por Gerardo López
Lo que comenzó como un solar obsequiado por Hernán Cortés para el español Juan Gutiérrez Altamirano en el siglo XVI, se volvió el antiguo Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, tras la remodelación del reconocido arquitecto barroco novohispano Francisco Antonio de Guerrero y Torres en la segunda mitad del siglo XVIII.
A finales del siglo XIX el palacio se transformó en vecindad, hasta que en 1931 el inmueble fue declarado patrimonio nacional. Más adelante, en 1960, el entonces Departamento del Distrito Federal decretó su establecimiento como sede del Museo de la Ciudad. Es por ello que el arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez fue designado para la remodelación.
El museo se inauguró el 31 de octubre de 1964, y a partir de 2002 experimentó cambios sustanciales en sus espacios: el arreglo de la fachada, la reapertura de la biblioteca Jaime Torres Bodet, la inauguración de la Librería del Pórtico ‒ahora Librería Guillermo Tovar y de Teresa del Fondo de Cultura Económica‒ y la restauración del estudio de Joaquín Clausell. Desde entonces, la actividad del museo ha sido constante, recibiendo a numerosos artistas nacionales y extranjeros en sus salas de exposición y salones de conferencias.
Ahora, en el marco de las actividades por su 50 aniversario, el Museo de la Ciudad inaugura a partir del jueves 13 de noviembre tres exposiciones que muestran los principales ejes del recinto: su historia, arquitectura y las artes plásticas.
El acto inaugural correrá a cargo por el Ensamble Alientos de la Escuela de Música Vida y Movimiento del Centro Cultural Ollin Yoliztli; además de la presentación en video mapping sobre la arquitectura del patio central del recinto a las 20:30 h., inspirado en su última etapa constructiva y momentos clave de su historia.
La exposición Del alarife al arquitecto: Francisco Guerrero y Torres. Alarife de la Ciudad de los Palacios se conforma por dos secciones: una que reflexiona sobre el legado arquitectónico barroco que Guerrero y Torres realizó en la Ciudad de México, presentando el contexto social, político y económico de la época de la Nueva España en que vivió el artista; y otra que parte de la década de los años 70, cuando el edificio fue remodelado por Ramírez Vázquez dentro de una línea político-cultural que permeó la identidad de la Ciudad como ejemplo de modernidad.
Guerrero y Torres (1727‒1792) perteneció a la sociedad novohispana ilustrada, caracterizada por la investigación y divulgación de las ciencias, así como de los primeros estudios sistemáticos del pasado prehispánico. Fue en ese ambiente en el que sus obras lo colocaron como arquitecto de moda de la época.
“Guerrero y Torres es un símbolo de la transición entre el barroco y el neoclásico. Sus construcciones simbolizan lo que hemos llamado la ‘Ciudad de los Palacios desde hace ya mucho tiempo, y que representa una vertiente del patrimonio cultural de esta ciudad que llevamos muy presente”, expresó José María Espinasa, director del recinto.
“Esta exposición tiene varios puntos de vista en los que se puede analizar. Tomamos como punto de partida este palacio, que se construyó a mediados del siglo XVIII, y este fenómeno nos hace reflexionar un poco de cómo se construyó una identidad de lo mexicano en esta época, que es justo anterior a la Independencia de México, cuando se empieza a formular una identidad propia de los criollos y del mestizaje que había de las castas, y todo ese proceso que se ve reflejado muchísimo en la arquitectura”, dijo la curadora Viviana Martínez.
Pedro Ramírez Vázquez, arquitecto de la modernidad es el título de la segunda exposición, que abarca los trabajos de restauración que se llevaron a cabo respetando la construcción original. Su ejecución representó una gran importancia para proyectos, cuyo objetivo consiste en rescatar los tesoros arquitectónicos del Centro Histórico de la capital del país.
De esa manera, la muestra presenta la maqueta de la remodelación, al igual que los planos de las adecuaciones de los espacios, fotografías que muestran las condiciones previas del edificio y sus usos, seguido de algunos ejemplos de otros edificios del arquitecto mexicano, como mercados y museos.
“Pedro Ramírez Vázquez se suma al homenaje al edificio en sí mismo. Parte de dos ideas sencillas y transparentes, como era su pensamiento: una es que la arquitectura es tecnología, no es obra de arte en sí misma y se convierte en obra de arte conforme su uso se va dando y es eficaz; la otra idea es que los museos son edificios públicos y se convierten por lo tanto en una extensión, en un reforzamiento de la educación. Entonces este edificio cuenta con todas esas características y reafirma como en estas exposiciones su vocación”, dijo Josué Ramírez, curador de esta muestra.
La tercera exposición titulada Azul de lontananza, Joaquín Clausell y sus contemporáneos, curada por Luisa Barrios, se basa en el entorno estético de uno de los famosos habitantes del antiguo palacio: el pintor Joaquín Clausell (1866‒1935).
Se trata del autor de una de las obras artísticas más originales producidas en pintura mural a principios del siglo XX. Es de destacar que la obra mural de su estudio antecede cronológicamente al movimiento muralista mexicano.
Aunque fue abogado de profesión, Clausell ejerció la pintura prolíficamente. Se caracterizó por su beligerancia; participó en importantes manifestaciones contra acciones injustas del poder en torno a la no reelección. Durante su exilio en Estados Unidos (1893) y en Francia (1894), tuvo la oportunidad de conocer varios estilos pictóricos como el impresionismo y el simbolismo.
Se relacionó con artistas europeos como Camille Pissarro, y al regresar el país en 1896 se integró al medio artístico local, conociendo a los pintores Alberto Fuster y Gerardo Murillo Dr. Atl.
La muestra pictórica, conformada por cuarenta pinturas, se distingue por el género de paisaje de Clausell, confrontada a la obra de sus colegas contemporáneos. Es por eso que se exhibirán obras de Diego Rivera, Dr. Atl, Severo Amador, Pedro Galarza Durán, Mateo Saldaña, María E. Ibarrola, Guillermo Gómez Mayorga, Alberto Garduño, Alfredo Ramos Martínez, Gilberto Chávez, entre otros.
Asimismo, se cuentan con 64 documentos epistolares y hemerográficos sobre Joaquín Clausell, incluyendo manuscritos de su autoría, material filmográfico y fotográfico de la época.