Rezos laicos. No hay danza ni personajes. Tampoco violencia ni narración alguna.
Solos de tres bailarinas, madres que dan pecho a sus hijos en escena e imágenes de la fotoperiodista Mayra Martell forman parte de Blanco, propuesta coreográfica de Magdalena Brezzo en torno a los feminicidios en México.
El estreno tendrá lugar el sábado 5 de noviembre a las 19:00 hrs. en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris” (Donceles 36, Centro Histórico), donde dará una segunda función al día siguiente a las 18:00 hrs.
La uruguaya, que pasó su infancia y adolescencia bajo la dictadura de Juan María Bordaberry Arocena, familiarizada desde entonces con el miedo a “desaparecer”, eligió orar a través del lenguaje corporal, orar por las mujeres muertas, incluyendo los casos en los que sus cadáveres no han sido encontrados.
“Es una pieza escénica documental que carece de representación y ficción… El movimiento nunca se detiene, es perpetuo. Borré los pasos de danza para llegar al micro gesto. Como en un loop, hay frases que se repiten. La repetición en una oración es fundamental para llegar a un estado de consciencia sobre las mujeres que han matado.”
El solo de Jade Castilla es claramente una ofrenda. La bailarina Ámbar Quiñones hace eco con su cuerpo de los testimonios que se proyectan, como el de Silvia, roomie de una brasileña que acudió a la Morgue y a varias ONGs hasta que el cuerpo de la sudamericana fue hallado en Cuautla el mismo día que desapareció.
Otra de las ejecutantes, Dominga Martínez, se mueve siempre vertiginosamente por el piso para hacer explícita la intimidad y vulnerabilidad de las desaparecidas y abrir paso al trabajo fotográfico de Martell, en el que se muestran las recámaras de las juarenses, llenas de ausencia.
“La apuesta no es por la belleza ni la estética, sino por la ética. Salir de lo técnico para estar en escena como bailarina desde un cuerpo político, comprometido con un estado de consciencia sobre la realidad. No quiero hablar de lo que ya sabemos. No es una obra donde uno se va a ir a informar de lo que pasa. Busco lo poético en las madres, en algunos textos, en el movimiento, en el tiempo aquietado, atemporal.”
El único protagonista es el tema y si Brezzo recurrió a madres lactantes no fue para refrendar la idea machista de que una mujer vale más si es madre. Le interesa que amamanten en escena como símbolo de vida, de resistencia ante la muerte, de continuar pese a todo.
Fueron convocadas un centenar de voluntarias por medio de Facebook. La pieza está pensada para Flor Garfias, bailarina que recientemente dio a luz, y no importa cuántas madres lleguen, todas serán bienvenidas.
A los desaparecidos, que con su ausencia han estado presentes desde su niñez en Uruguay hasta su vida adulta como coreógrafa en México, Brezzo les dedicó un altar en su obra Los divinos.
En noviembre aborda este tema de nuevo en la propuesta con la que participará en el festival Salmon, en Barcelona, tras su tercera residencia artística en Graner (Centro de Creación y Profundización en el Lenguaje del Cuerpo y del Movimiento).
“Ser testigo y mantenerse en silencio es algo tremendo frente a estas cosas que suceden en México”.
Admite que al principio su voz era tímida en torno a la realidad social y política del país al que llegó en 1994, un 24 de marzo, al día siguiente en que mataron a Luis Donaldo Colosio, candidato priista a la Presidencia.
“Me fui posicionando de una forma más clara… Es parte de mi historia, mi cuerpo, mi mirada, el atender el afuera y no sólo el adentro. Tomar consciencia desde chica que lo de afuera condiciona de una manera tan fuerte los afectos, las relaciones, la solidaridad o la violencia, los silencios o las distancias”.
La diferencia sustancial, piensa, es que en su natal Uruguay la dictadura estaba declarada y en México la ambigüedad lo hace todo más complejo. Y a pesar de que el lugar común pretende relacionar a los desaparecidos con los narcos, Brezzo no pretende en ningún momento “quitar responsabilidades”.
Los feminicidios en México cobraron auge en Ciudad Juárez desde hace más de 20 años, pero la coreógrafa no niega que le afectaron más desde que supo de la muerte de la brasileña y de Nadia Vera.
Vera, la antropóloga que encabezaba el festival de artes escénicas 4 x 4 y luchó como activista contra el ex gobernador veracruzano Javier Duarte, fue asesinada junto con el fotógrafo Rubén Espinosa en un departamento de la Colonia Narvarte el año pasado.
“La muerte de Nadia Vera me cimbró a mí y al medio… Los feminicidios van en aumento y eso es muy angustiante. Crea otra temperatura con el tema”.
Creadora de más de una veintena de coreografías, como Chocolate, una de sus obras más exitosas, que superó las 250 funciones a lo largo de ocho años y dio giras dentro y fuera de México, Brezzo llega al estreno “agarrada a la vida”, lejos ya del agotamiento que le provocó la investigación.
“Al salir de la ficción me da curiosidad cómo me voy a encontrar con el espectador. Espero que estemos cerca”.