Nacemos en una determinada familia con sus problemas y conductas aprendidas de generación en generación; crecemos y tomamos decisiones que nos llevan por x o y camino. ¿Somos nosotros o el destino es el que nos hace?
Hace tiempo que no experimentaba la sensación de no querer soltar un libro ni tampoco ese desconsuelo que produce el haberlo terminado y no saber cómo volver a rellenar el espacio que dejó. Eso fue lo que me provocó El show de Gary, segunda novela de Nell Leyshon, también autora de El color de la leche, publicada en México por Sexto Piso.
Sin mayor pretensión que la de contar una historia, Nell Leyshon nos ofrece esta novela que, en la mejor tradición inglesa, nos cuenta las aventuras y desventuras de un joven con una capacidad muy especial para leer a las personas y quien, a partir de ello, obtiene ventaja robando.
Una madre alcohólica, un padre granuja, un hermano que representa todo lo contrario a Gary y una hermana menor, casi abandonada a su propia suerte, conforman el núcleo familiar de este personaje que destila simpatía, inteligencia y astucia.
Gary desde muy pequeño aprendió a observar y a identificar las intenciones de los otros, al grado de evitar que un pedófilo lo asesinara pero sin poder evitar que uno de sus mejores amigos de la infancia corriera esta suerte.
Al despertar a la vida su sagacidad lo llevará por diversos caminos, la mayoría de ellos serán las huellas trazadas por su padre, a quien desprecia profundamente pero no parece poder evitar seguir.
En el transcurso de la lectura, Gary nos habla francamente, su voz llega como si estuviera viendo frente al cristal de un aparador y nosotros estamos del otro lado. Imagen tras imagen vamos descubriendo lugares llenos de pobreza, piqueros, tabernas… Gary deambula entre sombras y se escabulle, evita a la policía, la topa de frente, se mete en problemas, cae en la cárcel, se enamora y toca lo más bajo de sí mismo.
¿Qué queda de todo ese trayecto? Desde las primeras páginas nos lo deja claro:
“La gente cambia. Cambia continuamente. Todos cambiamos. Pero no hablo de cambios en el trabajo que tengamos, la familia que tengamos, o donde vivamos. Los cambios de los que yo hablo son mucho más profundos. Van hasta el tuétano. Porque el caso es que tú mismo estás cambiando ahora, mientras lees esto. Yo estoy cambiando mientras lees esto. Cada célula de tu cuerpo morirá y crecerá de nuevo. Cada célula será remplazada por otra célula que estará un poquito más cerca de la vieja de la guadaña. Dentro de unos años, hasta el último rastro de ti que hay sentado aquí ahora habrá desaparecido. Hasta el último rastro de piel habrá caído flotando al suelo y habrá sido arrastrado hacia un rincón junto con el polvo de la casa. Los riñones habrán vertido sus células en tu orina. Los pulmones habrán exhalado sus células al aire fétido. Y el cerebro: todos esos rizos de coliflor se replegarán como si fuera invierno y luego florecerán de nuevo como si llegará la primavera. ¿Y el corazón? Ja, el corazón. El viejo bombeador de sangre, el palpitante, el amoroso. Las células de los ventrículos y de las aurículas se secarán todas y llorarán lágrimas de desamor. No es de extrañar que el amor sea tan difícil de conservar cuando nuestro corazón vive en un cambio constante.
Así que sí, dentro de siete años habrá un tú totalmente nuevo. Un yo totalmente nuevo. No dejamos de cambiar, y qué quieres que te diga, me parece un milagro que sepamos siquiera quiénes somos.”
Y aunque desde el principio Nell Leyshon nos advierte que “todos los personajes de este libro son ficticios, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es un pedazo de estupidez”, no podemos dejar de pensar que tal vez, un poco más cerca de lo que creemos, hay un Gary que está leyéndonos y enseñándonos en donde reside el secreto para recomenzar cuando creíamos que lo habíamos perdido todo.