GUANAJUATO, México.- Último sábado del Festival Internacional Cervantino (FIC), y después de presentarse en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, la London Sinfonietta llegó al Teatro Juárez de la ciudad de Guanajuato con un atrevido programa de música contemporánea, que levantó algunas cejas y cautivó varios oídos y miradas.
A pesar del tumultuoso festejo de la gente en la concurrida calle De Sopena, cuyo sonido se colaba hasta el escenario del emblemático edificio de estilo neoclásico, los músicos de la Sinfonietta mantuvieron la templanza suficiente para interpretar piezas tan experimentales y osadas por su carácter posmoderno, como Wonderful No-Headed Nightingale (2012) de Luke Bedford (1978), XLIII Memoriam Vivere (2015) de Marisol Jiménez (1978) —pieza comisionada por el FIC— y Chamber Symphony núm. 2 de Laurence Crane (1961) en la primera parte del programa.
Dando paso a un breve intermedio, un poco menos de la mitad de los asistentes salieron de la sala para reposar de la inmovilidad a la que se veían sujetos en el momento de la interpretación y para tomar un par de cervezas que vendían en la recepción, gracias a uno de los patrocinadores del Festival.
Al reanudar a la segunda parte del concierto, la agrupación londinense, enfocada en el desarrollo y divulgación de la música contemporánea, interpretó Contraflow (1992) de Colin Matthews (1946), Acoussence (2012) del mexicano Enrico Chapela (1974) y concluyó su participación en la celebración artística y cultural más relevante del país, con Carmen Arcadiae Mechanicae Perpetuum (1977-78) de Sir Harrison Birtwistle (1934), cuyas piezas escapan de cualquier descripción convencional, bajo la influencia de compositores experimentales como Stravinski, Messiaen y Varèse.
A pesar de que la pieza de Jiménez era un homenaje a los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Iguala hace poco más de un año, no se mencionó nada al respecto, lo cual hizo que pasara desapercibido por los que no conocían este dato.
Las demás piezas presentadas sin ningún tipo de introducción, más que el programa de mano, provocaron cierta confusión en parte del público que no podía diferenciar el término y principio entre una obra y otra debido al carácter experimental de las mismas. Por ese mismo hecho, algunos miembros de la audiencia sintieron cierta decepción por lo que escuchaban, pero no todo fue así. Conforme avanzaba la noche, las interpretaciones de la Sinfonietta capturaban la atención de los presentes y provocaban reacciones emocionales, que iban desde lo alegre a lo melancólico —los súbitos cambios de ritmo y tonalidad de las piezas coadyuvaban a enfatizar dichos contrastes emotivos—.
Y así, aunque lo que se escuchó en el Teatro Juárez no fue lo esperado, sí fue algo notable para un público que no está tan familiarizado con piezas musicales tan insólitas. Lo más seguro es que no a todos les agradó por completo lo que escucharon, pero sí provocó cierta reacción reflexiva hacia lo que representa la música, sobre todo la sinfónica, al momento de proyectar ideas, metáforas y emociones que no podrían ser exteriorizadas de otra manera.