“No es el paraíso perdido, ni el horizonte dejado de la mano del progreso. Es un laberinto de imágenes donde la belleza y el don para captarla son el hilo conductor”. –Carlos Monsiváis.
Recuerdo cuando, hace aproximadamente cuatro años, el mundo de la fotografía fue introducido a mi vida y después de eso mi forma de ver las cosas nunca fue igual. Al conocer los congelados, los barridos, el retrato y el uso del bulbo en situaciones con poca luz, la cámara se volvería en mi mejor amiga en cada uno de los viajes que he realizado desde entonces.
Algo similar ocurrió con el fotógrafo Pablo Méndez, un viajero que se dio a la tarea de recorrer el sureste del país para conocer y retratar lugares que pocos conocemos, pues comenta que esta parte de México es más que el dichoso Cancún.
El Museo del Estanquillo ha recopilado más de 40 fotografías del libro de Méndez, Al sur del milenio, para la nueva exposición homónima, que estará hasta el 17 de agosto del presente año. La muestra se presenta paralela con Leopoldo Méndez y el Taller de Gráfica Popular, para exhibir la obra del padre grabador y el hijo fotógrafo.
Recorrer la exposición es viajar por Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, visualizando imágenes que fueron tomadas entre 1989 y 1992 en el transcurso de un México cotidiano, festivo y ancestral en los entornos cálidos y vestidos de azul por las aguas cristalinas de los cenotes y ríos que posee este territorio de maya. La trayectoria de Pablo Méndez incluye una selección de libros de fotografía, como El lujo del sol, San Cristóbal de las Casas y Lo Efímero y Eterno del Arte Popular Mexicano.
Los retratos y paisajes tomados por el fotógrafo presentan pueblos, la vida citadina, sus habitantes y las coloridas tradiciones específicamente de orígenes mayas que perduran en el territorio, aún tras verse en medio de la modernidad que amenaza con desaparecerlas. Niños, danzantes, hombres disfrazados de animales, mujeres luciendo vestimentas elaboradas por ellas mismas como sus únicos lujos y un sinfín de colores y texturas son parte de una cultura envidiable, que tiene que ser conocida por los demás.
Este viaje también sirvió como reflexión para Don Pablo, pues él mismo se vio envuelto en el transcurso de la modernidad con el surgimiento de las cámaras digitales, por lo que dice “lo mío es más lógico, lo otro es puro dedo”, reflejando su buen sentido del humor, pero más allá de eso, su sabiduría ante la vida moderna.
Para complementar la exposición y entablar un diálogo con otros objetos de la colección de Monsiváis, Pablo Méndez escogió piezas de plomo en miniatura del sureste del país, realizadas por Teodoro Torres y Susana Navarro.
“Lo que está expuesto es de dos corazones, el de los que están en los retratos y el de un servidor”, dijo con gran orgullo el fotógrafo.