La artista japonesa Megumi Igarashi, quien distribuyó la calca de su vagina en 3D, para ser comercializada por un hombre que la imprimió en toda clase de productos comerciales, a cambio de una cuantiosa suma de dinero, fue llevada a juicio por faltas a la moral.
Carcazas de celulares, maquetas, robots, kayaks, candiles, colguijes, budas y cajas de pañuelos desechables llevan su insigne marca erótica, como un huecograbrado vagina, en toda clase de materiales. Si bien Japón cuenta con una ley nacional que persigue por oficio contenidos “inmorales”, estamos ante uno de esos casos de censura de Estado que debe ser combatido, ya que se trata de una artista experimentando y no de una amenaza pública pornográfica.
Lo cierto es que el sello sexual de Rokudenashi-ko (“chica absurda”), el seudónimo con el que se firma Megumi, en términos de arte contemporáneo –hay que decirlo– deja mucho (paradójicamente) que desear. El proyecto es un ardid publicitario muy kitsch, lo que siendo honestos, sí es una amenaza púbica al arte de calidad. Lo bueno es que los objetos no traían “rasca-huele”, ¿o síiii?