Arte y Cultura

La Alhóndiga vibra con los ritmos del acordeón de Kimmo Pohjonen, en el @Cervantino

por Gerardo López

@grardolpzlm

Ya caída la noche en la cultural ciudad de Guanajuato, el público comenzó a congregarse en la Explanada de la Alhóndiga de Granaditas, histórico inmueble de nuestra historia.

Al dar la tercera llamada, Kimmo Pohjonen salió al escenario del Festival Internacional Cervantino,
y con un cálido saludo en español dijo: “¡Hola, buenas noches!”; se equipó de su fiel acordeón y comenzó el concierto con una suave melodía.

Conforme progresaba la música, el diseño de sonido y el de luces, a cargo de Tuomas Norvio y Antti Kuivalainen, respectivamente, se hicieron notar jugando un papel primordial en la presentación de una de las figuras más relevantes de la música contemporánea en todas sus variantes.

Gran parte del público se notaba confundida al escuchar el sonido discordante del acordeonista, debido a que no llevaba ningún ritmo determinado, pero ese es el estilo de Kimmo.

Su originalidad, innovación y audacia lo liberan de las ataduras del academicismo musical. Por medio de la improvisación, lo cual es su sello distintivo, comenzaba a crear una algarabía de sonidos que poco a poco tomaban forma y ritmo, desencadenando una poderosa melodía que, combinada con su grave timbre de voz, se dirigía al lado introspectivo de la audiencia.

No escucharás su música en las estaciones de radio más populares, ni en un show televisivo porque no se trata de música popular, sino de música espiritual y lunática creatividad artística que poseemos cada uno de nosotros.

Ya que su español no era muy bueno, se dirigía a la audiencia en un inglés con un fuerte acento escandinavo, digno de su natal Finlandia. Se mostraba agradecido respecto al apoyo de la mayoría de la gente le aplaudía y vitoreaba. Es cierto que algunos decidieron abandonar el recinto, pero los que se quedaron fueron testigos de una experiencia chamánica, casi ritual por la manera en que Kimmo se desenvolvía en el escenario.

En las primeras filas de la explanada hubo una persona que alzó con ambas manos un cartel que decía: “Justicia para Ayotzinapa”. Irónicamente el mensaje no iba dirigido al artista que no entendía el mensaje sino a los asistentes respecto a la amenazante situación en el país. Sin embargo, el momento fue oportuno. Las múltiples facetas de la humanidad que más se marcan en la memoria colectiva son las negativas, pero con una música tan inspiradora es imposible no sentir cierta emoción positiva respecto al futuro. Con un fuerte compromiso social, inherente en el arte, y una infinita creatividad podremos labrarnos un mejor futuro.

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