Por Nallely Santamaría
El clásico de Navidad volvió a llenar de alegría el Auditorio Nacional con su grandioso espectáculo. El Cascanueces defendió su título de ser ese clásico evento decembrino que nadie se puede perder, gracias a la música de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, interpretada por 70 músicos dirigidos por Juan Carlos Lomónaco, y 80 bailarines de la Compañía Nacional de Danza, que acompañados por una pomposa y lujosa escenografía, convirtieron el escenario en un lugar mágico.
El cuento navideño comenzó en la fiesta en la que le regalan un Cascanueces a Clara, la protagonista. Después de sufrir un accidente y romperse, reparan al frágil juguete, el cual cobra vida al caer la noche y protege a su pequeña dueña del ejército malvado de ratones.
El árbol de Navidad y el sillón crecen a los ojos del espectador, mientras comienza a desarrollarse la fantástica aventura. Después de la batalla, los soldados salen victoriosos y Clara comienza a ver elegantes y delicados bailarines que interpretan diferentes danzas de ballet: chinas, árabes, rusas y españolas.
Cada bailarín presenta su número al ritmo de la música. Cuando salen en grupos, todos van sincronizados y atractivos; cuando toca el turno de un solista, su presentación es sublime. Todos los ejecutantes dan lo mejor para hacer del espectáculo algo grandioso.
Es muy emocionante presenciar el ensayo y después ver la ejecución en vivo; se nota el trabajo y empeño que depositan los bailarines, músicos y demás personas que forman parte de este colosal evento.
Si no lo viste en esta ocasión, tendrás que esperar un año para vivir la magia del Cascanueces.