26 años que yo tenía. Pude haberle puesto una madriza y medio matarlo, pero no, me contuve”.
—Las cosas no han cambiado mucho, “La Mafia” sigue dominando en pleno siglo XXI.
—Yo pienso que ahora, más que una gran mafia como aquella, existen muchas chiquimafias. Una, desde luego, la representa Héctor Aguilar Mamín con su grupo Nexos; la otra, Enrique Krauze. Por eso mi libro sigue tan vigente. Lo lamentable es que en una de esas mafias siguen los mismos nombres de entonces, salvo algunas bajas como la de Benítez o Paz.
Todos los demás ahí están, disfrutando las glorias del poder, como Monsiváis, quien un domingo recibe un doctorado Honoris Causa, el siguiente lo recibe Poniatowska y el próximo otra vez Monsiváis; cuando quieren romper la rutina se lo dan a Fuentes. Ellos se hacen pasar por los únicos, los exclusivos.
— ¿Cómo te llevas con ellos?
—Bien. Cuando me encuentro a alguno platicamos cordialmente. Alguna vez lo hice con Monsiváis quien me dijo: ‘Empezamos bien’. Yo le pregunté: ‘¿Empezamos bien qué?’. Digo, el hecho de que uno sea cordial en un momento dado, no significa que me vaya a quedar callado.
—Y dime, cuál es tu balance de estos 40 años como escritor
—Es positivo. Han sido años gozosos, divertidos. Aquellos fueron buenos tiempos. Mírame ahora, aquí escuchando a The Who. Es pura pinche nostalgia…