por Gerardo López
Noche de viernes. Una ligera llovizna cubre el Bosque de Chapultepec y los alrededores del Museo Tamayo Arte Contemporáneo, sede del jam de escritura. Ya son más de las 19:00 h. y el auditorio del recinto comienza a recibir al público invitado a presenciar y participar en la mezcla entre escritura, dibujo y música en vivo, convocados por Moleskine.
Cuatro son los artistas que amenizaron la noche: el escritor Jorge F. Hernández, el diseñador gráfico e ilustrador Alejandro Magallanes, el crítico y DJ Uriel Waizel y el artista visual Nómada (Eduardo Olmedo).
El arranque del evento no quedó ausente de aplausos y de la emoción de la audiencia. La lúcida elocuencia de Hernández inundaba el auditorio, fundiéndose con el eclecticismo musical de Waizel y los atrevidos trazos de Magallanes, proyectados en dos pantallas para que todos pudieran ver en tiempo real las caricaturas que complementaban la prosa de la creatividad colectiva.
El intercambio de ideas se movía en un vaivén dinámico entre los asistentes y el escritor. Las palabras hilvanaban las oraciones, con las cuales se construía un cuento lleno de humor espontáneo. Asimismo, los cambios musicales jugaban un papel primordial en la improvisación, ya que marcaban la línea para las palabras, que al mismo tiempo determinaban las obras de Magallanes. Música de Cri-Cri, Ricardo Arjona, rock and roll, salsa, reggaetón y otros ritmos populares fueron el contexto de la noche, dando forma a las expresiones literarias que se iban gestando.
Entre gritos y risas provenientes de las butacas, Hernández redactaba en párrafos la estructura de la historia aparentemente sin sentido. El ir y venir de los signos representados por palabras se manifestaba en un flujo continuo, lo cual facilitaba la expresión creativa de los presentes.
Albures, ironías, sarcasmos y frases entintadas surgían de participantes de todas las edades, desde niños hasta adultos mayores, y lo que comenzó con una reducida intervención se volvió una lluvia de ideas que enriquecía cada vez más el texto.
Pasada la hora y media, se leyó en voz alta lo que se llevaba escrito hasta el momento con la multifacética voz de Hernández, que lo mismo imitaba al Padrino que al Perro Bermúdez, para narrar la historia de manera cómica y atractiva.
Finalmente, el escritor propuso terminar el cuento con un párrafo más que concluyera todo lo redactado hasta el momento. De esa manera, los presentes continuaban arrojando palabras y oraciones que se complementaban, hasta que se logró cerrar con la narración de la noche. Magallanes terminó por regalar libretas con las ilustraciones que realizó en las dos horas de creación artística.
El “jam de improvisación” fue todo un éxito. La habilidad lingüística y la destreza de cada uno de los asistentes fueron los que en realidad hicieron apasionante el evento. Una vez más, las propuestas multidisciplinarias artísticas sobresalen en la agenda cultural de la Ciudad de México, y se erigen como el siguiente paso en la interminable y enriquecida intercomunicación entre los representantes de la cultura de la capital mexicana.