“El ritmo es la música por medio de la cual la poesía cautiva los sentidos y habla con más eficacia al alma”.
Esteban Echeverría
Surgido como contraparte del racionalismo de la Ilustración y el clasicismo, el romanticismo se caracteriza por la inclinación hacia los sentimientos y la libertad a través de la búsqueda incesante.
Tuvo sus inicios a finales del siglo XVIII, pero su apogeo abarcó completamente el periodo decimonónico, extendiéndose desde Alemania y el Reino Unido hasta demás países europeos e, inevitablemente, al continente americano, debido a sus características y valoraciones con tendencia a exaltar la nacionalidad.
Uno de los más grandes exponentes en Hispanoamérica fue el argentino Esteban Echeverría (1805—1851), escritor y poeta encargado de introducir el romanticismo literario a su país.
En El matadero y otros escritos (Conaculta, 2014) se reúne gran parte de las prosas y poemas que Echeverría escribió a lo largo de su vida.
El libro abre con el poema épico La cautiva (1837), considerado como la primera gran obra de la literatura argentina. Organizado en nueve partes y un epílogo, se centra en la fuerza femenina de la esposa de un soldado, reforzando el carácter democrático del romanticismo. Asimismo, se nota la tensión entre lo americano y lo europeo, simbolizado por lo primitivo y lo culto —desde la perspectiva colonialista—.
Después sigue El matadero —publicado póstumamente en 1871— con un fuerte valor histórico, ya que utiliza irónicamente la metáfora de la matanza del ganado para evidenciar la era de terror y muerte que azotó al área rioplatense, bajo el régimen de Juan Manuel Rosas. Considerado como el primer cuento argentino, refleja la barbarie en el polarizado ambiente político de la época entre 1829 y 1852.
Posteriormente se incluye una serie de ensayos redactados por el autor argentino, en los cuales reflexiona en torno al arte, en especial la poesía, como Fondo y forma en las obras de imaginación y Sobre el arte de la poesía. En ellas resaltan frases sobre el clasicismo y el romanticismo como:
“El genio clásico se goza en la contemplación de la materia y de lo presente; el romántico, reflexivo y melancólico, se mece entre la memoria de lo pasado y los presentimientos del porvenir.”
Y sobre la poesía:
“El fondo es el alma; la forma, el organismo de la poesía”.
“No hay a mi ver poesía completa sin ritmo; y no de sonidos sólo, sino de afectos, de situación, de sentido.”
De igual manera se incluye un cuadro de costumbres titulado Apología del matambre, enfatizando la predilección de los rioplatenses por la carne de res, y una sección de Pensamientos con ideas, opiniones, rasgos biográficos, párrafos de correspondencia epistolar, entre otros escritos tomados de hojas sueltas dejadas por el autor.
Las influencias románticas de Echeverría provienen de su viaje a Francia en 1825 donde obtuvo conocimientos en economía, política, historia, filosofía, matemática, física, química y literatura, lo cual lo orilló a escribir sus primeros poemas y diversas prosas. Cinco años después regresa a la ciudad de Buenos Aires y se mete de lleno a la literatura, publicando posteriormente Elvira o la novia del Plata (1832), Los consuelos (1834), Rimas (1837) y El ángel caído (1846).
Más adelante forma parte de la Generación del 37 junto con Domingo Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez, quien se encargó de editar y crear los prólogos de las obras de Echeverría.
Igualmente, el autor bonaerense buscó recuperar el espíritu de la Revolución de Mayo y redactó El Dogma Socialista (1846). Debido a sus ideas contrarias a la dictadura rosista se vio obligado a exiliarse a Montevideo en 1841, donde murió diez años después.
Su ideología se alcanza a perfilar en sus escritos:
“Examinar nuestras instituciones del punto de vista democrático; ver todo lo que se ha hecho en el transcurso de la revolución para organizar el poder social, y deducir de ese examen crítico vistas dogmáticas y completas para el porvenir, es la obra más grande que pueda emprenderse por ahora.”
Evidentemente, Esteban Echeverría enarbola el espíritu del romanticismo en sus obras y por ello representa una de las figuras más prominentes en la literatura argentina y, quizás, la intención intrínseca de su pensamiento poético se justifica bajo esta idea:
“La creación por sí sola ¿qué es? —Nada. Pero el hombre la contempla; su pensamiento la abarca, y entonces es la obra maravillosa del increado, de Dios. —Es algo hecho con un fin.”